Mam¨¢ cumple cien a?os
JAVIER MINA Las conmemoraciones son contagiosas. Una vez me atac¨® una y casi se produce una epidemia, pero como era antes cedi¨® pronto. Sucede como con el arrascarse, sabes cu¨¢ndo empiezas, pero no cu¨¢ndo te devorar¨¢n las efem¨¦rides. Adem¨¢s, como siempre ha sucedido algo en el pasado que tiene su m¨²ltiplo, en el hoy resulta muy dif¨ªcil resistirse. Sin ir m¨¢s lejos, se acaban de cumplir 17 a?os de la muerte de un gran escritor, 34 de su primera novela, 21 de la mejor y 28 de un manifiesto que se tomaba la literatura por el pito de un sereno -o por el pito de un parch¨ªs-, lo que arroja la cifra m¨¢gica de 100 sin la que parece que no se puede celebrar nada. Me estoy refiriendo, evidentemente, a Georges Perec cuya novela La vida. Instrucciones de uso pasa por una de las mejores de los ¨²ltimos 50 a?os, guarismo bastante como para autorizar, por cierto, cualquier descorche. En compa?¨ªa de un pu?ado de juerguistas literarios como ¨¦l, Perec puso en pie una serie de procedimientos destinados a reventar los textos m¨¢s copetudos. El grupo se llamaba OuLiPo y le tomar¨¦ prestadas dos argucias. Partamos de una frase tomada al azar. Por ejemplo, esa tan inocente de Galbraith que dice: "El patriotismo es el ¨²ltimo refugio de las mentes defectuosas" y apliqu¨¦mosle la f¨®rmula de sustituir cada adjetivo y sustantivo por la definici¨®n que de los mismos nos da el diccionario. La sentencia quedar¨¢ como sigue: "El amor a la patria es el postrer edificio situado en determinados lugares de las monta?as para acoger a viajeros y excursionistas de la potencia intelectual del alma falta". Como quien no quiere la cosa, el raspado l¨¦xico nos ha puesto en contacto con una de las grandes verdades de quien vive la patria como hooby, a saber, la comuni¨®n intensa que su alma inconclusa necesita establecer con la naturaleza para saciarse de lo que ¨¦sta le pueda dar una vez digerida como solar patrio; al mismo tiempo nos revela la predisposici¨®n a escalar monta?as que siempre ha manifestado el nacionalismo quiz¨¢s para controlar mejor desde las cumbres el alcance de sus deseos, a no ser que quiera revivir en el esfuerzo anaer¨®bico del ascenso el asfixiante sacrificio que le procura el anhelo cotidiano de fronterizar. Lo expuso el otro d¨ªa una de sus plumas m¨¢s inquietas y perspicaces: "Creo poder asegurar que no conozco a ninguna persona que sabiendo euskera no reconozca con naturalidad la territorialidad de Euskal Herria". Y no lo dijo porque le faltara ox¨ªgeno en el cerebro debido a la altitud, sino, seguramente, para afirmar que los ¨²nicos que no pueden reconocer esa patria con naturalidad son los que no hablan euskera. O sea que habr¨ªa patrias y... parias. La segunda operaci¨®n consiste en sustituir cada sustantivo y adjetivo de la frase original por los que se encuentran a siete voces en el diccionario. Una vez efectuada, el patriotismo se convierte en "el unitario regazo de los men¨²s demandantes", verdad inmensa donde las haya porque si algo caracteriza al patriota es el pedir, ya mediante men¨² del d¨ªa ya por carta, aunque eso s¨ª siempre desde el regazo de los propios. La prueba nos la aporta el agudo comentarista anterior cuando, a prop¨®sito de regazos, sostiene que "es dif¨ªcil encontrar un estudio general, no sectorial, del Pa¨ªs Vasco en el que el reconocimiento de su territorio no sea t¨¢cita o expresamente aceptado", pues no habla para incurrir en la perogrullada de que cualquier objeto de estudio queda definido por el objeto del propio estudio, sino para sustentar, por extra?o que parezca, su definici¨®n de Regazo Vasco, s¨®lo que no se percata de que lo que ¨¦l toma por tal no es lo que otros toman pues hay a quien le sobran territorios hist¨®ricos o transpirenaicos. Respecto a los men¨²s demandantes, o sea al pedir, habr¨ªa que rastrear en las arengas de Superarzalluz y, francamente, me parece pedir demasiado. Como demasiado me parece haber empezado con el aniversario de Perec para terminar en el milenario de Aitor, pero ya avis¨¦ que las efem¨¦rides resultaban muy pegajosas. En cuanto a las madres patrias s¨®lo puedo asegurar que a m¨ª no me mueve m¨¢s que una, una bandera. Aunque adelanto que por ella estoy dispuesto todo lo m¨¢s a enfermar porque ?saben? mi bandera es el mantel.
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