Postdamer / Prenzlauer
El cat¨¢logo bibliogr¨¢fico de las universidades catalanas, que es un instrumento fiable, asegura que en castellano hay s¨®lo dos libros, ?dos!, sobre la unificaci¨®n alemana: uno de G¨¹nter Grass y otro de Helmut Kohl. Hay, adem¨¢s, dos o tres estudios monogr¨¢ficos, acad¨¦micos, sobre aspectos diversos del proceso de unificaci¨®n, primordialmente relacionados con el derecho. Es probable, tambi¨¦n, que alg¨²n libro se haya escapado a la minuciosidad bibliotecaria: no salen rese?ados, por ejemplo, ni el que escribi¨® Ignacio Sotelo sobre el Berl¨ªn apenas unificado -incluido en aquella colecci¨®n ejemplar, Las ciudades, que dirigi¨® Carlos Tr¨ªas en Destino-, ni El expediente. Una historia personal, que escribi¨® Timothy Garton Ash y que acaba de publicar Tusquets. Quiero hablar de este ¨²ltimo libro, que es completamente apasionante, pero como suele sucederme, la irritaci¨®n me puede y antes habr¨¦ de dejar dichas unas cuantas verdades como pu?os. La primera es que desde el punto de vista de la teor¨ªa de las ciudades, tan grato a nosotros en aquellos a?os en que Barcelona se propon¨ªa, ?ay!, convertirse en un laboratorio de temas urbanos, la unificaci¨®n de Berl¨ªn es el fen¨®meno m¨¢s asombroso y complejo del siglo. La segunda es que uno de los rasgos sobresalientes de cualquier cultura subordinada es la miserable atenci¨®n que presta a las culturas ajenas, sea por la falta de traducciones, sea por la ausencia de intelectuales propios dedicados al estudio de esas culturas: las dos condiciones se cumplen sin resquicios respecto a lo germ¨¢nico. La tercera es que cada a?o la industria editorial espa?ola participa en el carnaval de Francfort: como si oyeran llover. La ¨²ltima es que Berl¨ªn y Alemania son, hoy, un tremendo tema literario, pero nadie parece dispuesto a cargar con ¨¦l: es verdad que lo principal en un escritor es el tama?o de su espalda. Ahora ya me siento mucho mejor, desahogado, esperanzado incluso cuando pienso que Anagrama est¨¢ a punto de publicar un libro de Josep Maria Mart¨ª Font, que fue corresponsal en Alemania de este diario, un libro sobre Alemania, es decir, sobre todos nosotros, y a lo mejor un libro serio y atrevido, que se vender¨¢ poco en el pa¨ªs donde los libros suelen ser de risa, pero que tal vez nos haga m¨¢s sabios y felices. Como el de Garton Ash. La editorial lo ha enfajado con una laudatoria frase de Le Carr¨¦ para que no se asusten los compradores, insinu¨¢ndoles que a pesar del subt¨ªtulo, Una historia personal, van a leer una novela, o al menos un texto novelado. Pero no: lo de Garton nada tiene que ver con una novela. Se trata, justamente, de un texto no velado: la historia de un hombre llamado Timothy Garton Ash, especialista en los pa¨ªses del Este, cuyos movimientos vigil¨® la Stasi, la polic¨ªa pol¨ªtica de la RDA, durante varios a?os. Una historia que empieza con Garton sentado frente a la se?ora Schulz, la encargada de la Junta Federal de los archivos del Departamento de Seguridad del Estado de la ex Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, uf. En la mesa, el expediente, es decir, el resultado de aquellos a?os de vigilancia. Y en la cabeza de Garton un s¨²bito recuerdo: "Una noche de 1980, cuando viv¨ªa y estudiaba en Berl¨ªn Oriental, regres¨¦ con mi novia de entonces a la habitaci¨®n que ten¨ªa en un destartalado edificio de apartamentos, en Prenzlauer Berg. Mientras nos abraz¨¢bamos en la cama estrecha, Andrea se separ¨® bruscamente de m¨ª, termin¨® de desvestirse, se acerc¨® a la ventana y descorri¨® los visillos. Luego encendi¨® la deslumbrante luz general y regres¨® a mi lado". La novia pas¨® hace mucho tiempo, pero ahora, frente a la se?ora Schulz, vuelve su cuerpo desnudo, estrellado sobre la ventana, su nombre, la sospecha. ?Tambi¨¦n ella trabaj¨® para la Stasi? A partir de este comienzo, deslumbrante en efecto, Garton construye una narraci¨®n inolvidable. Los documentos de su vida seg¨²n la Stasi se confrontan con los de su diario personal en aquellos a?os; la memoria cifrada de la polic¨ªa pol¨ªtica con su vacilante memoria personal. En el expediente est¨¢n los nombres de los que le espiaron: uno a uno va localiz¨¢ndonos. Se cita con ellos. Pregunta. Observa qu¨¦ ha sido de sus vidas. Y escucha por qu¨¦ lo hicieron. En algunos pasajes, como justamente el que lo re¨²ne de nuevo con Andrea, la prosa de Garton muestra limitaciones y queda claramente por debajo de la materia que tiene entre manos: parece como si no toda la escritura del libro se hubiese tomado su tiempo. Pero, en general, el relato afronta con ¨¦xito temas graves, la traici¨®n, el secreto o la verdad, y se encara con una pregunta muy pesada: ?qu¨¦ hizo la izquierda de su moral? Todos los temas de Garton se encarnan hoy en Berl¨ªn. Berl¨ªn es el mayor reto literario del presente. En Postdamer Platz, toneladas de tierra removida, la marea del futuro avanza con su habitual y fascinadora insolencia. Pero en el camino de Prenzlauer, en el Este invisible, hay playas donde la resaca del siglo ha dejado un n¨²mero ingente de conchas vac¨ªas. La gran literatura siempre sucede entre Postdamer y Prenzlauer. S¨®lo es ese cruce, esa descarga.
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