Se cayeron los ocho
Ocho toros salieron y se cayeron los ocho. Hubo un sobrero, hierro Diego Romero, que se cay¨® s¨®lo alguna vez pero los restantes siete se cayeron todas las veces.?Vaya forma de caerse, oiga! Como cortados por el mismo patr¨®n, todos ten¨ªan la misma forma de caer. Enti¨¦ndase: empezaban por no caerse nada, nada, nada. Quiere decir que en cuanto saltaban a la arena no daban sensaci¨®n de que se iban a caer. Eso suced¨ªa par de minutos despu¨¦s.
Los dos minutos en que no les daba por caerse nada, nada, nada, embest¨ªan codiciosos. Bueno, alguno se iba suelto, que esa es cosa de mansos y la ganader¨ªa brava acepta la mansedumbre de un toro. Pasa en las mejores familias. Mas los que no hu¨ªan, humillaban en seguimiento del percal y ah¨ª tuvieron ocasi¨®n los diestros de demostrar qui¨¦n iba a por todas o s¨®lo a por algunas.
Pe?ajara / S¨¢nchez, Pedrito, Califa
Toros de Pe?ajara (uno, sobrero; dos devueltos por inv¨¢lidos), bien presentados, totalmente inv¨¢lidos. 5?, segundo sobrero, de Diego Romero, con trap¨ªo, flojo, manso.Manolo S¨¢nchez: pinchazo hondo ca¨ªdo, rueda de peones y descabello (silencio); dos pinchazos, otro hondo y descabello (silencio). Pedrito de Portugal: estocada ca¨ªda (silencio); media ladeada, rueda de peones y descabello (silencio). El Califa: estocada baja (silencio); estocada ladeada saliendo volteado y descabello; aviso mientras rueda el toro (aplausos). Plaza de Las Ventas, 13 de mayo. 5? corrida de feria (4? de abono). Cerca del lleno.
Manolo S¨¢nchez debi¨® ser de los que iban s¨®lo a por algunas pues r¨¢pido se pon¨ªa a la defensiva. Pedrito de Portugal, en cambio, ejecutaba los lances cargando la suerte. Y, sobre todo, El Califa (que no es de C¨®rdoba), pues se embraguetaba, dicho sea con perd¨®n, y dio ver¨®nicas de un ce?imiento estremecedor.
Y ah¨ª se acababan el toro y la lidia. Dos minutos, oiga. Y cual si un ¨¢ngel vengador, genio del mal, revoloteara sobre los tejadillos del coso lanzando misiles invisibles o quiz¨¢ tirando bombas f¨¦tidas, al toro le daba un flux. Seg¨²n otras versiones m¨¢s castizas, la mano negra estaba en el corral y no era ¨¢ngel ni genio sino un t¨ªo sinverg¨¹enza. Y se o¨ªa comentar: "Ya le hace efecto".
Efectivamente, le hac¨ªa efecto. No se sabe qu¨¦, pero le hac¨ªa. Y el toro pasaba a la posici¨®n de borracho. Seg¨²n cual y c¨®mo: borracho de los que cantan "Asturias patria querida", borracho de los que se agarran a las farolas, borracho de los que se echan a dormir la mona. Y as¨ª unos ca¨ªan de hocico, otros de culo, hab¨ªa el que vacilaba de babor, varios se pegaban buen volteret¨®n.
Y los toreros se pon¨ªan a torear. Dir¨¢n que aquello era torear. Consist¨ªa en presentar la muleta, esperar el topetazo, quitarse no ya por el peligro de cornada sino para evitar que la media tonelada de carne de toro se les viniera encima. Y uno, tal que Manolo S¨¢nchez, iba de arom¨¢tico; el siguiente, Pedrito de Portugal, de empecinado; el tercero, le llaman gratuitamente El Califa ya que se le desconoce califato, de encimista porfi¨®n.
Y, con estas, la mal llamada corrida de toros -pues ni eran toros ni pod¨ªan correr- resultaba insoportable. Peor que insoportable: pasto de la ira del ¨¢ngel exterminador aquel o (alternativamente) del pedazo golfo que trajinaba por los corrales.
Sali¨® un sobrero de Diego Romero que record¨® viejos tiempos. Esa era la ganader¨ªa de guardia de la antigua empresa de Las Ventas, la de Jard¨®n-Escanciano, que soltaban los domingos de agosto para los legionarios del toreo. Y en este v¨¢stago finisecular pudo comprobarse que a¨²n conserva los genes familiares productores de un trap¨ªo imponente, una mansedumbre a carta cabal, un cierto genio embestidor.
Perec¨ªan la afici¨®n y el p¨²blico en general de tedio cuando El Califa, hijo de X¨¢tiva, se perfil¨® ante el sexto inv¨¢lido, se volc¨® en el volapi¨¦ y sali¨® encampanado entre las astas de mala manera. No sucedi¨® nada irreparable pero pero el susto fue tremendo. Y la afici¨®n y el p¨²blico en general abandonaron la plaza con mal cuerpo. Para empezar, de ocho, ocho. Y suma y sigue.
Babelia
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