Mejor sin colleras
Se celebr¨® la inevitable funci¨®n de rejoneo, la dieron sin colleras y nadie las ech¨® en falta. Sin colleras el p¨²blico del llamado arte del rejoneo se divierte lo mismo, aplaude igual y adem¨¢s la cabalgada dura menos. En dos horitas quedamos libres. Para el arte, que no haya colleras es incluso mejor. Cada rejoneador se responsabiliza de lo suyo y no tiene opci¨®n a beneficiarse arteramente del n¨²mero de las correr¨ªas en derredor de un toro que no sabe por d¨®nde le viene la muerte vil. Como en los mano a mano: uno contra otro, cada cual con su propia arma, y que gane el mejor.Lo malo del asunto es que el arma del toro se limita a un par de cuernos, sin puntas adem¨¢s porque se las aserraron, mientras el rejoneador se vale de un fogoso alaz¨¢n, punzantes hierros, la inteligencia que le haya dado Dios y el Coss¨ªo. De manera que la liza es desigual, el mano a mano pierde todo su significado.
Tassara / Moura, Hern¨¢ndez, Boh¨®rquez
Toros despuntados para rejoneo de Flores Tassara, con carnes, mansos, aunque dieron juego.Jo?o Moura: rej¨®n ca¨ªdo a la media vuelta, rueda de peones, rej¨®n a la media vuelta y descabello (aplausos y saludos); rej¨®n a la media vuelta, ruedas de peones y descabello (oreja con escasa petici¨®n). Leonardo Hern¨¢ndez: rej¨®n escandalosamente bajo (escasa petici¨®n y vuelta); pinchazo, rej¨®n muy trasero bajo y tres descabellos (ovaci¨®n y salida al tercio). Ferm¨ªn Boh¨®rquez: pinchazo trasero y rej¨®n escandalosamente bajo (silencio); rej¨®n muy bajo en el cuello, pinchazo bajo, rej¨®n traser¨ªsimo muy bajo y rueda de peones (silencio). Plaza de Las Ventas, 22 de mayo. 15? corrida de feria. Cerca del lleno.
Y a¨²n sigue la ventaja pues el rejoneador cuenta tambi¨¦n con el p¨²blico. Al p¨²blico del llamado arte del rejoneo lo que le priva es aplaudir a los rejoneadores. Cualquier motivo le vale: su simple aparici¨®n, que se quite el sombrero, que muestre en alto la banderilla, que en el transcurso de un galope frene en seco.
Le vale hasta una cornada.
El quinto toro le peg¨® una cornada grande al caballo de Leonardo Hern¨¢ndez al reunir en un rej¨®n de castigo, y el p¨²blico ovacion¨® al rejoneador por la haza?a, luego a¨²n con m¨¢s fuerza cuando reapareci¨® con el caballo de repuesto.
La verdad es que el p¨²blico estaba con Leonardo Hern¨¢ndez. Era su rejoneador favorito, seguramente no por capricho sino porque le dio buenos motivos para conmoverle el coraz¨®n. Hab¨ªa estado torero y seguro en los rejones primeros, y en las banderillas, pero lo que alborot¨® la plaza fue que prendiera un par a dos manos. Algunos espectadores se echaban las manos a la cabeza, no daban cr¨¦dito a lo que acababan de ver, jam¨¢s habr¨ªan podido imaginar semejante proeza.
Todo es cuesti¨®n de acostumbrarse, sin embargo. Y as¨ª ocurri¨® que, corrida adelante, Ferm¨ªn Boh¨®rquez resolvi¨® banderillear a dos manos, y ya apenas impresion¨®; cada vez menos. Resultaba descorazonador, si bien se mira. Porque en tanto el toro de Hern¨¢ndez dio juego, el de Boh¨®rquez rehu¨ªa el contacto, escapaba a tablas, amagaba saltarlas, burreaba querencioso por junto a la barrera. Y fue entonces cuando Ferm¨ªn Boh¨®rquez tom¨® los palos y -?venga, vamos!- encel¨® al toro en la medida de lo posible, clav¨® un par y sigui¨® a dos manos con variada fortuna. Ferm¨ªn Boh¨®rquez -bien es cierto- no ten¨ªa su d¨ªa. Era como esos d¨ªas que sales al campo a montar y te pasa de todo. Al tercero, otro manso huidizo, le clav¨® los instrumentos toricidas con lamentable desacierto. Es decir, que sobre corresponderle el lote peor le fall¨® la punter¨ªa y al sexto lleg¨® a meterle un golletazo de mucho cuidado.
La t¨¦cnica y el gusto del toreo ecuestre estaban en Leonardo Hern¨¢ndez, que triunf¨® en su primer toro y se recreci¨® en el quinto tras el infortunio de la cornada al caballo para banderillearlo con galanura. Y, principalmente, en Jo?o Moura, que ha asimilado en poco tiempo la t¨¦cnica fastuosa de Pablo Hermoso de Mendoza con Cagancho para templar a dos pistas e hizo alarde de la suerte montando diversos caballos, sin miramiento de terrenos y sin discriminar ning¨²n tercio. Nadie va a descubrir a estas alturas a Jo?o Moura. Es el maestro del rejoneo y se le aprecia mejor -y se disfruta m¨¢s de su pericia- sin esa infamia, ese atentado ecol¨®gico que llaman las colleras.
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