"Jam¨¢s, jam¨¢s voy a tener el don divino de olvidar ni perdonar"
Rita Margarete G. creci¨® en Brasil oyendo a su madre que en la vida hay que perdonar. Lo crey¨® hasta hace cuatro a?os cuando en la noche m¨¢s aciaga de su vida un polic¨ªa nacional la viol¨® en un calabozo de la Jefatura Superior de Polic¨ªa de Bilbao. Pasado el tiempo y muchos aprendizajes despu¨¦s reconoce que no puede olvidar y no quiere perdonar. Todav¨ªa tiene pesadillas en las que un rostro y una frase taladran su memoria. "A las putas les gusta follar", le espet¨® su violador, a quien Rita identific¨® como Valent¨ªn G.G., de 39 a?os.Rita es dulce, menuda; los ojos casta?os est¨¢n protegidos por gafas de miope. Su piel es p¨¢lida, apenas cubierta por un leve maquillaje. Lleva pantalones porque dice que desde la noche de la violaci¨®n no ha vuelto a ponerse faldas.Se extra?a, adem¨¢s, de que en la vista oral las defensas aludieran reiteradamente a c¨®mo vest¨ªa cuando la arrestaron. "Una falda hastala rodilla y un jersey sin mangas porque hacia calor", recuerda.
Fue madre de una ni?a, Laura, hace 15 d¨ªas. Sonr¨ªe y mira a su compa?ero, Agust¨ªn, cuando dice que ser¨¢ la ¨²ltima porque ya tiene otras dos hijas de 13 a?os y 15 meses. La madre de Rita, de 83 a?os, acaba de viajar hasta Getxo, donde vive la familia desde hace cuatro a?os para cumplir una tradici¨®n: pasar tres meses con su nuevo nieto. "Cada vez que miro a mi madre no puedo dejar de pensar que me ha ense?ado siempre a perdonar, pero no puedo hacerlo. Ella no sabe nada de lo que me ha pasado".
A pesar del tiempo transcurrido, las l¨¢grimas amenazan con brotar cuando rememora la noche del 29 de agosto de 1995. A las 23.30 horas un hombre vestido de paisano, que dijo ser polic¨ªa, le pidi¨® la documentaci¨®n en Barakaldo. "Hab¨ªa pasado el d¨ªa en Santander en casa de la familia de un amigo y de regreso le dije: "mira, d¨¦jame en Barakaldo que tengo una amiga que hace tiempo que no veo". Estuvimos en una cafeter¨ªa, cerca de la iglesia, hasta que hacia las once y media o as¨ª me dirig¨ª a una parada de taxi para volver a casa. Recuerdo que ol¨ªa mucho a pan. Entonces, par¨® un coche y una persona que dijo ser polic¨ªa, me pidi¨® que me identificara. Yo le contest¨¦ educada que si se identificaba, no me negar¨ªa. Creo que por mi acento muy peculiar ya dedujo que era brasile?a. Por eso me trat¨® con desprecio, como si fuera basura. Despu¨¦s, lleg¨® otro coche y un hombre me mostr¨® su tarjeta de polic¨ªa y fue cuando yo ense?¨¦ mi pasaporte y mis papeles. Pero ¨¦l me dijo que ten¨ªa que acompa?arle a la comisar¨ªa de Bilbao y le dije que bien, que no hab¨ªa problema".
Rita, de 37 a?os, reconoce que no tuvo miedo porque hab¨ªa estado con anterioridad en la Jefatura Superior de Polic¨ªa de Indautxu haciendo una gesti¨®n para su hermana, directora educativa en una prisi¨®n de Brasil y que ten¨ªa inter¨¦s en viajar a Espa?a. "Conoc¨ª a un comisario y a un secretario general, con los que segu¨ª manteniendo cierto contacto cuando volv¨ª a Brasil. Por eso, pens¨¦ que no pod¨ªa pasarme nada".
No entiende por qu¨¦ los agentes que declararon como testigos en el juicio, en abril de 1998, aseguraron que fue detenida en el Trastevere, un club de alterne de Barakaldo. "No conoc¨ª el bar hasta que fui con mi abogado y pasamos por delante. No hab¨ªa estado en mi vida. Creo que lo que me ocurri¨® fue porque soy brasile?a. En comisar¨ªa es muy normal tratar a una brasile?a como a una prostituta".
Cuando Rita lleg¨® a la comisar¨ªa de Bilbao, empez¨® su calvario. Pidi¨® que avisaran de su presencia al comisario que conoc¨ªa. Tambi¨¦n que le dejaran telefonear a un amigo. La respuesta fue siempre no. "Quer¨ªan que firmase que era prostituta... y yo era agente de viajes. Como ten¨ªa sellos del Caribe y de varias entradas a Espa?a en el pasaporte dec¨ªa que era traficante de mujeres. Yo lo negu¨¦ todo y dije: "No sabe usted con qui¨¦n est¨¢ tratando". Eso enfureci¨® al inspector y dijo que me bajaba a los calabozos a decir la verdad"".
En una una sala de la planta baja, ese mismo polic¨ªa golpe¨® a Rita en la espalda con algo que desconoce, mientras otro la sujetaba por los brazos. Le advirtieron que no la iban a dejar marcas. Le pasaron a una celda y all¨ª perdi¨® el conocimiento. Despu¨¦s le trasladaron al hospital de Basurto, donde no se atrevi¨® a contar nada porque dos polic¨ªas la vigilaban. "Es una brasile?a que est¨¢ detenida", le dijeron al m¨¦dico. De vuelta a la comisar¨ªa sufri¨® la violaci¨®n.
"Entonces, ese animal [el ahora absuelto Valent¨ªn G.G.], vestido de uniforme, me llev¨® a un calabozo donde hab¨ªa colchonetas y mantas y de all¨ª a otra celda que estaba enfrente, al lado del pasillo. Me dijo que no chillara, que era una puta y que lo que me gustaba era follar. ?l se puso un preservativo y consum¨®, con sus gemidos asquerosos y sucios. Se march¨® y me qued¨¦ ah¨ª. Como lloraba mucho, vino un polic¨ªa y me dijo que me iba a trasladar a otro sitio. Fue el ¨²nico que me trat¨® con un poco de dignidad. Me sent¨ª impotente".
Uno de los elementos fundamentales para la absoluci¨®n de Valent¨ªn G.G. fue que sus caracter¨ªsticas f¨ªsicas no coincid¨ªan con la descripci¨®n hecha por la v¨ªctima. "Valent¨ªn para m¨ª es casta?o porque sus ojos no son claros y su pelo no es rubio n¨®rdico. Y le veo grande; en el momento de la violaci¨®n me pareci¨® alto, por eso lo dije, aunque luego han dicho que no llega al 1,70".
Se ha acostumbrado a ser la perdedora en este caso y se queja resignada de que hasta hora nadie le haya cre¨ªdo. Arremete contra la ministra de Justicia, Margarita Mariscal de Gante, contra el ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, y contra los polic¨ªas que la abandonaron a su suerte. "Me gustar¨ªa tener el don divino de olvidar y perdonar, pero no lo tengo, y no lo voy a tener jam¨¢s, jam¨¢s".
Quiz¨¢ por eso, Rita guarda despu¨¦s de cuatro a?os, en una bolsa arrojada en un armario la ropa que llevaba aquella noche de agosto. "No he podido volver a verla, pero la guardo".
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