Peque?a historia de un aviador nocturno
Los pilotos aliados extreman las cautelas, deben pedir luz verde incluso antes de lanzar cada bomba
![Xavier Vidal-Folch](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Faedae0bb-0d6e-459f-9dfe-2706e5fe4722.png?auth=a063b8a6c517022901a88a95f4c1505572e8da3a560efb661a27e9349d5e2921&width=100&height=100&smart=true)
ENVIADO ESPECIALEn la base militar de Aviano, la principal plataforma de la campa?a aliada, junto a Venecia, estallan los contrastes. El recortado c¨¦sped linda con las pistas de aterrizaje. Proliferan las amapolas, venteadas por el continuo subir y bajar de los m¨¢s sofisticados y mort¨ªferos aviones de guerra. La gravedad de los rostros se encara a la belleza del paisaje alpino. Un cafarna¨²m de estruendos rompe cada dos minutos el ordenado silencio de la milicia tecnol¨®gica, cuya potencia y precisi¨®n abruman incluso al m¨¢s encendido partidario de la batalla por la liberaci¨®n de los kosovares. Aqu¨ª se preparan y duermen, de aqu¨ª salen los pilotos. Algunos parecen casi ni?os. Conducen los mejores aparatos. Pero arriesgan la vida. De d¨ªa y de noche.
Aviano alberga capacidad para un centenar de aviones, de reconocimiento y de bombardeo. Ahora hay 190: F-16, F-18, Strike-Eagle, Predator, Prowler y otros nombres rimbombantes... Desbordan los hangares cuidadosamente iluminados. Campan al raso, prietos como en un estacionamiento de autom¨®viles.
Doce bases
Adem¨¢s del ruido, lo que m¨¢s sorprende es esa densidad. Como impresiona el omnipresente mapa de las bases utilizadas en este pa¨ªs por la operaci¨®n Fuerza Aliada. Son 12, Sigonella, Gioia del Colle, Vicenza, Aviano..., en el sucinto espacio de esta breve pen¨ªnsula. Doce morones-de-la-frontera. S¨®lo eso ilustra mejor que cualquier discurso las tensiones pol¨ªticas que la campa?a de la OTAN suscita en Italia. Y recuerda sus profundas ra¨ªces atlantistas, no en vano Eisenhower la liber¨® del fascismo, mientras que a?os despu¨¦s se paseaba con el caudillo espa?ol, Francisco Franco, en Rolls por la Castellana. Tambi¨¦n estas diferencias se palpan bajo el ajetreo de Aviano.
D.C. es uno de los 4.000 habitantes de la base. Naci¨® en Kentucky. Tiene 29 a?os y rostro de 17. Usa seud¨®nimo, como todos sus colegas, imperativo de la seguridad. Vuela de noche. Tras seis a?os de preparaci¨®n y entrenamiento, ¨¦sta es su primera campa?a de fuego real. Cuando le preguntas por el momento de mayor tensi¨®n, responde, denso y parco, con un deje de temblor controlado: "Cada vez que cruzo la frontera". Y lo hace con bastante frecuencia, cuatro o cinco veces por semana. Es el momento, los momentos de la verdad, del todo o nada.
?Por qu¨¦ est¨¢ aqu¨ª? Para servir "a mi pa¨ªs, que est¨¢ involucrado en esto" y "porque me gusta volar". A D.C. le sorprende que con el nivel de impactos logrados diariamente, la resistencia de las fuerzas del dictador de Belgrado "est¨¦ durando tanto". El joven de Kentucky no dispara, protege a sus colegas. Pilota un EA6-B/Prowler, un aparato que emite se?ales electr¨®nicas destinadas a descuajaringar los radares enemigos. Todos los d¨ªas se prepara en sesiones de planificaci¨®n t¨¢ctica, de una a tres horas, la concreci¨®n detallada de los planes estrat¨¦gicos, elaborados en Mons (B¨¦lgica) y Vicenza, cuya elaboraci¨®n requiere tres d¨ªas de trabajo por operaci¨®n. Estas sesiones se traducen en misiones con una horquilla de entre tres y siete horas. D.C. no dispara, pero arriesga. Debe permanecer en la escuadrilla de ataque, desorganizando las defensas serbias, mientras los dem¨¢s apuntan a los blancos, hasta el final.
El joven parco en palabras asegura que "los controles se han multiplicado" para evitar al m¨¢ximo las v¨ªctimas entre la poblaci¨®n civil. No cree protagonizar una guerra apasionada, no adhiere pegatinas o leyendas a su fuselaje, como suced¨ªa en las dos ¨¦picas guerras mundiales. En realidad, no tiene avi¨®n propio, se rota entre los distintos miembros de la escuadrilla. D.C. cree participar en una guerra precisa y limpia.
20.000 misiones
Si se le inquiere por qu¨¦ tipo de apoyo prestan los pilotos a sus colegas envueltos en uno de los casos de error o desgracia, responde, algo sorprendido: "No conozco a ninguno". Cuesti¨®n de estad¨ªstica. Son miles, han realizado m¨¢s de 20.000 misiones, mientras los "da?os colaterales", aparatosos y lamentables, apenas alcanzan la docena.
Pero es que adem¨¢s, los pilotos aliados no s¨®lo est¨¢n centrados en el adversario, sino concentrados sobre ¨¦l: "?sta es una campa?a contra las fuerzas serbias", recuerda D.C. Mientras otros aviones despegan rugiendo, intermitentes, su jefe, el coronel Duke -tambi¨¦n seud¨®nimo-, cincuent¨®n, es el ¨²nico que no se tapa los o¨ªdos, una cuesti¨®n de veteran¨ªa.
Tambi¨¦n para Duke la precisi¨®n es, tras la autoprotecci¨®n, el principal mandamiento. "Antes de bombardear un objetivo, debemos pedir permiso, y para obtenerlo, estamos obligados a describir con todo detalle su tama?o, color, apariencia, entorno, si se aprecia o no la presencia de civiles en las cercan¨ªas", explica. "En algunos casos, m¨¢s delicados, hay que pedir permiso previo para cada bomba", detalla. Sucede as¨ª, por ejemplo, con los puentes. "Pese a todo, a veces nos resulta imposible adivinar que Milosevic ha infiltrado escudos humanos", lamenta.
Duke es m¨¢s contundente que su disc¨ªpulo. Aviador orgulloso de su especialidad, desea, como casi todos los uniformados -aunque a muchos les cuesta confesarlo ante terceros-, que las tropas de tierra entren en acci¨®n. "Entre ambas fuerzas, atacar¨ªamos de verdad, y esto se acabar¨ªa pronto", musita. "Pero eso s¨ª, que se sepa que entonces habr¨ªa muertos, de los nuestros", alerta.
Detr¨¢s, el sol se pone, entre los Alpes nevados, mientras tiemblan las amapolas.
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