Quebrantamientos de la etiqueta
De repente se acumula un largo suma y sigue de roturas de la etiqueta taurina en Las Ventas. Por ejemplo, el capote de paseo de un matador colgado el d¨ªa 14 de mayo, en el burladero de los delegados de la autoridad que -por cierto- aplaud¨ªan a rabiar. En el callej¨®n no se debe aplaudir nunca, porque quienes ocupan sus burladeros son "tifus", esto es: no pagan. Y por ello no deben silbar, ni pedir orejas. Nada menos que 30 asientos de burladeros tiene la Comunidad de Madrid, m¨¢s la Delegaci¨®n del Gobierno, los veterinarios, los apoderados, los fot¨®grafos y la empresa. La empresa se deja ver poco por su burladero, o sea, ni los Lozano ni Manolo Cano, ocupados como est¨¢n durante la corrida en los remiendos, arreglos, sustituciones, brega con la autoridad y dem¨¢s apa?os. Algunos dicen que ven la corrida por circuito cerrado.Los monosabios de la nueva empresa de caballos lucen faja roja que nunca se llev¨® en Madrid; siempre fue amarilla. Cada plaza tiene su distintivo, que va desde la indumentaria del personal hasta los n¨²meros de la barrera. Es el indicativo para las fotos y para la posteridad. Los mulilleros hace tiempo que perdieron sus chaquetillas cortas y ahora van con sus camisillas de tres al cuarto. El jefecillo de los mulilleros pulula por el callej¨®n y pide abiertamente -a trav¨¦s de su tr¨¢quea operada- a apoderados y mozos de espadas su propina por retener las mulillas cuando la petici¨®n de orejas es tibia, para que el p¨²blico se enardezca solito y claudique el presidente.
A nada que haya una orejita, se persona en la zona de cuadrillas un hondero servicial, agente oficioso del taxidermista, que pregunta: ?Le reservo la cabeza para disecar?
El timbalero a¨²n no se ha aprendido el toque tradicional de Madrid. S¨®lo golpea un timbal y en el centro. Cuatro clarineros hay, cuatro, y los movieron del tendido cinco al cuatro para aliviarles algo el sol. Antes eran dos y no se dorm¨ªan. El maestro de la banda -¨²nico en muchos a?os que tiene fans- alterna los pasodobles conocidos con los propios para cobrar de la Sociedad de Autores. Es una comprensible forma de suplementar la modesta paga; todos sus antecesores lo hicieron. El actual, por lo menos, dirige a sus m¨²sicos en Nerva casi tan bien como Trist¨¢n el de la Maestranza.
Rompen la etiqueta los banderilleros, que se saltan alevosamente el Reglamento y cuando pasan en falso remolonean cerca de la barrera para que sea su compa?ero el que vaya al toro, a "tragar paquete". Tampoco queda muy cort¨¦s que el matador est¨¦ preparado para correr a brindar -espada y muleta en mano- mientras los banderilleros est¨¢n a¨²n pareando.
Quiebran la etiqueta de la tradici¨®n los alguacilillos que -ignorantes de lo que significa el galope- llevan sus caballos al paso hasta la Puerta de Madrid al finalizar sus idas y venidas. La salida debe ser al galope, como s¨ªmbolo del antiguo y verdadero despeje de plaza. Claro que los dos pobri?os de Madrid han aprendido s¨®lo los abrazos de las entregas de las orejas y no han repasado sus habilidades h¨ªpicas.
Poco a poco se va deteriorando la etiqueta en nuestra Plaza de Las Ventas. ?Oiga! ?Y no encuentra usted nada positivo? S¨ª; las se?oras que fueron al palco 8 de mantilla el d¨ªa de San Isidro, el nuevo chulo de banderillas que va impecable y el cuidado atuendo de los areneros, por ejemplo.
Menos mal que no hemos ca¨ªdo en lo de las pe?as que bajan al ruedo a colgarle un pa?uelico al cuello del matador triunfante o en la nube de fot¨®grafos retratando el pase¨ªllo desde el ruedo.
Pero si sigue apareciendo por el callej¨®n el del cable del micr¨®fono de televisi¨®n en short, o sigue equivoc¨¢ndose el del cartel anunciador del toro, o siguen saliendo picadores con castore?o de pl¨¢stico, cualquier d¨ªa de estos me temo que sacan al puntillero en ch¨¢ndal.
Babelia
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