El perd¨®n
V¨¢lganos el cielo: ahora nos estamos enemistando con los chinos. Desde que cay¨® la URSS, Occidente carec¨ªa de un enemigo oficial. Hemos probado a partirnos la cara con los ¨¢rabes, pero, dado que los pueblos musulmanes poseen pelajes muy distintos, fue imposible convertirlos en adversarios ¨²nicos. Los 1.200 millones de chinos, sin embargo, pueden ser unos perfectos y poderosos antagonistas. Yo creo que podemos fabricar muchas bombas nuevas pensando en los chinos; y ellos pueden ensamblar montones de cabezas nucleares pensando en nosotros. M¨¢s madera, esto es la guerra. Es el conflicto eterno, la miseria moral de los humanos.Ni?os serbios gritando de terror bajo los bombardeos en Belgrado, ni?os kosovares enmudecidos por el trauma de haber visto c¨®mo los serbios violaban y degollaban a sus madres, ni?os de Sierra Leona con las manos y los labios amputados. Asco de mundo. Desalienta pensar que, desde el principio de los tiempos, la vida humana parece haber estado regida por la ambici¨®n de poder m¨¢s violenta y can¨ªbal. Los pueblos podr¨ªan haber intentado construir sus destinos compartiendo las cosas unos con otros, pero no, siempre triunf¨® el deseo de aplastar al vecino. Desde el veneno renacentista al gas mostaza, la cuesti¨®n ha consistido en sojuzgar y aniquilar a los dem¨¢s. La historia de la humanidad es paranoica.
Por no citar el nivel de refinada malignidad que desplegamos. Tambi¨¦n los animales pueden ser crueles, al igual que los ni?os. Pero tanto unos como otros poseen una suerte de inocencia que les redime: les compadecemos y perdonamos justamente por sus limitaciones. En cambio, los adultos somos atroces. Me pregunto si en alg¨²n conf¨ªn del Universo pueden existir unos seres superiores capaces de contemplarnos como si fu¨¦ramos ni?os. ?Se apiadar¨ªan de nosotros? ?O quiz¨¢ ya estamos m¨¢s all¨¢ de todo perd¨®n y toda excusa?
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