Cornada de 15 cent¨ªmetros desde el muslo hasta la cadera
Rara. La tarde se vivi¨® desapacible. "Cuando hay una cornada, todo resulta diferente", dice El Cordob¨¦s. Cambia el orden. Y no s¨®lo el de lidia. Las cuadrillas desordenan su normal discurrir por el albero y el centro del ruedo se traslada a la enfermer¨ªa. Apenas daban las nueve y Miguel Abell¨¢n, con una herida de pron¨®stico grave, sal¨ªa en ambulancia rumbo a la cl¨ªnica de la Fraternidad. Detr¨¢s dejaba un bullir de conversaciones apresuradas alrededor de lo ¨²nico que importa. "Es grave", dec¨ªa el primero en abandonar la antesala del quir¨®fano. "Parece limpia", a?ad¨ªa el segundo. Y as¨ª, en una confusi¨®n de nervios y esperanzas masticadas con inquietud. Poco m¨¢s tarde, las primeras palabras tranquilizadoras las pronunciaba el apoderado del diestro madrile?o, ?scar Chopera: "La cornada ha penetrado entre la vejiga y el recto, y parece que no ha roto nada". Un minuto despu¨¦s, el parte m¨¦dico: "Herida por asta de toro en tercio superior, cara interna, del muslo izquierdo, con una trayectoria de 15 cent¨ªmetros, que alcanza el isqui¨®n..."."Le ha pasado desde la pierna a la cadera". Las traducciones de los textos facultativos, a veces, duelen.
Sin fuerza
"Los toros han sido nobles, con calidad... Pero sin fuerza. Es l¨®gico que la gente se haya enfadado. Por lo dem¨¢s, el p¨²blico de Madrid es as¨ª, y como tal hay que aceptarlo", inicia El Cordob¨¦s en un amago de resultado. Las palabras de Morante de la Puebla son algo m¨¢s rotundas: "No ha embestido ninguno. La verdad es que el encierro no ha valido nada. El de Sevilla [de Daniel Ruiz] fue malo. ?ste, igual o peor".En sinton¨ªa con lo apenas declarado, el primero se exhibe contento ("sobre todo con la reacci¨®n del p¨²blico", insiste), y su compa?ero en sim¨¦trico ant¨®nimo, "descontento". "El sobrero de Sorando", contin¨²a El Cordob¨¦s, "era emocionante, pero con una embestida muy incierta. Era muy dif¨ªcil templarlo. Iba con la cara abajo, y cuando se arrancaba, lo hac¨ªa descompuesto. Comprendo, y pido perd¨®n por ello, que la gente se enfadara con los enganchones, pero...", y en el pero deja un rosario de dificultades de dif¨ªcil digesti¨®n.
"Topaban, no embest¨ªan", toma la palabra el descontento, "escarbaban, se quedaban... Imposible. Adem¨¢s ten¨ªan mucho peligro. Al ser tan deslucidos, la gente no repara en esto. Pegaban unos tornillazos, de pura falta de fuerza, que impon¨ªan.
Puestos a rescatar algo, El Cordob¨¦s se queda con su disposici¨®n ("las ganas han llegado al tendido..., l¨¢stima de enganchones"); el sevillano... duda y acierta a citar el capote. Eso s¨ª, sin ense?ar el m¨¢s m¨ªnimo amago de entusiasmo: "Ha sido todo tan raro".
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