Un Consejo de Sabios contra el par¨®n en la UE
Tanto si se trata de crisis en sus fronteras exteriores, como de la escasa eficiencia de los procesos de decisiones dom¨¦sticas, la Uni¨®n Europea s¨®lo suele reaccionar cuando se ve acuciada por la presi¨®n, como puede deducirse de los m¨¢s de cincuenta a?os de historia de integraci¨®n europea. La guerra de Kosovo es el ejemplo m¨¢s reciente y sin duda m¨¢s claro. Probablemente la causa estriba en la naturaleza de la cuesti¨®n, es decir, hacer que quince Estados miembros, con sus respectivos intereses nacionales, coincidan en un denominador com¨²n. Antes de cada ronda de reformas, cualquier soluci¨®n parece lejana. Es lo que ocurre con las reformas institucionales, ahora tan urgentes. Aunque la entrada en vigor del Tratado de Amsterdam y la aprobaci¨®n de la Agenda 2000 en el primer semestre de este a?o constituyen unas l¨ªneas importantes a seguir, todav¨ªa permanecen sin respuesta una serie de complejas cuestiones. El tiempo apremia y es necesario abordar los principales puntos d¨¦biles, de sobra conocidos por los Gobiernos de los Estados miembros. Diez pa¨ªses del Centro y del Este de Europa, as¨ª como Chipre, ya han sido incluidos en el proceso de admisi¨®n. Si en una Uni¨®n Europea de 15 miembros, el consenso para llevar a cabo reformas profundas resulta dif¨ªcil pero posible, en una Uni¨®n de 20 o m¨¢s Estados miembros es casi inimaginable.Los jefes de Estado y de Gobierno reunidos hoy y ma?ana en Colonia bajo la presidencia alemana son conscientes de ello. El primer punto del orden del d¨ªa es la preparaci¨®n del calendario y de la agenda para la pr¨®xima conferencia europea que deber¨¢ centrarse en la nueva configuraci¨®n del sistema institucional y de los procesos de decisi¨®n. Es indudable que, si la Uni¨®n Europea pretende seguir manteniendo su capacidad de actuaci¨®n a largo plazo, tiene que otorgar la mayor prioridad a esta tarea. Porque el Tratado de Amsterdam no logr¨® una simplificaci¨®n de los procesos de decisi¨®n ni una mayor transparencia, a pesar de que todos los participantes pusieron sobre la mesa unas propuestas orientadoras al respecto en el marco de las negociaciones. Y, sobre todo, no se alcanz¨® uno de los objetivos marcados: preparar la Uni¨®n para la entrada de los Estados del Centro y del Este de Europa. Quedan abiertas cuestiones como la ampliaci¨®n de la decisi¨®n por mayor¨ªa como procedimiento regular, la nueva ponderaci¨®n de los votos en el Consejo y la limitaci¨®n del n¨²mero de comisarios en una Uni¨®n ampliada.
Con todo, ?c¨®mo puede salvarse la laguna que separa el fortalecimiento de la capacidad de actuaci¨®n de Europa, por una parte, y la salvaguardia de los intereses de los Estados miembros, por otra? La soluci¨®n podr¨ªa ser un Consejo de Sabios independiente. La ¨²ltima palabra en este asunto la tienen los jefes de Estado y de Gobierno, que podr¨ªan decidir en Colonia la creaci¨®n de un ¨®rgano as¨ª para preparar la decisi¨®n sobre las reformas institucionales. Es bastante probable que la idea salga adelante, siempre y cuando dicho Consejo se rija por unas bases definidas con claridad meridiana, que consistir¨ªan en un mandato limitado en el tiempo, en una precisa designaci¨®n de sus tareas y en una dotaci¨®n de personal independiente y de n¨²mero limitado. Tiene que quedar claro que dicho mandato se conferir¨ªa expresamente para preparar la pr¨®xima conferencia europea. El grupo deber¨ªa comenzar de inmediato para concluir sus trabajos a comienzos del a?o pr¨®ximo como muy tarde, pues la siguiente conferencia europea est¨¢ prevista a finales del a?o 2000, bajo presidencia francesa. En cuanto al contenido, el Consejo de Sabios deber¨ªa limitarse a la b¨²squeda de un compromiso firme de reforma de las instituciones y de los procedimientos de decisi¨®n. No se trata de crear nuevos modelos, sino de construir sobre las soluciones tratadas en Amsterdam, que deber¨¢n ser complementadas para conseguir anudar un paquete que unifique el pragmatismo pol¨ªtico y las necesidades objetivas de reforma. Es evidente que un acto de equilibrio tan complejo s¨®lo es posible bajo la direcci¨®n de un pol¨ªtico experimentado y reconocido en toda Europa. Por consiguiente, la direcci¨®n del Consejo de Sabios deber¨ªa confiarse a una personalidad que no ocupe puesto oficial alguno, como Jacques Delors, anterior presidente de la Comisi¨®n Europea, o Felipe Gonz¨¢lez, ex presidente del Gobierno espa?ol. Este m¨¦todo de preparaci¨®n de una decisi¨®n ya se ha acreditado en varias ocasiones. A mediados de los a?os ochenta surgieron los informes Dooge, Adonino y Cecchini, bajo la presidencia de sus mismos creadores. Jacques Delors, como presidente de la Comisi¨®n, present¨® en 1989 el informe Delors. La Comisi¨®n, que preve¨ªa la creaci¨®n de una uni¨®n econ¨®mica y monetaria en tres pasos, estaba presidida por el propio Delors, acompa?ado de los presidentes de los bancos centrales de la UE y de expertos independientes. Sin embargo, como en este caso el Consejo de Sabios deber¨¢ centrarse en las reformas institucionales, queda descartado el nombramiento de Romano Prodi, futuro presidente de la Comisi¨®n, como su responsable. No obstante, si el objetivo fuera apoyar al Consejo de Sabios con un grupo de reflexi¨®n interinstitucional -compuesto de representantes del Gobierno, del Parlamento y de la Comisi¨®n-, Prodi podr¨ªa hacerse cargo de la direcci¨®n. Hay que tener en cuenta que el grupo de reflexi¨®n interinstitucional convocado en la fase previa a la Conferencia Europea de Amsterdam requiri¨® 15 meses de preparativos, y que un Consejo de Sabios seguramente trabajar¨ªa con m¨¢s flexibilidad y rapidez.
Sea quien sea el responsable de un consejo de estas caracter¨ªsticas, el n¨²mero de sus miembros deber¨ªa reducirse al m¨ªnimo. Adem¨¢s del presidente, a este c¨ªrculo deber¨ªan pertenecer no m¨¢s de cuatro o cinco expertos del mundo de la pol¨ªtica y de la ciencia. El nombramiento de estos miembros deber¨¢ corrresponder al presidente. Si cada Estado de la UE nombrara a un miembro, s¨®lo se estar¨ªa convocando una conferencia europea previa a la verdadera conferencia europea, lo cual resultar¨ªa una estrategia poco prometedora, pues no s¨®lo constituir¨ªa una duplicaci¨®n institucional, sino tambi¨¦n una repetici¨®n del contenido de las posiciones nacionales ya conocidas.
Sobre esta base, la creaci¨®n de un consejo independiente tiene mucho sentido. En las precisas circunstancias actuales es m¨¢s necesario alcanzar compromisos fuera que dentro de las instancias establecidas. E incluso aunque los jefes de Estado y de Gobierno no pudieran adoptar todas las propuestas de dicho consejo en el marco de la pr¨®xima Conferencia de Gobierno, es de suponer que un grupo as¨ª aportar¨ªa ideas innovadoras. Si dependiera de la voluntad de algunos diputados del Parlamento Europeo, las conferencias europeas ser¨ªan cosa del pasado, y en su lugar, un Consejo de Sabios independiente presentar¨ªa sus propuestas de reformas directamente al Parlamento. Pero ello significar¨ªa una modificaci¨®n del Tratado, para la cual, hoy por hoy, no puede conseguirse mayor¨ªa alguna.
Naturalmente, habr¨¢ que contar con voces cr¨ªticas que pongan en tela de juicio la legitimidad democr¨¢tica del Consejo de Sabios. Este debate ya surgi¨® con la creaci¨®n de un consejo de sabios para investigar las acusaciones de fraude, mala gesti¨®n y favoritismo contra la Comisi¨®n Europea. Las cr¨ªticas enmudecieron r¨¢pidamente despu¨¦s de que el grupo consiguiera concluir sus investigaciones con ¨¦xito en el corto plazo de seis semanas.
La presi¨®n reformista crece y no se vislumbra ning¨²n compromiso firme. ?Qu¨¦ pueden perder los jefes de Estado y de Gobierno nombrando un Consejo de Sabios que destaque por su independencia personal y su competencia objetiva?
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