Miguel Artola
Tras la jubilaci¨®n, le invade la prisa, porque no le ha afectado al ritmo de trabajo ni al ansia de conocer lo que ocurri¨®, antes que sucediera, y su porqu¨¦. Miguel Artola (San Sebasti¨¢n, 1923) ha publicado un voluminoso libro -La monarqu¨ªa en Espa?a-, al que presuntamente van a suceder peque?os libros (es decir, condensados) sobre otros asuntos que le preocupan sobremanera, el constitucionalismo, de forma inmediata, y dem¨¢s cuestiones que reclaman menos pronunciamientos y mayores conocimientos. Miguel Artola ha reflexionado sobre la monarqu¨ªa con la libertad como punto de partida: sin un caj¨®n de fichas sobre la mesa, sino y¨¦ndolas a buscar cuando era necesario. Una apelaci¨®n al estilo unamuniano que propon¨ªa aquello de escribir sin saber a d¨®nde se iba a llegar. Miguel Artola resulta un investigador infatigable; riguroso, pero no espeso, especializado en la Espa?a contempor¨¢nea que, en realidad, es decir en la historia general, porque los pol¨ªticos se diferencian de los historiadores en que aquellos parten de la historia en adelante y estos viajan del hecho hist¨®rico hacia atr¨¢s. Algo as¨ª como una historia aplicada, en el primer caso, y una historia explicada en el segundo. El siglo XIX, el liberalismo, parece sugerir su territorio profesional, aunque resulte en realidad un crisol hist¨®rico lo suficientemente amplio como para comprender que queda mucho por hacer. Y tiene prisa. Como prisa hab¨ªa en aquella ¨¦poca en la que la devoci¨®n por la historia explicada de Artola conviv¨ªa con la obligaci¨®n, para una parte de la juventud espa?ola, de leer a Marta Hanecker, informarse y/o documentarse en Ruedo Ib¨¦rico y rebuscar la otra visi¨®n econ¨®mica con Ram¨®n Tamames. Miguel Artola, doctor en Filosof¨ªa y Letras, era en los a?os sesenta catedr¨¢tico en Salamanca y posteriormente en la Aut¨®noma de Madrid. En aquel tiempo, dos libros suyos dejaron una huella singular: Los afrancesados y La burgues¨ªa revolucionaria 1808-1869. Pero, a diferencia de lo que ocurre en otros casos (autores o libros de culto de una ¨¦poca determinada), Artola explicitaba una trayectoria que contin¨²a con la misma vitalidad acad¨¦mica y social en id¨¦ntica l¨ªnea recta. No era culto, sino necesidad, antes y ahora, de conocer la historia m¨¢s all¨¢ de la certeza, m¨¢s ac¨¢ de las motivaciones. Desde entonces hasta ahora, todas las presencias p¨²blicas de Artola han tenido como objeto su trabajo. Cada entrevista se convierte en un debate, en una conversaci¨®n o en una lecci¨®n de historia (en funci¨®n de la equidistancia que el interlocutor quiera mantener). Todo un dato. El historiador no pierde una sola de las coordenadas por mucho que la laboriosidad de trabajo se enfrente en ocasiones a la inmediatez de los medios de comunicaci¨®n. Su magisterio tambi¨¦n alcanza a las circunstancias m¨¢s cotidianas y masivas. "Vocaci¨®n ejemplar" Artola, quien fue director del Instituto de Espa?a (foro que re¨²ne a las ocho reales academias que existen en Espa?a), recibi¨® en 1991 el Premio Pr¨ªncipe de Asturias de Ciencias Sociales, que destacaba "una vocaci¨®n ejemplar de investigaci¨®n hist¨®rica y docencia sobre cuestiones y episodios de importancia b¨¢sica en la gesti¨®n de la Espa?a Contempor¨¢nea". Este profesor-investigador donostiarra recibi¨® tambi¨¦n, en 1993, la distinci¨®n de la Universidad del Pa¨ªs Vasco, que le nombr¨® doctor honoris causa, en tanto la Universidad Aut¨®noma le tributaba un homenaje el mismo a?o. Casado y padre de cuatro hijos, encuentra cada d¨ªa un argumento sin explorar en la historia de Espa?a. Los efectos del lobby vasco en la monarqu¨ªa espa?ola, el constitucionalismo -"la Constituci¨®n no se puede contemplar como una imagen puramente doctrinal", declaraba el pasado mes de mayo en una entrevista a EL PA?S- que ya est¨¢ en marcha, y tantos otros asuntos que permitan explorar los porqu¨¦s de los acontecimientos. La vocaci¨®n parece obvia. A punto de cumplir 76 a?os, no se ha debilitado un ¨¢pice, ni encuentra culminaci¨®n alguna en lo que hace. El trabajo es el otro fundamento de la vitalidad. Lo dice alto y claro cada vez que alguien le pregunta: "No s¨¦ vivir de otra manera. Si no trabajo..." Y as¨ª desde aquella primera clase, desde aquel primer libro.
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