La tercera oportunidad
?lvarez del Manzano consigue de nuevo la mayor¨ªa absoluta en Madrid, pese a terminar su mandato entre esc¨¢ndalos
![Jos¨¦ Manuel Romero](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fb265938e-cd4f-4d37-92d5-821dd2616571.png?auth=230b533e117446ffd65338f6854a06eb3e1eebc5a849f4060f0e4daea797c4da&width=100&height=100&smart=true)
El menudo concejal de Limpieza de Madrid se llama Luis Molina y milita en el PP desde siempre. Ahora est¨¢ en funciones y pronto ser¨¢ ex concejal, pues le quitaron de las listas. Hace unas semanas visit¨® el despacho del socialista Juan Barranco para contarle un secreto. "Yo no soy un corrupto", le solt¨®. Cuando Barranco supo qu¨¦ inquietaba a Molina, coment¨®: "Intu¨ªa que la descomposici¨®n del gobierno municipal era grande..., pero no hasta el punto del ?s¨¢lvese quien pueda!". Molina intentaba convencer de su honradez a la oposici¨®n para frenar la loca carrera de un libelo infamatorio que circulaba por la Casa de la Villa y donde se contaba que las empresas privadas encargadas de la limpieza de la ciudad le hab¨ªan regalado un chal¨¦ en la sierra madrile?a a cambio de concesiones multimillonarias. El concejal enjuto carg¨® con las facturas del alquiler de la supuesta casa regalada para demostrar a Barranco su limpia trayectoria pol¨ªtica.
Se decidi¨® a rendir cuentas ante Barranco cuando por los pasillos municipales se desparramaban historias sobre los negocios privados de su compa?ero Enrique Villoria, concejal de Madrid de toda la vida (se estren¨® con el franquismo) y jefe de las obras municipales durante una d¨¦cada de poder popular.
Aquellos d¨ªas previos a la confidencia de Molina, los concejales supieron, por los peri¨®dicos, que Villoria ten¨ªa un floreciente negocio de distribuci¨®n de alimentos fundado en 1994 (cuando ya llevaba seis a?os de poder municipal). La empresa que presid¨ªa, Denver Europa, vend¨ªa sus productos a algunos contratistas municipales.
El alcalde, Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano, consider¨® menos grave que su principal colaborador experto en t¨²neles listos para inaugurar presidiese un negocio privado. Con sus frases exculpatorias -"no me preocupa que Villoria venda caramelos", declar¨®-, el regidor respald¨® un modo de actuar en la administraci¨®n p¨²blica que rozaba lo ilegal: la misma persona que adjudicaba contratos municipales a empresas privadas pod¨ªa vender los productos de su negocio privado a esas mismas empresas sin que existiera el m¨¢s m¨ªnimo control.
?lvarez del Manzano defendi¨® con tanto entusiasmo a su concejal-empresario que Villoria dimiti¨® s¨®lo unos d¨ªas despu¨¦s. Era el segundo alto cargo municipal que dejaba el Ayuntamiento. La defensa del alcalde quiz¨¢ tuvo que ver con su propia experiencia. ?lvarez del Manzano es, aunque nunca lo hab¨ªa contado, promotor inmobiliario en Majadahonda desde 1987, cuando compr¨® el 5% de una inmobiliaria llamada Incoda y cuyos beneficios rozaron los 100 millones de pesetas el ¨²ltimo a?o.
Un mes antes de la ca¨ªda del superconcejal de Obras abandon¨® su puesto otro de los pilares de la gesti¨®n municipal: Pedro Areitio, ex jefe de servicio de Obras (1991-1995) y ex jefe de servicios de Tr¨¢fico y Circulaci¨®n. Ces¨® Areitio por un accidente de tr¨¢fico: choc¨® a medianoche con otro veh¨ªculo que estaba aparcado en la carrera de San Jer¨®nimo cuando conduc¨ªa sin carn¨¦, ni seguro ni documentaci¨®n del coche.
El alcalde perd¨ªa a uno de sus m¨¢s esforzados y competentes colaboradores. Desde su despacho del ¨¢rea de Tr¨¢fico, Areitio se encarg¨® de la defensa del caso Aravaca, unas recalificaciones de suelo junto al monte de El Pardo que le han costado al alcalde una querella de los vecinos admitida a tr¨¢mite.
La respuesta municipal al informe de los peritos del caso Aravaca no se prepar¨® en la concejal¨ªa de Urbanismo, como hubiera sido l¨®gico, sino desde el despacho de Areitio por expreso deseo del alcalde. Areitio envi¨® en varias ocasiones a EL PA?S sus conclusiones sobre los errores de los peritos. Mientras, Urbanismo guardaba silencio. Un peque?o s¨ªntoma de un grave problema de entendimiento.
El equipo municipal estuvo siempre dividido porque nunca fue un equipo. A diferencia del Gobierno regional o nacional, donde los consejeros o ministros no deben ser obligatoriamente diputados y los elige el presidente, en el gobierno municipal el alcalde tiene que funcionar con los concejales que, en muchos casos, le imponen desde distintos despachos de poder del partido.
En la alineaci¨®n titular del PP que gobern¨® la capital entre junio de 1995 y junio de 1999 hubo fieles al alcalde (pocos), amigos del alcalde (dos), ambiciosos por la alcald¨ªa (algunos), "enchufados por G¨¦nova" (colocados por la direcci¨®n regional o nacional del PP) y veteranos cabreados por el desprecio de los que ahora mandan en el partido.
Con esos mimbres, ?lvarez del Manzano teji¨® un cesto lleno de agujeros. Y eso que el partido le limpi¨® el equipo de viejas guardias para evitar m¨¢s p¨¦rdidas en un viaje de cuatro a?os. El PP manej¨® m¨¢s de un bill¨®n de pesetas desde 1995 para gobernar en Madrid. El alcalde fracas¨® en alguno de sus empe?os principales, adem¨¢s de concluir su segundo mandato consecutivo entre esc¨¢ndalos por el deficiente funcionamiento de los servicios municipales o de alg¨²n concejal.
Para ser m¨¢s eficaces, los populares idearon f¨®rmulas privatizadoras que fracasaron. La entrega de la gesti¨®n de los polideportivos a empresas privadas, que el PP present¨® como una receta m¨¢gica para mejorar el funcionamiento de estas instalaciones ahorrando dinero, se par¨® ante los malos resultados.
Un palacio de hielo que iban a pagar los privados en Hortaleza, seg¨²n la f¨®rmula ideada por Villoria, lleva empantanado tres a?os y ha terminado en los tribunales de Justicia.
Eligi¨® ?lvarez del Manzano y su destacamento de privatizadores a una multinacional americana, EDS, para notificar las multas y recaudar m¨¢s. La experiencia acab¨® en tragedia: falsificaci¨®n de firmas, invenci¨®n de testigos, incumplimiento de procedimientos administrativos...
La f¨®rmula del PP para gobernar Madrid consisti¨® en poner los asuntos p¨²blicos en manos privadas: los t¨²neles sal¨ªan gratis porque les regalaban aparcamientos a las constructoras; con el mobiliario urbano ganaban unos millones porque les prestaban a las empresas miles de metros de espacios publicitarios en las calles; la reforma de algunas plazas no costaba nada a cambio de gigantescas pancartas de publicidad...
Y si se paralizaban proyectos importantes por falta de dinero municipal o de inter¨¦s privado (como el polideportivo siempre prometido y nunca hecho en los cuarteles de Dao¨ªz y Velarde), nunca pasaba nada. Aunque no escatimaron ni una peseta para comprarle al Real Madrid, por 2.250 millones, terrenos que no necesitaban en el paseo de la Castellana.
Con los recursos de los particulares contra las multas municipales tambi¨¦n se estrellaron. Un ciudadano tozudo demostr¨® que hab¨ªan falseado la firma de un polic¨ªa municipal en su expediente y la chapuza emergi¨® con una fuerza colosal, pese a que el PP neg¨® al principio que se tratase de una pr¨¢ctica habitual en la administraci¨®n que gestionaban. Son -a¨²n los est¨¢n contando- cientos o miles de expedientes en los que unos agentes municipales hab¨ªan firmado por otros.
La eficacia en la ejecuci¨®n del presupuesto se bas¨® en dejar sin gastar miles de millones del cap¨ªtulo de inversiones. Se hicieron menos cosas de las previstas, pero el concejal de Hacienda pudo presumir de cerrar sus cuentas con beneficios.
Con ese sistema y unos presupuestos siempre austeros, el PP consigui¨® controlar la deuda, desbocada desde que el fallecido alcalde Agust¨ªn Rodr¨ªguez Sahag¨²n apost¨® por la veloz construcci¨®n de t¨²neles subterr¨¢neos sin reparar en costes.
Durante los ¨²ltimos cuatro a?os, ?lvarez del Manzano no subi¨® los impuestos. Para congelar la carga fiscal municipal, el alcalde tuvo que quitar de la concejal¨ªa de Hacienda a Fernando L¨®pez Amor, un inspector fiscal que, cuando militaba en el CDS, investig¨® ilegalmente a un compa?ero de partido (el concejal Francisco Javier Soto) que hab¨ªa decidido apoyar al Gobierno socialista de Juan Barranco. Si ese compa?ero ca¨ªa, L¨®pez Amor, el siguiente en la lista, le suceder¨ªa como concejal. Soto no ten¨ªa manchas fiscales pero cay¨®. Y L¨®pez Amor le sucedi¨®. Pronto dej¨® el CDS para gobernar con el PP y subir el principal impuesto municipal en sus cuatro a?os de concejal de Hacienda m¨¢s de un 30%. Siempre echaba la culpa del incremento a los ministros socialistas.
Tuvo que llegar Pedro Bujidos, un t¨¦cnico amigo del alcalde para congelar los principales impuestos. A la oposici¨®n se le acab¨® el cargamento contra la presi¨®n fiscal del PP y el alcalde sigui¨® presumiendo de ciudad barata, que lo es y mucho.
En los ¨²ltimos cuatro a?os de Gobierno, varios de los principales valores municipales del PP (los concejales de Obras, Enrique Villoria, y de Polic¨ªa Municipal y Tr¨¢fico, Jos¨¦ Ignacio Echeverr¨ªa; el director de servicios de Tr¨¢fico, Pedro Areitio; el gerente de la sociedad Campo de las Naciones, Pablo Poblaci¨®n) han ca¨ªdo por una gesti¨®n llena de sobresaltos y desgracias (Echeverr¨ªa-Areitio) o, directamente, por una administraci¨®n de los bienes p¨²blicos favorable a intereses privados (Villoria-Poblaci¨®n).
El gobierno municipal, que lleg¨® al 13-J en situaci¨®n de quiebra t¨¦cnica, sale de las urnas con dos concejales y 200.000 votos menos, pero revalorizado por la tercera mayor¨ªa absoluta consecutiva en la ciudad m¨¢s poblada de Espa?a. ?lvarez del Manzano es, pese a la gesti¨®n y los esc¨¢ndalos, un valor firme y seguro.
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