Un mu?eco dotado de iniciativa propia revoluciona el mercado
Desde el pasado d¨ªa 17 el mercado espa?ol del juguete cuenta con un nuevo producto, que, al parecer, est¨¢ teniendo un ¨¦xito parecido al que le ha acogido en su pa¨ªs natal, Estados Unidos, y tambi¨¦n en Jap¨®n o el Reino Unido. Se trata del Furby, un peluche interactivo presentado por sus fabricantes como capaz de hablar, cantar, jugar, responder a los sonidos y comunicarse con otros furbys. Desde su lanzamiento norteamericano, en octubre de 1998, la demanda ha superado los 14 millones de unidades, y tiene ya su propio sitio web en Internet. La psic¨®loga Victoria del Barrio advierte a los padres de que, a pesar de no encontrarlo nocivo, no puede sustituir al contacto humano con el ni?o. Furby, lanzado en nuestro pa¨ªs por MB Espa?a, filial de la empresa fabricante, Tiger Electronics, y que cuesta 6.995 pesetas, viene avalado por grandes cifras de venta. En Estados Unidos se compran 250.000 mu?ecos semanales, ya que desde octubre se han vendido nueve millones de unidades. En Jap¨®n, durante los tres primeros meses del presente a?o, las ventas alcanzaron los tres millones de piezas. En el Reino Unido, tambi¨¦n en el primer trimestre de 1999, los furbys que pasaron de la f¨¢brica a las casas fueron 1.300.000. La empresa calcula que, a finales del presente a?o, las ventas mundiales acumuladas superar¨¢n los 35 millones de mu?ecos.
Jos¨¦ Vicente Saball, responsable de mercadotecnia de MD Espa?a, con sede en Valencia, dice que no tienen a¨²n cifras de la acogida que Furby ha tenido aqu¨ª en estos pocos d¨ªas. "Pero las ventas van volando. No podemos dar n¨²meros, porque los puntos de venta son m¨¢s de mil, pero sabemos que ya no queda producto, hasta el punto de que estamos haciendo gestiones para que nos manden la mercanc¨ªa por avi¨®n desde Asia, porque en barco tarda cinco semanas".
?Cu¨¢l considera que es la clave del ¨¦xito de Furby? "Es un juguete que no se parece en nada a los existentes", explica Saball. "Un producto que aprende, interactivo, capaz de responder a est¨ªmulos de otro furby que tenga enfrente y de sentir cuando lo tocas, que reacciona al cambio de luz, al ruido, al tacto, que tiene siete motores", a?ade.
Un juguete de estas caracter¨ªsticas, que, a decir de su publicidad, puede llegar a construir unas mil frases distintas, reclama cuidados y alimentos, baila, responde a los ruidos y a los cambios de luz y no se corta a la hora de dar rienda suelta a cualquier sonido escatol¨®gico, por poner alg¨²n ejemplo. ?C¨®mo puede incidir en el ni?o? Victoria del Barrio, psic¨®loga y profesora de Psicodiagn¨®stico de la Universidad a Distancia (UNED) opina que es "much¨ªsimo mejor que los juguetes pasivos. Todo juguete sobre el que el ni?o pueda actuar me parece perfecto, y ¨¦ste no lo encuentro en absoluto nocivo. Pero los adultos", sigue, "tienen que tener claro que no es una compa?¨ªa para el ni?o, y que ni el ordenador, ni la navegaci¨®n por Internet ni otro juguete, por muchas posibilidades que genere la t¨¦cnica, pueden sustituir al contacto humano".
Furby, que no levanta 15 cent¨ªmetros del suelo, es peludo, con unos ojos enormes y tiene un aspecto entre mono, conejo, b¨²ho y p¨¢jaro. Al parecer no conmueve s¨®lo a los peque?os, a juzgar por las palabras del jefe de la Secci¨®n de Jugueter¨ªa de unos grandes almacenes del Paseo de la Castellana, de Madrid, que asegura que los compradores son "ni?os de cinco a?os en adelante y algunos j¨®venes caprichosos". No obstante, ¨¦l mismo habla del mu?eco como si fuera un pariente, lo encuentra "muy simp¨¢tico y vistoso" y apostilla: "Si haces caricias a uno, el otro tambi¨¦n quiere. Furby es entra?able". Este responsable del departamento cuenta que el peluche tiene cinco sensores, que le permiten re¨ªrse cuando se le hace cosquillas, ser acariciado en la espalda, emitir sonidos, ser sensible a la luz -se duerme cuando se le tapa ese sensor- y responder al movimiento, hasta el punto de que, cuando se le pone boca abajo, protesta: "?Qu¨¦ mareo!"
Y, adem¨¢s, come. Lo hace "arrim¨¢ndole una cucharita de pl¨¢stico a la boca o poni¨¦ndole el dedo", relata el vendedor; "hace movimientos como si estuviera comiendo. Luego eructa y dice: "?Estoy harto!".
El mu?eco tiene su propia lengua: el furbish. Pero esto es algo que tiene remedio. Porque, gracias al chip que lleva incorporado, dice el vendedor, su lenguaje puede pasar por cuatro fases. Cuando nace y est¨¢ aprendiendo, s¨®lo piensa en jugar y habla todo en furbish (Viene provisto de un diccionario, con lo cual la actividad l¨²dica se hace un poco lenta, pero la criatura puede entenderle. Si el ni?o oye "Ni-tai ka" podr¨¢ saber, tras oportuna consulta al folleto, que le est¨¢ pidiendo: "Hazme cosquillas"). Pero, como Furby es capaz de aprender, y sabe m¨¢s cuanto m¨¢s se utiliza, en las fases segunda y tercera se expresa con mayor soltura en castellano, hasta llegar a la cuarta, en la que el espa?ol es su idioma, trufado de alguna palabra en vern¨¢culo.
S¨®lo hay un t¨¦rmino que, curiosamente, no traduce, que se dice igual en furbish que en la patria americana de la criatura peluda: "OK = O-key", reza el diccionario.
"En cualquier caso, no es un juguete de larga vida, y no va a sustituir a la relaci¨®n personal. Pero hay que alertar a los padres de que, por muy entretenido que sea, no es una compa?¨ªa para el ni?o", termina Victoria del Barrio.
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