El 13-J y los progresistas
El PP, seg¨²n el autor, acusa un desgaste precoz y el acuerdo PSOE-Nueva Izquierda transmite unidad y pluralismo.
Las elecciones del 13-J han tenido una parte de inercia de la situaci¨®n de dominio de la derecha que irrumpi¨® en el anterior ciclo (1994-1996). El PP mantiene el mayor poder institucional. Pero, por mucho que quiera detener en foto fija, fuera de cualquier an¨¢lisis de contexto, los resultados, inicia un perceptible movimiento de ca¨ªda muy significativo, lo que, sin duda, tiene muy preocupados a sus dirigentes de imagen imp¨¢vida. Esto sucede particularmente en ciudades de tama?o medio y en comunidades (Asturias, Arag¨®n, Cantabria, Baleares) cuyos partidos regionalistas de orientaci¨®n centrista empiezan a oscilar hacia alianzas progresistas. Son partidos a los que les ha ido mal el pacto con el PP, pues los difumina y derechiza. Este fen¨®meno de una emergente "centralidad" de la izquierda de ra¨ªz socialista y progresista, aunque oculto a duras penas por el maltrecho y agonizante pacto estatal del PNV y CiU con el PP, tambi¨¦n se da en el Pa¨ªs Vasco -desestabilizando el Pacto de Estella- y Catalu?a -preludio de unas auton¨®micas feroces-. Galicia es un caso especial de nacionalistas antiderechistas (BNG) que se han ido desradicalizando y encuentran en el socialismo un lugar natural de pacto municipal.
As¨ª que el PP en el Gobierno acusa un desgaste precoz (el PSOE tard¨® 13 a?os en sufrirlo) que se manifiesta en sus dificultades para mantener alianzas con el espectro de centro derecha.
La derecha sufre una erosi¨®n considerable. En lo pol¨ªtico -como en la inflaci¨®n- lo grave es lo subyacente. Hay un mar de fondo de escepticismo social sobre la pol¨ªtica del PP debido a un agotamiento del mensaje (el centrismo) por no apoyarse en un proyecto s¨®lido, que el PP no ha logrado edificar como el debate del estado de la naci¨®n acaba de exponer.
En realidad, la alta abstenci¨®n del 13-J es un fracaso de movilizaci¨®n de un Gobierno que jug¨® a anestesiar al electorado creyendo verse favorecido por ello, prueba de la poca fe en su capacidad de liderar una mayor¨ªa social de grandes magnitudes.
Sin embargo, seguramente el dato m¨¢s importante y novedoso, el que m¨¢s proyecci¨®n temporal tiene, hasta pivotar sobre la sombra de las elecciones generales, es el terremoto sufrido por la izquierda. En su interior se ha jugado una confrontaci¨®n impl¨ªcita. S¨®lo as¨ª se explica una paradoja: las candidaturas PSOE-Progresistas han avanzado mucho, a la vez que IU ha sufrido un descalabro de gran alcance cualitativo, dejando inerme a esta opci¨®n ante los pactos poselectorales (IU los aceptar¨¢ a priori sin fijarse en el programa) y las generales. Volvemos al escenario de 1982, cuando la izquierda comunista y la socialista hicieron un movimiento de tijera y se separaron a distancias abismales.
Ahora estamos en una coyuntura de m¨¢s profundidad. Ha ca¨ªdo el muro de Berl¨ªn, se ha entrado en el euro y el Pacto de Estabilidad y el socialismo democr¨¢tico europeo ha adquirido un alto grado de "centralidad". Pero esto no basta para explicar el derrumbe de IU y el ¨¦xito del PSOE, que a¨²n arrastra secuelas de su crisis. Hay que introducir otros elementos. Primero, el factor de la bipolarizaci¨®n del mapa pol¨ªtico, algo natural cuando la derecha estatal ofrece un bloque compacto en torno a un partido y su OPA sobre el centro no consigue suficiente credibilidad, a pesar de que el PP sea hoy una estructura de cargos, aparatos, instituciones y asociaciones con el poder econ¨®mico.
El bipolarismo -que no bipartidismo- es lo que no entendi¨® nunca el PCE de los 90, seducido por la idea del destrozo inminente del PSOE inoculada por las terminales medi¨¢ticas de la derecha. La confrontaci¨®n en el seno de la izquierda y la cultura de proyectos incompatibles entre s¨ª est¨¢ fuera de tiempo hace a?os. Eso y el debate sobre Europa acab¨® con la idea plural originaria de IU. Si el PCE entr¨® en la pol¨ªtica antisocialista y la pinza con la derecha, alguien en IU ten¨ªa que resistirse. Ese alguien fue Nueva Izquierda, que lleg¨® a representar cerca de la mitad de la coalici¨®n. Nueva Izquierda fue expulsada de IU en 1997 por su proyecto renovador de pactos y unidad de la izquierda y su europe¨ªsmo, pero se mantuvo como partido. Con Nueva Izquierda emigr¨® un porcentaje muy alto del voto de IU, que ¨¦sta ha perdido quiz¨¢ definitivamente, lo que crea un serio problema al PP al concentrarse el voto de izquierda en PSOE-Progresistas. Al PP se le acaba un pilar de su estrategia: la divisi¨®n de la izquierda en "las dos orillas".
Y aqu¨ª aparece el segundo factor clave de los resultados del 13-J. La unidad de la izquierda ha sido un valor apreciado fuertemente en el electorado junto al factor pluralidad.
El acuerdo de listas conjuntas PSOE-Nueva Izquierda, aun entre partidos muy diferentes en tama?o, se reflej¨® en una f¨®rmula certera, PSOE-Progresistas, que transmit¨ªa unidad y pluralismo.
Ese acuerdo, estoy convencido, est¨¢ en la base de los resultados de la izquierda. El PSOE ha mostrado capacidad de renovaci¨®n aceptando una coalici¨®n con Nueva Izquierda. IU ha recogido la cosecha de su estrategia de divisi¨®n sin salida que le convert¨ªa en aliado objetivo del PP.
El 13-J ha empezado a materializarse en un espacio de naturaleza renovadora, el de los Progresistas, t¨¦rmino que gan¨® al descre¨ªdo "centrismo" del fallido Congreso del PP. El espacio progresista va m¨¢s all¨¢ del estrictamente socialdem¨®crata, identificado con el PSOE, y recoge otras alternativas sindicalistas, ecologistas, reformistas, del radicalismo democr¨¢tico, de las nuevas izquierdas. Llega a zonas m¨¢s templadas del electorado, pero sin olvidar que la campa?a del PSOE y Nueva Izquierda ha tenido un perfil contundente y fundamentalmente de izquierda, de alternativa sin complejos a la derecha, y con una alma social recuperada, alejada del liberalismo.
?sta es una lecci¨®n de cara a unas elecciones generales en las que la izquierda tendr¨¢ que elaborar un proyecto reformador a¨²n m¨¢s fuerte y amplio socialmente. Especialmente, el PSOE tiene que saber que una propuesta expl¨ªcita desde la pluralidad es lo ¨²nico que ganar¨¢ unas generales, convirtiendo una mayor¨ªa social progresista en una mayor¨ªa pol¨ªtica, como se han encargado de decir los ciudadanos el 13-J, en Espa?a y Europa. La causa com¨²n del reformismo progresista no puede confiarse en los l¨ªmites estrictos de la socialdemocracia tradicional, que debe alargar sus fronteras a otras culturas del reformismo europeo y de las nuevas izquierdas, a las que hay que dar visibilidad, huyendo del est¨¦ril concepto de "hegemon¨ªa", tan propio de la antigua izquierda y tan in¨²til para las grandes opciones del presente: la moralidad de la pol¨ªtica y los pol¨ªticos, el Gobierno europeo de la econom¨ªa orientado al crecimiento con trabajo estable (distinto del modelo americano), los derechos de la ciudadan¨ªa multicultural, las formas modernas de la solidaridad entre generaciones, sexos y etnias, en un Estado de bienestar reformado. ?ste es el verdadero debate del reformismo progresista en Europa.
Diego L¨®pez Garrido es diputado y secretario general de Nueva Izquierda.
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