Normalizaciones
Habitualmente, por normalizaci¨®n se entend¨ªa el restablecimiento de un orden o de una situaci¨®n que fueron alterados en un momento previo. Despu¨¦s de la represi¨®n que sigui¨® a la primavera de Praga, en 1968, colocada por los sovi¨¦ticos bajo esa etiqueta, "normalizaci¨®n" adquiri¨® un nuevo sesgo en el plano pol¨ªtico, designando la consolidaci¨®n de una forma de dominio transitoriamente amenazada, cuyo titular estima como natural y necesaria. En ese caso, la f¨¦rrea tutela de la URSS y la dictadura dependiente ejercida por el Partido Comunista sobre los ciudadanos checolosvacos frente al proyecto democr¨¢tico dise?ado por Dubcek y sus colaboradores. Este sentido podr¨ªa tambi¨¦n asignarse al empleo actual del vocablo para calificar de normalizaci¨®n las pol¨ªticas relativas al uso del idioma por parte de grupos nacionalistas. No se persigue un derecho, sino el ejercicio y la consolidaci¨®n irreversible de una hegemon¨ªa. Por lo mismo, resulta l¨ªcito calificar de "normalizaciones" los procesos que vienen experimentando nuestros partidos de izquierda desde la ¨²ltima consulta electoral. Pocas semanas antes de que la misma tuviera lugar, el l¨ªder de Iniciativa per Catalunya, Rafael Rib¨®, anticipaba que los resultados de las elecciones deb¨ªan impulsar a una reflexi¨®n para el conjunto de la izquierda. A efectos de no ser irremisiblemente derrotada en las generales del a?o 2000. IU iba a sufrir un descenso y el PSOE quedar¨ªa detr¨¢s del PP, con dif¨ªciles perspectivas para invertir la relaci¨®n de aqu¨ª a un a?o. La predicci¨®n funcion¨®. Pero de reflexi¨®n nada. En ambos casos, y por razones opuestas, los dirigentes optaron por la eliminaci¨®n de todos los problemas y por buscar en cambio un fortalecimiento de las propias posiciones de poder. Incluso por v¨ªas coincidentes en cuanto a localizar el ¨²nico centro de reflexi¨®n y decisiones en un n¨²cleo integrado por el "dirigente m¨¢ximo" -t¨ªtulo que se otorga a s¨ª mismo Anguita- y un c¨ªrculo de notables que al margen de todo organigrama asume las funciones propias del consejo real en el Antiguo R¨¦gimen. A los comit¨¦s estatutarios les queda s¨®lo el papel de c¨¢mara de registro de esas decisiones superiores.
Este tipo de normalizaci¨®n autoritaria parece a¨²n m¨¢s incongruente en el caso de IU. La ¨²nica explicaci¨®n reside en la voluntad de Anguita de conservar el poder a toda costa. Como cazar a los conejos-electores resulta imposible, las responsabilidades se vuelcan sobre los niveles inferiores de la organizaci¨®n. Y no le faltan turiferarios en IU que descartan como perversas las cr¨ªticas exteriores y apoyan as¨ª la bunkerizaci¨®n en curso, la cual, de acuerdo con las pautas estalinianas, se hace compatible con giros t¨¢cticos de 180 grados en las alianzas. Cuenta s¨®lo la inmaculada estrategia -Romero dixit- y, seg¨²n nos vamos aclarando, ¨¦sta implica nada menos que el anticapitalismo y la construcci¨®n del socialismo. Claro que si a Lenin le llev¨® al poder (sic) el pueblo ruso como alguien ha escrito, ?por qu¨¦ no hab¨ªa de hacerlo el espa?ol con Anguita? Entre tanto, el proyecto del "dirigente m¨¢ximo" y su nuevo complemento, el centralismo burocr¨¢tico destructor de la esencia de IU, servir¨¢n para ir tirando un a?o m¨¢s.
El visible prop¨®sito de reforzar el poder del aparato en el PSOE, en torno a la designaci¨®n de Almunia como candidato, tiene por lo menos tras de s¨ª el buen resultado en las urnas. No obstante, despu¨¦s de la democratizaci¨®n interna que supusieron las primarias, el regreso al control ejercido por los Ciscar, Rubalcaba y Eguiagaray, a la sombra y en la sombra de Almunia, supone elegir la v¨ªa pol¨ªtica m¨¢s c¨®moda, pero tambi¨¦n la menos fiable. Si los militantes socialistas votaron en las primarias ante todo contra ese aparato, gris sobre gris, ?por qu¨¦ habr¨ªan de respaldarle los votantes del conjunto de la izquierda espa?ola?
Fuera de las normalizaciones, queda el aire fresco que viene de Catalu?a, con Maragall comi¨¦ndole el terreno a Pujol. Como trasfondo cultural, la exposici¨®n El jard¨ªn de Eros del palacio barcelon¨¦s de la Virreina, donde se exhibir¨¢n las pel¨ªculas pornogr¨¢ficas que encargaba para propio disfrute el bueno de Alfonso XIII. Un ant¨ªdoto saludable contra otra normalizaci¨®n, la de la cultura cortesana que nos invade de centenario en centenario.
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