El subjuntivo
En varias oportunidades recientes, leyendo libros o art¨ªculos, he tropezado con autores que, como los ecologistas de la lengua, alertan sobre la creciente desaparici¨®n del subjuntivo. En los diarios, en las conversaciones, en la radio o la televisi¨®n, se habla o escribe ya sustituyendo el subjuntivo por el presente de indicativo o, cuando no, en las frases de condicional, empleando el subjuntivo en lugar del pret¨¦rito imperfecto. Curiosamente, no es s¨®lo un fen¨®meno espa?ol. En franc¨¦s, por ejemplo, han dejado de emplearse corrientemente verbos tan evocadores como los que terminan en eussent o assent. Quienes pretenden hablar franc¨¦s us¨¢ndolos, pasan ahora por extravagantes. Pero en italiano sucede pr¨¢cticamente lo mismo. Tampoco se utilizan cuando se deber¨ªa expresiones como se io andassi. Finalmente, en cuanto al ingl¨¦s, el subjuntivo ha dejado de existir entre los inmigrantes y los m¨¢s j¨®venes. A los muchachos espa?oles que hablan castellano les resulta igualmente dif¨ªcil, por lo que se ve, expresarse diciendo "estaremos all¨ª cuando ella venga" y dicen: "Estaremos all¨ª cuando ella viene". De la misma manera, a menudo, no se usa la forma "si me tocara la loter¨ªa me comprar¨ªa un piso", sino "si me tocaba la loter¨ªa me comprar¨ªa un piso". El subjuntivo va hundi¨¦ndose como un pez enfermo bajo la superficie del idioma.
Pero ?tan grave resulta la p¨¦rdida del subjuntivo?, le preguntaron a Umberto Eco para el libro titulado significativamente El fin de los tiempos. Y Eco contest¨®: "Me parece muy importante el subjuntivo porque ¨¦l es el ¨²nico que expresa el tiempo de la hip¨®tesis y de lo posible, de lo no-real". El subjuntivo es, en efecto, el tiempo que crea en el habla y la escritura la escena c¨®ncava de la suposici¨®n. Gracias al subjuntivo se a?ade una trasrealidad como el forro de raso a un vestido de noche o, en suma, como la dimensi¨®n donde se desdobla el so?ado cuerpo del lenguaje. La ¨²ltima novela de Juan Jos¨¦ Mill¨¢s, El orden alfab¨¦tico, est¨¢ obsesivamente centrada en el extrav¨ªo de palabras y formas. Y con la experiencia de su lectura se siente el pavor de la mutilaci¨®n. El pavor a la disgregaci¨®n suave del cerebro y del esp¨ªritu por el continuado desmedro del habla.
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