La revoluci¨®n del colorao
Un 'guardiola' recorre en solitario la casi totalidad de un encierro vibrante y sin heridos
Ya desde su m¨¢s tierna infancia dio la nota. En una camada de toros negros, a ¨¦l le toc¨® ser colorao, el rojo. Su fama y actitud d¨ªscola le valieron el nombre de Malicioso. Sus hermanos, m¨¢s ajustados a norma, fueron bautizados con lirismo. ?ste, Hermoso; aqu¨¦l, Dionisio, y el de los rizos, Hechizo. El asunto era para rebelarse. Y as¨ª lo hizo. El d¨ªa de su particular revoluci¨®n ante las ¨ªnfulas po¨¦ticas de su due?o fue ayer. En Pamplona, para ganarse la atenci¨®n de la plaza a las seis y media de la tarde hay que fajarse en el encierro. Malicioso lo adivin¨® pronto y, mientras sus familiares corr¨ªan delante, ¨¦l, muy rezagado, protagonizaba un recorrido en solitario vibrante. Ni siquiera uno de los cabestros le acompa?¨® en su empresa. Bien es cierto que el toro colorao de 535 kilos necesit¨® un ligero empuje de la casualidad para iniciar su batalla. Cumplidos los 100 primeros metros de la cuesta de Santo Domingo, el animal rojo corr¨ªa agazapado entre la manada. Justo detr¨¢s de ¨¦l, un manso se daba de bruces contra el suelo y propinaba un empell¨®n fatal a Malicioso. Los dos al suelo. Sea porque el adoquinado se encontraba empapado tras la lluvia del d¨ªa anterior, sea porque en su apretada testuz se apretaban altos ideales, el caso es que el colorao se tom¨® su tiempo en reemprender la carrera. Pasaron varios segundos hasta que el burel consigui¨® alzarse. Para entonces, el resto de la manada ya enfilaba la calle Mercaderes desde el Ayuntamiento.
Por delante, el grupo estirado trazaba desde la punta de sus pitones momentos de peligro y riesgo. Los morlacos punteaban hacia las tablas. Los mozos apretaban los cuerpos y de las apreturas, ca¨ªdas, saltos y la emoci¨®n hecha un nudo en la garganta. Bastantes metros m¨¢s atr¨¢s, Malicioso daba los primeros pasos de una larga carrera hasta la plaza. Doblada la curva de Estafeta, el panorama que se dibujaba nada ten¨ªa que ver con lo vivido en las dos jornadas anteriores. La eterna recta hasta Telef¨®nica luc¨ªa despejada de turistas y cuajada de corredores. La manada dividida daba opci¨®n a encontrar los ansiados huecos a escasos cent¨ªmetros de las defensas. Por detr¨¢s, el colorao enamoraba a la concurrencia con su arrojo y af¨¢n protagonista. Todo ello, sin heridos de importancia.
A ¨¦l se debieron las m¨¢s bellas arrancadas. No se trataba de amoldarse al tranco de un animal con gu¨ªa. Al rev¨¦s, el cuerpo se transformaba en capote y los mozos, en expertos lidiadores. Lo consigui¨®. El rojo reclam¨® para s¨ª el honor de la diferencia.
En los comentarios de los m¨¢s veteranos se adivinaba el placer por recordar viejos tiempos. Atanasio y Modesto se entreten¨ªan a las puertas de Casa Juanito al confuso arte de la comparaci¨®n. El primero, de 56 a?os y ya retirado, negaba la bondad de las nuevas maneras: "Ahora se corre sin dejar la distancia apropiada. Adem¨¢s, los toros no derrotan como antes. Ocurre como en las mismas plazas: no hay comparaci¨®n con el espect¨¢culo de antes". Modesto, de 57 a?os y a¨²n habitual en Santo Domingo, se mostraba parcialmente de acuerdo: "Es cierto que ha cambiado la forma de correr. Es culpa de la masificaci¨®n. Con tanto Canal 3, Antena 7 y Telehostias, cada vez somos m¨¢s y peores. Por fuerza se tiene que correr pegado al pit¨®n". Otros comparaban la carrera de ayer con la de los de Cebada Gago y los de un poco m¨¢s all¨¢ se remontaban a 1988. "Desde entonces no se hab¨ªa presenciado unas carreras tan intensas".
Babelia
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