Ciencia y Universidad: una asignatura pendiente
No se descubre nada si se afirma que, pese a los enormes avances realizados, la ciencia tiene en Espa?a un atractivo y un apoyo social insuficientes. ?C¨®mo mejorar el nivel cient¨ªfico del pa¨ªs? El problema, aunque complejo, presenta algunos aspectos f¨¢ciles de identificar y corregir, as¨ª como alguna trampa que debe evitarse. La m¨¢s obvia es que el avance de las ciencias no debe hacerse a costa de las humanidades. Pues, como dec¨ªa P¨ªo Baroja, "al lado de los fil¨®sofos han surgido los inventores, y unos y otros son el orgullo de la humanidad". Aunque advert¨ªa: "Unamuno desde?a a los inventores. All¨¢ ¨¦l". Es una realidad, sin embargo, que el n¨²mero relativo de universitarios de ciencias en nuestro pa¨ªs es a¨²n bajo (tenemos facultades de Derecho con m¨¢s alumnos que toda la Universidad de Cambridge). Este hecho permite anticipar la insuficiente capacidad de innovaci¨®n tecnol¨®gica de nuestra sociedad y predecir que nuestro pa¨ªs seguir¨¢ teniendo una baja producci¨®n de bienes de elevado valor a?adido, que son los que caracterizan a los pa¨ªses industriales m¨¢s avanzados. Por ello, el progreso cient¨ªfico en Espa?a requiere, en primer lugar, la mejora de la ense?anza de las ciencias en todo el ¨¢mbito pre-universitario, cuya calidad y medios no son, a¨²n, los que nuestra sociedad necesita. Nada es m¨¢s rentable que la educaci¨®n: su coste es despreciable frente al de la ignorancia. Y m¨¢s en la econom¨ªa global del mundo de hoy, en el que un pa¨ªs puede competir muy poco si su nivel educativo no es suficientemente elevado. En segundo lugar, es necesario potenciar la investigaci¨®n, incluyendo la investigaci¨®n pura, no s¨®lo por lo que ¨¦sta implica para el avance del conocimiento, sino por su importancia pr¨¢ctica. "?Habr¨¢ alguno tan menguado de sind¨¦resis", dec¨ªa Ram¨®n y Cajal, "que no repare que all¨ª donde los principios o los hechos son descubiertos brotan tambi¨¦n, por modo inmediato, las aplicaciones?". Pero, aunque Ram¨®n y Cajal pudo costearse personalmente el modesto instrumental que utiliz¨® para ganar el Nobel, esos tiempos quedaron atr¨¢s: la ciencia, hoy, es una cuesti¨®n de Estado. Por ello, y ante todo, compete al Estado incrementar los fondos de I+D (un escaso 0,9% del PNB), a¨²n muy lejos de la media europea (1,9%). Tal incremento, continuado y planificado a largo plazo, es tambi¨¦n imprescindible para evitar la p¨¦rdida de muchos investigadores j¨®venes, lujo que Espa?a no puede permitirse.
Una tercera medida es potenciar la calidad de las universidades espa?olas. Lo importante, hoy, es la calidad, no el n¨²mero, excesivo desde hace a?os (Espa?a tiene, adem¨¢s, una baj¨ªsima y preocupante tasa de natalidad, y la poblaci¨®n universitaria, ya en descenso, se reducir¨¢ dr¨¢sticamente en pocos a?os). Resulta sorprendente el escaso inter¨¦s social que existe por tener una buena ense?anza superior. Lo que m¨¢s parece preocupar a muchos universitarios espa?oles es que la Facultad o la Escuela est¨¦n a la puerta de su casa, no la creaci¨®n de becas suficientes que permitan realmente su movilidad y estimulen la competencia, pese a que lo importante es qu¨¦, c¨®mo y con qui¨¦n se estudia, no d¨®nde se estudia. De esta forma renuncian de antemano a ampliar sus horizontes, faceta ¨¦sta que muchos de sus hom¨®logos europeos y americanos consideran parte irrenunciable de su experiencia universitaria. Desaparecido en la pr¨¢ctica el distrito ¨²nico y, por tanto, la movilidad estudiantil, se llega a la situaci¨®n actual, mucho menos provechosa para el pa¨ªs tanto acad¨¦mica como social y econ¨®micamente, y que contribuye no poco, dicho sea de paso, al rampante provincianismo de hoy. Carente de la informaci¨®n que sus propias instituciones acad¨¦micas deber¨ªan proporcionarle, la sociedad espa?ola establece err¨®neamente unas exigencias ("mi facultad en mi ciudad") que los gobernantes de todo signo se apresuran a satisfacer, aunque la dispersi¨®n de medios perjudique la calidad de la ense?anza superior. La paradoja extrema se presenta cuando la b¨²squeda de esa calidad se considera antidemocr¨¢tica. Se acepta sin dificultad la selecci¨®n de atletas de ¨¦lite para unas olimpiadas, o la existencia de equipos de f¨²tbol de distintas divisiones, pero se posterga la excelencia en otros ¨¢mbitos, mucho m¨¢s importantes para el futuro de un pa¨ªs que conseguir trofeos deportivos.
En cuarto lugar, es necesario un cambio de actitud de las instituciones p¨²blicas docentes, que deber¨ªan estar, como su nombre indica, al servicio del p¨²blico, es decir, de la sociedad en general y de sus estudiantes muy en particular, y no, como frecuentemente sucede, de los estamentos administrativo y docente de esas mismas instituciones. Un primer ejemplo es la insostenible endogamia universitaria, criticada incluso desde el extranjero, pero indirectamente fomentada desde las propias juntas de gobierno, ya sea promoviendo una terminolog¨ªa contraria a la ley ("mi" plaza, etc¨¦tera) o penalizando a los departamentos cuyo candidato oficial no obtiene la plaza concedida. No menos evidentes son los intereses corporativos que contaminaron la reforma de los planes de estudio universitarios hace media docena de a?os. ?Acaso no era previsible el fracaso de planes con un n¨²mero disparatado de m¨®dulos y ex¨¢menes por curso? Cabr¨ªa leg¨ªtimamente excluir de la actual contrarreforma a quienes dise?aron algunos de los curricula que hoy sufren nuestros estudiantes, incluidos los responsables de llamar m¨®dulos a lo que eran, y son, asignaturas.
Finalmente, la sociedad debe tener la informaci¨®n necesaria para poder juzgar la calidad de sus universidades y centros de ense?anza. La b¨²squeda de esa calidad requiere que se efect¨²en evaluaciones peri¨®dicas y p¨²blicas por organismos independientes de la instituci¨®n examinada. S¨®lo as¨ª sus juntas de gobierno sentir¨¢n verdaderamente el peso de su responsabilidad, no s¨®lo ante sus claustros, sino ante la sociedad. La cultura de la torre de marfil es siempre perniciosa, pero es peor si no defiende suficientemente la excelencia acad¨¦mica. La existencia de una sanci¨®n externa es, hoy, imprescindible para emprender una buena pol¨ªtica universitaria. Y no cabe excusarse con que tal evaluaci¨®n resultar¨ªa imperfecta: si el controvertido intento de 1991 hubiera proseguido, perfeccion¨¢ndose a?o tras a?o, hoy existir¨ªa una informaci¨®n razonable sobre nuestras universidades, que ¨¦stas -y sus rectores- tendr¨ªan que aceptar, cuestionar o justificar p¨²blicamente. La reciente autoevaluaci¨®n experimental de unas pocas facultades, dentro del obsoleto y mal llamado Plan Nacional de Evaluaci¨®n de la Calidad de las Universidades, no es una evaluaci¨®n externa, por lo que s¨®lo ha servido para sustraer energ¨ªas a las tareas docentes y de investigaci¨®n.
Durante a?os, la reforma universitaria estuvo centrada en el logro de la autonom¨ªa universitaria. Se cre¨ªa -o se pretend¨ªa- que con ella se resolver¨ªa casi todo. Pero quien es aut¨®nomo es tambi¨¦n responsable y, pese a las severas limitaciones que imponen los escasos presupuestos, la autonom¨ªa alcanzada exije ya juzgar si las universidades han mejorado en la misma proporci¨®n que los crecientes recursos que la sociedad les ha confiado. Planteada as¨ª la cuesti¨®n, la respuesta es negativa, y la responsabilidad recae, en buena parte, sobre las propias universidades y sus ¨®rganos rectores. Pues, salvando las debidas excepciones, que las hay, las universidades han desvirtuado la Ley de Reforma Universitaria con la complicidad de los sucesivos ministerios de Educaci¨®n, han convertido a los profesores asociados en nuevos penenes, han promovido el localismo y elevado el lugar de nacimiento a m¨¦rito cient¨ªfico, y han resultado incapaces de elaborar unos buenos planes de estudio pensando en sus estudiantes. Claro est¨¢ que tampoco supieron dotarse de ¨®rganos de gobierno eficaces. La situaci¨®n, sin embargo, no es nueva. Dec¨ªa hace cien a?os Ram¨®n y Cajal: "Hoy nos preocupamos de la autonom¨ªa universitaria. Est¨¢ bien. Mas si cada profesor no mejora su aptitud t¨¦cnica y su disciplina mental si los centros docentes carecen del hero¨ªsmo necesario para resistir las opresoras garras del caciquismo y favoritismo extra e intrauniversitario; si cada maestro considera a sus hijos intelectuales como insuperables arquetipos del talento y de la idoneidad, la flamante autonom¨ªa rendir¨¢, poco m¨¢s o menos, los mismos frutos que el r¨¦gimen actual. ?De qu¨¦ servir¨ªa emancipar a los profesores de la tutela del Estado si ¨¦stos no tratan de emanciparse a s¨ª mismos, es decir, de sobreponerse a sus miserias ¨¦ticas y culturales? E1 problema principal de nuestra Universidad no es la independencia, sino la transformaci¨®n radical y definitiva de la aptitud y del ideario de la comunidad docente. Y hay pocos hombres que puedan ser cirujanos de s¨ª mismos. El bistur¨ª salvador debe ser manejado por otros". Por eso es conveniente que se arbitren los medios necesarios para juzgar externamente, como en otros pa¨ªses, la calidad cient¨ªfica de las universidades. Tal evaluaci¨®n no es la soluci¨®n, pero s¨ª parte de ella. Y ser¨ªa, sin duda, un buen incentivo para corregir alguno de los problemas mencionados y prepararse para un futuro verdaderamente europeo.
Jos¨¦ A. de Azc¨¢rraga es catedr¨¢tico de F¨ªsica Te¨®rica de la Universidad de Valencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.