Enso?aciones y realidades
Bonito cuadro. Anda Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varri mirando la televisi¨®n por la meta. El director del Banesto ve a dos de los suyos en el grupo de fugados pero no piensa en ganar la etapa, aunque suspira calibrando a Txente y Pe?a. Tampoco en la clasificaci¨®n por equipos, aunque echa cuentas con minutos y segundos. Sus pensamientos van un pel¨ªn m¨¢s lejos, casi al terreno de los sue?os. "Qu¨¦ gran ataque podr¨ªamos haber montado aqu¨ª, en este terreno que no permite a nadie ahorrarse una pedalada; en este calor que agota y que hincha", dice. "Hace nada he sentido como una excitaci¨®n pensando en c¨®mo organizarlo. Bien sencillo: Pe?a, primero, y luego Txente aducen calambres para no pedalear y dejarse caer del grupo de escapados subiendo un puerto. Poco despu¨¦s, en otro repecho, Z¨¹lle ataca detr¨¢s y se va solo. Se junta con estos dos y no veas la que arman. As¨ª que enseguida he llamado por tel¨¦fono a Eusebio para comentarle la jugada, pero me ha echado un jarro de agua fr¨ªa. "En eso estamos, en eso estamos", me ha repetido, porque le gusta reafirmarse, "pero no veas qu¨¦ bien anda Armstrong. Llevamos toda la etapa detr¨¢s de ¨¦l, vigil¨¢ndole, y mientras otros de su equipo y de los dem¨¢s no paran de echarse agua por la cabeza y de beber, ¨¦l nada, sobrio como un seminarista. No hay nada que hacer". En esas benignas enso?aciones andaba Ech¨¢varri cuando la realidad le baja de golpe a la tierra. "?Qu¨¦ es eso, se?or Ech¨¢varri, que dicen los de La Fran?aise des Jeux de que los del Banesto andan demasiado, lo que en estos tiempos que corren siempre es sospechoso, y hasta afirman que mientras los suyos perdieron una media de 30 minutos por persona en la etapa de Sestriere, los del Banesto s¨®lo 10?", pregunta directa. "Que cuenten lo que perdemos en la Par¨ªs-Roubaix o en otras cl¨¢sicas", respuesta directa. La historia no es un rumor ni un chiste. En Le Monde, la gran cr¨®nica del Tour es la denuncia del m¨¦dico del equipo de Marc Madiot (implicado en varios asuntos de dopaje) y del condenado Christophe Bassons y del arrepentido St¨¦phane Heulot. El doctor G¨¦rard Guillaume, harto al parecer de no entender por qu¨¦ los de otros equipos, siempre extranjeros a Francia, idealmente norteamericano y espa?oles, corren m¨¢s que los suyos, ha llegado a la conclusi¨®n de que todos tienen algo que esconder. "Si se confirman estas diferencias flagrantes", anunci¨® Guillaume, "explicaremos en una conferencia de prensa nuestro trabajo en 1999, haremos p¨²blico el hematocrito de nuestros corredores e invitaremos a los dem¨¢s equipos a hacer lo mismo".
"Pero de qu¨¦ van", ironiza un m¨¦dico espa?ol: "?Y qu¨¦ datos publicar¨¢n, los propios, los de la UCI, los privados?"
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