LA CR?NICA Cr¨ªtica de un banco SERGI P?MIES
En la plaza de la Universitat y en otros muchos lugares de la ciudad se est¨¢ instaurando la moda de unos bancos (unipersonales o dobles) para permitir el descanso de los ciudadanos. Est¨¢n soldados con hierro y cemento al pavimento para que nadie sienta la tentaci¨®n de llev¨¢rselos a casa. Los elementos que los componen son una s¨®lida estructura met¨¢lica y unas piezas de madera resistente que renuevan parte de nuestro siempre pol¨¦mico mobiliario urbano. En el respaldo de uno de los bancos, las autoridades han colocado un llamativo adhesivo rectangular que dice as¨ª: "Banc d"¨²s individual pel seu confortable a?llament p¨²blic. Es recomana, per la seva seguretat, no comunicar-se. Es recomana no romandre m¨¦s de 12 minuts en aquest banc (pensi en els altres)". Supongo que lo de "uso individual" se debe a las dimensiones del asiento. A primera vista, el banco unipersonal parece demasiado c¨®modo para una sola persona, aunque si una pareja intenta utilizarlo en claro homenaje a aquellos enamorados de los bancos p¨²blicos descritos en la canci¨®n de Georges Brassens, observar¨¢ que es excesivamente estrecho (no as¨ª el modelo doble, que, por su ergon¨®mico dise?o, permitir¨ªa la realizaci¨®n de un correcto m¨¦nage ¨¤ trois). Lo de "confortable aislamiento p¨²blico" tiene tela. Estar sentado con m¨¢s o menos comodidad no significa forzosamente aislarse y, por otra parte, demasiado a menudo ocurre que uno desea aislarse pero por culpa del ruido y del cachondeo general circundante resulta imposible. Adem¨¢s: aislamiento y p¨²blico, ?no son conceptos metaf¨ªsicamente contradictorios? Pero sigamos, que ahora llega lo mejor. Por razones de seguridad, el Ayuntamiento recomienda "no comunicarse". ?No comunicarse con qui¨¦n? ?Con uno mismo? ?Con los dem¨¢s? ?Con los extraterrestres que, hipot¨¦ticamente, pudieran aparcar sus platillos volantes ante nuestras aisladas e incr¨¦dulas narices? ?Con las palomas y los perros? ?Con Dios todopoderoso? Eso contradice claramente la ancestral tradici¨®n de clima mediterr¨¢neo de hacer amigos sentado en un banco, compartiendo cuatro frivolidades sobre el tiempo o haci¨¦ndose pasar por guitarrista flamenco con un passavolant que tambi¨¦n miente respecto a su profesi¨®n. Ahora, por lo visto, lo mejor es no comunicarse. Pero no por razones de est¨¦tica futurista sino de seguridad, como si el supuesto desaprensivo que tan amenazador resulta necesitara presentarse y dialogar con nosotros antes de robarnos la cartera, pegarnos una paliza, violarnos o degollarnos con una sierra mec¨¢nica. De la inscripci¨®n que recomienda no permanecer m¨¢s de 12 minutos sentado en el mismo banco, lo m¨¢s intrigante son los 12 minutos. ?Por qu¨¦ 12 y no 15 (o, si me apuran, 54)? ?Son esos 12 minutos la conclusi¨®n de alg¨²n estudio financiado por la Uni¨®n Europea y su pastelera madre? ?Es el tiempo que se considera justo para aislarse p¨²blicamente sin comunicarse con uno mismo ni con los dem¨¢s por razones de seguridad? ?Qu¨¦ ocurre si uno no lleva reloj? ?Debe calcular los 12 minutos mentalmente ya que, por consejo de la municipalidad, se le recomienda no comunicarse y, por lo tanto, no pedirle la hora a nadie? ?Se trata de una medida para evitar que los indigentes invadan el banco y se instalen en ¨¦l durante d¨ªas, semanas, meses y a?os o que los traficantes los conviertan en su oficina permanente? ?Y qu¨¦ es eso de "pensar en los dem¨¢s"? Si uno se a¨ªsla y no se comunica como Dios manda, ?c¨®mo demonios puede pensar en los dem¨¢s? ?En qu¨¦ quedamos? Puestos a modernizarnos, lo valiente ser¨ªa coger el toro por los cuernos y sacarles provecho a estos bancos tan exquisitos. Igual que se ataj¨® el problema del aparcamiento con medidas radicales, lo mejor ser¨ªa instalar un banqu¨ªmetro en el que, mediante dinero en efectivo o pagando con tarjeta de cr¨¦dito, uno pudiera alquilar temporalmente el banco que deseara (hasta un tope de 12 minutos, por supuesto) y, de este modo, contribuir a que las arcas municipales mejoren y pueda mantenerse a los privilegiados cerebros que, con tanto ah¨ªnco y profesionalidad, velan por nuestra comodidad, aislamiento p¨²blico y estupidez en general.
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