Un circo
Dobl¨® el primer toro y Leonardo Hern¨¢ndez apret¨® a correr al centro del redondel pegando braceos; luego dio otra carrera hasta la puerta de cuadrillas, mont¨®, y galop¨® hacia afuera haciendo aspavientos. Parec¨ªa el circo. Y todo para calentar el ambiente y que le regalaran una oreja.Alcanz¨® sus bastardos prop¨®sitos. Pero no fue el ¨²nico. En la versi¨®n circense del rejoneo, arengar multitudes est¨¢ a la orden del d¨ªa. Mart¨ªn Gonz¨¢lez Porras lo bord¨®. Igual que Leonardo Hern¨¢ndez, una vez dobl¨® el quinto toro tras afrentosa agon¨ªa, sali¨® corriendo hacia el platillo, bot¨® brazos en alto, se avalanz¨® a la puerta de cuadrillas, se empin¨® en la jaca donde ahora los botes los daba en la silla y estuvo haciendo brincar a la inocente cabalgadura hasta conseguir que la gente le aclamara por ello y el presidente -que seguramente formaba parte de la trouppe- le otorgara la oreja.
Boh¨®rquez / Seis rejoneadores
Toros exageradamente despuntados para rejoneo de Ferm¨ªn Boh¨®rquez, que dieron juego. 1? y 6?, inv¨¢lidos.Leonardo Hern¨¢ndez: rej¨®n ca¨ªdo y rueda de peones (oreja). Ferm¨ªn Boh¨®rquez: rej¨®n trasero (oreja). Luis Domecq: tres pinchazos y rej¨®n contrario (aplausos). Antonio Domecq: dos rejones traseros (escasa petici¨®n y vuelta). Mart¨ªn Gonz¨¢lez Porras: dos pinchazos, cinco pasadas sin clavar, rej¨®n trasero -aviso- y cae el toro tras larga agon¨ªa (oreja). Andy Cartagena: pinchazo, una pasada sin clavar y pinchazo descordando (aplausos). Plaza de Valencia, 25 de julio. 8? y ¨²ltima corrida de la Fira de Juliol. Dos tercios de entrada.
Y luego querr¨¢n que se les tome en serio. Querr¨¢n que a su oficio de saltimbamquis se le llame "el bello arte del rejoneo" y, a ellos, caballeros en plaza. Amos anda.
Se puede rejonear bien o mal pero no convertir esa modalidad torera, a la que algunos se han preocupado por dotarla de dignidad y de t¨¦cnica, en una payasada. Porque irrumpir a caballo en el redondel y antes que nada ponerse a pegar sombrerazos para arrancar aplausos es una payasada; meter un banderillazo al toro por donde el brazuelo y salir del desaguisado pegando gritos y pu?etazos como si acabara de marcar gol (caso Boh¨®rquez), es otra payasada. Y as¨ª.
Cierto que hubo en la tarde acciones de torer¨ªa ecuestre -Antonio Domecq ejecut¨® la mayor parte de ellas- pero tampoco era como para lanzar cohetes con aquellos toros de buen conformar y fuerzas justas a los que hab¨ªan aserrado los cuernos lo menos un palmo.
Leonardo Hern¨¢ndez cabalg¨® a dos pistas con su toro, se cruz¨® por delante y lo pas¨® por los adentros a la manera de Pablo Hermoso de Mendoza con su famoso Cagancho. Un calco fueron aquellas pasadas. La diferencia estrib¨® en que mientras Hermoso de Mendoza realiza el alarde templando toros embestidores, frecuentemente recrecidos y codiciosos, Hern¨¢ndez se lo hac¨ªa a uno tullido, medio moribundo, que apenas pod¨ªa andar.
Boh¨®rquez luci¨® su buena escuela de caballista, desmerecida por lo mal que clav¨®. Tambi¨¦n clav¨® mal Luis Domecq, aunque estuvo sobrio y se le agradece en el alma. Clavar¨ªa defectuoso mas no ofendi¨® la dignidad torera.
Y entr¨® en liza Mart¨ªn Gonz¨¢lez Porras. Y convirti¨® el ruedo en una verbena. Caballazos arriba y abajo, intent¨® quiebros con variada fortuna pues en unos fallaba la acci¨®n y hab¨ªa de disolver la suerte antes de entrar en jurisdicci¨®n, en otros alcanzaba a prender la banderilla all¨¢ penas si ya era a la grupa y en franca huida.
No importaba, de todos modos: se acercaba a cualquier tendido, alzaba triunfal el sombrero, y ya le estaba ovacionando la franja de p¨²blico que se sent¨ªa aludida. Y luego ven¨ªan los movimientos sincopados del equino, sus nerviosas sacudidas, venga piafar. Los pobres animales deb¨ªan de estar hasta donde lo del caballo del Espartero, con tanta agitaci¨®n y tanto ponerse de manos. La de cosas que ha de hacer un caballo para poder comer todos los d¨ªas.
Andy Cartagena, igual que antes Antonio Domecq y Leonardo Hern¨¢ndez, banderille¨® en la modalidad del viol¨ªn con gran alborozo del p¨²blico. Se notaba que ese p¨²blico no hab¨ªa visto banderillear de viol¨ªn a El Fandi. Llega a ver a El Fandi en concierto, y lo de Hern¨¢ndez, Domecq y Cartagena le habr¨ªa parecido filfa. Recordaba, salvando las distancias (unos 500 kil¨®metros) lo que ocurri¨® a?os ha en Pamplona. Se le ocurri¨® a la Casa de Misericordia programar a manera de pr¨®logo de los sanfermines una actuaci¨®n de los forcados, vibr¨® el p¨²blico con las pegas de los portugueses a pecho descubierto frente al toro, y cuando al d¨ªa siguientes vino la corrida normal, les dec¨ªa a los toreros que amos anda, que venga ya, que a otro can con ese hueso.
Fuera por debilidad cong¨¦nita o por un rejonazo traser¨ªsimo y bajo que le pudo fundir el ri?¨®n, el toro de Andy Cartagena se volvi¨® inv¨¢lido. En una de las reuniones banderilleras cay¨® el caballo y cuando el toro iba a darle alcance se desplom¨® tambi¨¦n. El animalito ni se pod¨ªa levantar. Finalmente lo hizo, con enormes esfuerzos. Mal para su av¨ªo, pues Andy Cartagena acab¨® descord¨¢ndolo de un rejonazo.
A uno todo aquello le pareci¨® una salvajada.
Anta?o a los rejoneadores les llamaban caballeros en plaza. Hoga?o es imposible: un caballero ni pega brincos ni se viste de marr¨®n.
Babelia
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