El ¨¦xito tambi¨¦n huele a d¨®lares
Cuando ten¨ªa 15 o 16 a?os, repiten todas sus biograf¨ªas, Lance Armstrong busc¨® un patrocinador para participar en un triatl¨®n, y no encontr¨¢ndolo se baj¨® a la tienda de la esquina de su pueblo, El Plano (Texas), a que le estamparan en su camiseta un generoso I love you, mummy (Mam¨¢, te quiero). No aclaran los historiadores si el americano de acero gan¨® o no gan¨® la prueba combinada (nataci¨®n, ciclismo, carrera a pie), ni cu¨¢l fue la posterior reacci¨®n de los que no confiaron en su talento para apoyarle econ¨®micamente, pero su decisi¨®n, en s¨ª, revela al menos un par de cosas: que Armstrong, efectivamente, quer¨ªa (y a¨²n quiere) a su mam¨¢, y, dos, que desde joven ha conocido el incalculable valor que tiene cualquier inscripci¨®n en una camiseta durante una competici¨®n deportiva. Lo ha sabido siempre casi tan bien como Phil Knight, el due?o de Nike, el tipo capaz de convertir en obligatorio en camisetas, zapatillas y mochilas de quien se precie su logotipo comercial. Ambos destinos han convergido, curiosamente, en Par¨ªs, donde ya puede empezar a decirse, sin temor a miradas furibundas, que la historia de ¨¦xito del texano tambi¨¦n huele a d¨®lares.Nike, la marca que se meti¨® en el ciclismo sin saber lo que hac¨ªa y llevaba un par de a?os bati¨¦ndose en retirada, se ha encontrado con Armstrong y con lo inesperado. El maillot amarillo del Tour, con la marca de Nike, vestido por un norteamericano. Una nueva prenda de culto para el mercado m¨¢s grande. Y el logotipo ese, la medio curva o lo que sea, en ¨¦l estampado. El gigante americano de las prendas deportivas, adem¨¢s, ha tomado la delantera para el futuro. Generosa, y publicitariamente, ha donado 130.000 d¨®lares (unos 20 millones de pesetas) a la Lance Armstrong Foundation, su fundaci¨®n contra el c¨¢ncer, y espectacularmente ha organizado una conferencia de prensa monstruo de su protegido en Nueva York. Estados Unidos, tiembla, llega un nuevo h¨¦roe.
Un deportista generoso que siempre ha sabido lo que costaba ganar un d¨®lar. Un director que anduvo en tratos con ¨¦l hace tiempo dice que se qued¨® alucinado, y su m¨¢quina de fax sin papel, cuando empezaron a intercambiarse documentaci¨®n y vio que la propuesta de contrato enviada por Armstrong y sus agentes med¨ªa 25 metros. A tanto no han llegado sus negociaciones con los organizadores de los crit¨¦riums post Tour que le tendr¨¢n ocupado esta semana. La mayor¨ªa los correr¨¢ en Holanda. Indur¨¢in, en sus tiempos, con sus cinco Tours y dos Giros en el bolsillo, ten¨ªa una cotizaci¨®n de unos tres millones de pesetas; Ullrich, el joven, elev¨® el list¨®n a cuatro millones, pero ten¨ªa que compartirlos con cuatro o cinco colegas del Telekom; Armstrong, el americano del Tour 99, ya llega a los seis millones de pesetas, de los que tendr¨¢ que dejar algo para su agente y para su amigo ciclista George Hincapie.
"S¨ª, Lance sabe muy bien lo que cuesta el dinero", dice un amigo. "Tiene bien colocados sus ahorros en bolsa. Sabe invertirlo". Todos los ciclistas del US Postal y su staff t¨¦cnico, dispersos por el ancho mundo, se comunican por medio de correo electr¨®nico (no se gastan, a lo que parece, mucho en sellos, mal negocio para su patrocinador, la agencia de correos estatal de Estados Unidos), por lo que cada uno tiene su ordenador port¨¢til. Sin embargo, este Tour se les ha prohibido llevarlo en el equipaje. Dicen que los jefes no quer¨ªan que se distrajeran con juegos y dem¨¢s, y tampoco, y sobre todo, quer¨ªan que Armstrong se agobiara y preocupara, practicando su ¨²nico hobby: seguir por Internet las cotizaciones de la bolsa neoyorquina.
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