Saldos en el sem¨¢foro
Las encrucijadas de las grandes urbes albergan centros comerciales propios, edificados sobre los pilares de la desigualdad y la pobreza, que crecen burlando el planeamiento urban¨ªstico. Junto a los sem¨¢foros se improvisan ofertas al aire libre donde el automovilista puede surtirse de art¨ªculos de ¨²ltima generaci¨®n como cigarrillos sin presi¨®n fiscal, f¨¢rmacos de celulosa excluidos de la financiaci¨®n sanitaria por su naturaleza fugaz -la vida de los pa?uelos de papel es breve como un moco-, verduras a veinte duros o cachitos de suerte de numeraci¨®n distinta aunque se vendan como iguales. En el intervalo que va entre el rojo y el verde, uno puede comprar un acicalamiento r¨¢pido y mediocre del parabrisas delantero. Y eso cuando el fil¨®n de las encrucijadas como escenario de trueques minoristas se encuentra en una fase incipiente, en la g¨¦nesis de un fen¨®meno donde apenas se intuyen las posibilidades comerciales. Los peri¨®dicos alternativos, los que nacen sobre los mismos pilares de desigualdad y pobreza que los vendedores callejeros, tambi¨¦n se han abrazado a los sem¨¢foros y a las v¨ªas peatonales. Nada coherente ser¨ªa adquirir un ejemplar de La Calle en el quiosco de un aeropuerto; poco serio, comprar La Farola en unos grandes almacenes. El sector tradicional celebra la can¨ªcula con rebajas, el comercio callejero mantiene sus saldos de todo el a?o. El todo a cien naci¨® en el cruce entre cuatro calles: a veinte duros el paquete de tres lechugas, el tr¨ªo de pa?uelos de vida ef¨ªmera, el cup¨®n primitivo. Junto a los sem¨¢foros tambi¨¦n hay quienes s¨®lo venden una imagen y quienes ofrecen palabras, como Paul Festus, uno de los m¨²ltiples vendedores de peri¨®dicos que inundan Sevilla de quioscos improvisados, una salida airosa para inmigrantes como este nigeriano que abandon¨® Lagos en 1997 por alg¨²n trasunto pol¨ªtico que desea olvidar. Vender frases no es f¨¢cil en un mercado sobrado de palabrer¨ªa y atiborrado de mensajes. El hito de Festus a¨²n sigue marcado por aquella jornada en la que logr¨® dar salida a 10 ejemplares de La Farola. Sabido es que el automovilista com¨²n tiene la palabra ¨¢gil y procaz mientras permanece al volante. Suelen preferir obsequiar al pr¨®jimo (tambi¨¦n automovilista) con su verbo escatol¨®gico que pagar por adquirir sustantivos neutrales. Paul Festus, de 29 a?os, los vende casi sin hablar. Cuando el sem¨¢foro enrojece, abandona la acera y la sombra escu¨¢lida de cuatro arbustos demasiado j¨®venes para disimular los sofocones termom¨¦tricos, y comienza su peregrinaci¨®n entre veh¨ªculos. El vendedor exhibe una media sonrisa, mira a los ojos, musita algo indescifrable y blande el peri¨®dico ante cada parabrisas. Cada vez, los coches y sus conductores resultan menos an¨®nimos. "Ya conozco muchos carros, hay una clase que no compra y habla bien, y otra que ni habla ni compra", describe. Paul Festus eligi¨® su encrucijada en Sevilla, entre las avenidas del Cardenal Bueno Monreal, Manuel Siurot y Borbolla, porque le pareci¨® estrat¨¦gica. Ya conoce a los asiduos y tiene su clientela fija, pero el tr¨¢fico aleatorio hace que las ventas suban y bajen a su aire, sin estudios de mercado que expliquen las curvas de rentabilidad en los supermercados que afloran en el intervalo que separa el ¨¢mbar del verde.
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