El centenario de Hitchcock antepone al poeta frente al seductor de masas
Gran Breta?a compara la talla art¨ªstica del cineasta con escritores como Shakespeare y Dickens
El cineasta galo Eric Rohmer dijo en una ocasi¨®n que el genio de Hitchcock brilla en los temas serios "que expresan con cierta iron¨ªa los dramas entre los seres". Al director brit¨¢nico le habr¨ªa complacido tan preciso an¨¢lisis de su obra. El venerado maestro del suspense era m¨¢s bien un experto en la ambig¨¹edad. Un artista complejo que supo popularizar su obra sin apartarse de lo ¨²nico que le interesaba: dar forma visual a las ideas que bull¨ªan en su cabeza. El rendido homenaje de sus compatriotas en su centenario revela la confusa atracci¨®n que su obra sigue ejerciendo en el Reino Unido.Como sucede con tantos artistas, nada en la infancia de Alfred Hitchcock, hijo de un comerciante londinense de frutas, auguraba un ¨¦xito fulgurante. Ni siquiera parec¨ªa l¨®gico que el chico llegara a destacar en algo. Pero su leyenda es puramente europea. "Hitch" no fue rescatado de un sombr¨ªo negocio de comestibles por un golpe de suerte. El cine fue siempre su pasi¨®n. Por eso, los r¨®tulos que dise?aba en su tierra para acompa?ar las pel¨ªculas mudas constituyeron el mejor trampol¨ªn para un inquieto aspirante como ¨¦l.
Crueldad y compasi¨®n
En los 60 a?os de carrera que le esperaban trabaj¨® a fondo todos los aspectos del oficio. Fue guionista, escen¨®grafo y asistente de direcci¨®n en los estudios que la compa?¨ªa estadounidense The Famous Players Lasky ten¨ªa en Londres. Uno de sus primeros trabajos tras la c¨¢mara, rodado en 1927 bajo el t¨ªtulo de The ring, ha sido exhibido ahora en el National Film Theatre de Londres como un aperitivo de lo que se avecinaba. El gui¨®n es del propio Hitchcock en colaboraci¨®n con Eliot Stannard y plantea un tri¨¢ngulo amoroso en clave de comedia dram¨¢tica. Los abundantes toques de crueldad y compasi¨®n que llenan la cinta, as¨ª como el sorprendente papel de un tiovivo de feria, reaparecer¨¢n en el futuro.El ambiente ferial como contrapunto a un drama surge de nuevo en Extra?os en un tren. La pelea entre los dos protagonistas, Farley Granger y Robert Walker, en una noria que se derrumba, devuelve adem¨¢s otra de las marcas del director. "Enfocaba el asesinato como un aut¨¦ntico arte, y su facilidad para el juego de las ambig¨¹edades era asombrosa", dice Peter Wollen en The Observer.
Una copia remozada de esta pel¨ªcula (filmada ya en EEUU en 1951) est¨¢ a punto de ser estrenada en el Reino Unido en plenos fastos del centenario del director. El resto de sus pel¨ªculas y su trabajo televisivo ocupar¨¢n tambi¨¦n al mencionado National Film Theatre hasta el pr¨®ximo 3 de octubre. El British Film Institute ha preferido, por el contrario, centrarse en una sola pieza, la primera versi¨®n de El hombre que sab¨ªa demasiado, de 1934.
Producida por Michael Balcon, que transform¨® los estudios Players Lasky en la legendaria Gainsborough Pictures, est¨¢ considerada como el Hitchcock perdido. Aunque la segunda versi¨®n (con James Stewart y Doris Day) es m¨¢s conocida, ambas aprovechan la comedia para aliviar la tensi¨®n de un secuestro. "El cineasta sab¨ªa que el humor desarma y as¨ª puede darte un susto todav¨ªa mayor en la siguiente escena", apunta Nigel Cliff en The Times.
Para su colaboradora m¨¢s cercana, su esposa Alma Reville, la pirotecnia psicol¨®gica desplegada por el cineasta en la pantalla no era sino uno de los muchos detalles supervisados por su experto ojo. La futura se?ora Hitchcock era ya montadora de pel¨ªculas cuando ¨¦l apareci¨® en su vida. Como trata de demostrar ahora la hija de ambos, Patricia, fue adem¨¢s la ¨²nica persona capaz de criticarle. A sus 71 a?os, su ¨²nica hija prepara un libro sobre la aportaci¨®n de su madre a la carrera del maestro. Tambi¨¦n ha querido Patricia Hitchcock desmitificar su presencia en tres cintas de pap¨¢: P¨¢nico en la escena (1950), Extra?os en un tren (1951) y Psicosis (1960).
Si en la primera, donde interpretaba a la amiga de una atribulada Jane Wyman, pas¨® casi desapercibida, las otras dos dejaron entrever un aut¨¦ntico talento que ella misma puso en cuarentena para dedicarse a sus hijos."Regordeta en su deb¨² y fascinada por el crimen y el sexo, respectivamente, en los otros dos intentos, Patricia era como el trasunto de las obsesiones de su progenitor", asegura el cr¨ªtico John Wrathall. Para los que prefieran descubrir su influencia en los artistas m¨¢s actuales, el Museo de Arte Contempor¨¢neo de Oxford merece una visita hasta el pr¨®ximo 3 de octubre. Los coleccionistas y amantes de la revisi¨®n hist¨®rica disponen de m¨¢s tiempo. El londinense Museo Vestry House presenta, hasta el 8 de enero del a?o 2000, fotos y recuerdos de sus balbuceos f¨ªlmicos. Pero los brit¨¢nicos, que siguen acerc¨¢ndose algo confusos a la obra de su paisano -"les pasa igual con Shakespeare y Dickens", dice otro cr¨ªtico, Philip French-, no se enga?an. Ni todo el poder de Hollywood pudo limar las brit¨¢nicas obsesiones de Hitchcock. Convertido en 1955 en ciudadano de Estados Unidos (su industria cinematogr¨¢fica le produc¨ªa un claro efecto liberador), su imaginaci¨®n jam¨¢s se americanizar¨ªa ("Me fascina el crimen, y ¨¦se es un problema particularmente ingl¨¦s"). Las preocupaciones, cinismo y hasta paranoia de su filmograf¨ªa fueron siempre las mismas. Hollywood s¨®lo las present¨® a gran escala.
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