Pensiones : ? ya est¨¢ bien !
La manipulaci¨®n y el abuso que vienen produci¨¦ndose en este pa¨ªs, desde hace a?os, alrededor del tema de las pensiones son, sencillamente, escandalosos. Conviene hacer una breve historia, tal y como yo la veo, de tan desgraciada trayectoria y, puesto que el r¨ªo suena, ver la manera de encauzar unas aguas que, pre?adas de ramaje seco arrojado desde todas las riberas, amenazan con llevarse por delante el d¨¦bil esfuerzo que se ha realizado hasta la fecha.En estos momentos hay en Espa?a 7,5 millones de pensiones contributivas, cuyo importe medio mensual es de 74.000 pesetas, y casi medio mill¨®n de pensiones no contributivas de 38.000 pesetas de media mensual. S¨®lo estas cifras suponen un gasto anual de m¨¢s de ocho billones de pesetas, sin contar gastos de administraci¨®n.
El ex presidente del Gobierno Felipe Gonz¨¢lez abri¨® la caja de Pandora en la campa?a de las legislativas del 93, de la que posteriormente se han derivado todos los males. Amenaz¨® con que si el PP ganaba las elecciones reducir¨ªa las pensiones, indicando la cifra con un detalle que ning¨²n creativo de publicidad se hubiera atrevido a precisar.
Seguramente asustado por la energ¨ªa liberada por el experimento, el ¨²ltimo Gobierno socialista facilit¨® la g¨¦nesis del Pacto de Toledo, cuyos inicios hay que buscarlos en una iniciativa parlamentaria de CiU. Seguramente lo hizo con la ingenua esperanza de que ya nadie m¨¢s utilizara tan poderosa arma electoral en lo sucesivo. Pero el ejemplo cundi¨® profusamente.
El presidente Aznar tambi¨¦n ha hecho de las pensiones uno de sus temas favoritos: se ha convertido a s¨ª mismo en su m¨¢ximo defensor, revaloriz¨¢ndolas por encima de la inflaci¨®n registrada, a pesar de sus propios compromisos en contra. Tambi¨¦n ha experimentado el placer y el poder de cambiar la orientaci¨®n de cientos de miles de votos con leves impulsos al tim¨®n de las pensiones. Cada medio punto del IPC en que se actualizan las pensiones por exceso supone 50.000 millones de pesetas al a?o y medio bill¨®n a largo plazo.
Estos ejemplos han calado hondo en la clase pol¨ªtica de nuestro pa¨ªs y, as¨ª, el presidente Chaves se acord¨® un buen d¨ªa de que ¨¦l tambi¨¦n ten¨ªa unas 100.000 pensiones no contributivas que mejorar, a las que una subida de 700 pesetas al mes le supon¨ªan 1.000 millones al a?o, pero un compromiso a largo plazo 10 veces mayor.
Al president Antich, la misma medida le saldr¨ªa mucho m¨¢s barata: 77 millones al a?o, y a cambio se lleva una publicidad descomunal. El president Pujol sabe muy bien lo que se hace y, para ¨¦l, el turno de las pensiones no consiste solamente en subir las no contributivas. Se trata adem¨¢s de un problema de inflaci¨®n diferencial, ya que el IPC ha subido m¨¢s en Catalu?a que en el resto, y esto afecta a todas las pensiones, contributivas o no.
Mientras tanto, se consolidan afirmaciones y mitos sobre el tema que para nada se justifican. Expresiones como "la caja ¨²nica de las pensiones" o "todas las pensiones son iguales" carecen de sentido. La realidad es mucho m¨¢s compleja. No hay una caja ¨²nica, porque las pensiones no contributivas no tienen nada que ver con las contributivas. Si una comunidad quiere complementar la renta de sus ciudadanos m¨¢s pobres, en vez de construir infraestructuras, que lo haga sin reparos de otras comunidades aut¨®nomas ni del Gobierno central, pero con sus propios recursos. Pronto descubrir¨¢ los l¨ªmites de tales pol¨ªticas y cuando no reciba cach¨¦ pol¨ªtico por ello dejar¨¢ de hacerlo.
Tampoco se sostiene el igualitarismo en materia de pensiones. En el Pa¨ªs Vasco, por ejemplo, la pensi¨®n media mensual es de 93.000 pesetas, y en Galicia, de 62.000, debido a que los pensionistas tuvieron distintos perfiles de ingresos durante su vida activa. ?Hay que igualar por la fuerza las pensiones que el esfuerzo contributivo ha hecho justamente diferentes? La inflaci¨®n, por fin, ha perjudicado menos a los hogares de pensionistas que al resto de los hogares, y, con toda seguridad, a cada hogar de manera diferente; ?har¨ªamos por ello un IPC para cada hogar de pensionistas?
Hay que acabar cuanto antes con la sobrepuja de las pensiones. Pero el r¨ªo suena demasiado y, por lo tanto, agua lleva. En primer lugar, los ciudadanos debemos exigir a los pol¨ªticos que se aten las manos firmemente en materia de pensiones; es decir, que dejen de manipularlas a discreci¨®n cuando les conviene. Para ello, el Congreso ha de tomar la iniciativa, y hacerlo de manera permanente a trav¨¦s de una comisi¨®n que interrogue y escuche a los responsables del sistema, responsables auton¨®micos y expertos y fiscalice el cumplimiento de los acuerdos vigentes.
El Pacto de Toledo ha fracasado. No ha impedido este estado de cosas debido a que sus disensos entre l¨ªneas son m¨¢s numerosos que sus consensos expl¨ªcitos. No es cuesti¨®n de renovarlo, sino de encontrar un mejor y m¨¢s firme compromiso.
?Qu¨¦ hacer con las pensiones contributivas m¨¢s bajas? La idea de fijar un m¨ªnimo digno es sin duda atractiva. Pero el salario m¨ªnimo interprofesional ha de ser mayor que la pensi¨®n m¨ªnima, por razones tanto de equidad como de eficiencia. El aumento m¨¢s que proporcional de las pensiones m¨¢s bajas puede hacerse sin que la actualizaci¨®n global supere al crecimiento del IPC mediante una subida lineal de todas las pensiones. Ello supondr¨ªa, no obstante, un trato discriminatorio hacia las pensiones elevadas, que ya tienen un tope de cobertura del 75% de la base m¨¢xima de cotizaci¨®n. Recu¨¦rdese que las pensiones contributivas no se regalan, se corresponden con el esfuerzo realizado en el pasado. Tan imperfectamente, sin embargo, que por cada peseta cotizada reciben mucho m¨¢s los pensionistas con bajas pensiones que aquellos con pensiones elevadas. No veo muy justificado seguir ahondando en la discriminaci¨®n.
Respecto a las pensiones no contributivas, su mejora dentro de ciertos l¨ªmites deber¨ªa ser competencia de las CC AA, y el Gobierno central no deber¨ªa dar tanto p¨¢bulo a los fuegos artificiales que se organizan alrededor. Los responsables auton¨®micos saben muy bien que sus recursos son limitados. Lo que hace falta es que funcione la responsabilidad fiscal y que el Gobierno central no rescate a las regiones dilapidadoras al cabo del tiempo.
?Qu¨¦ m¨¢s hay que hacer? Otros dos mitos: descentralizaci¨®n y privatizaci¨®n. Aunque el ruido actual no permita entenderlo claramente, hay un run run de descentralizaci¨®n del sistema contributivo de pensiones. Hablemos de ello, pero sepan quienes son aficionados a esto que, por ejemplo, en Madrid o Canarias hay casi tres cotizantes por pensionista, frente a poco m¨¢s de uno en Galicia, Asturias, Cantabria o Castilla y Le¨®n.
?Es concebible que un sistema profesional de pensiones se descentralice? Ello es relativamente inocuo cuando las pensiones son de capitalizaci¨®n, ya que el protagonista de la descentralizaci¨®n es el propio beneficiario. Pero, en un sistema de reparto, la relaci¨®n entre cotizantes y pensionistas es cr¨ªtica para su equilibrio financiero. Por ello anticipamos graves problemas financieros para dentro de 20 a?os y por eso, hoy, el hipot¨¦tico sistema de pensiones contributivas gallego tendr¨ªa considerables dificultades financieras, mientras que el canario gozar¨ªa de buena salud.
Sin embargo, hay que hablar de la privatizaci¨®n y hay que hablar de la descentralizaci¨®n. Aunque no sea aconsejable acometerlas ni hoy ni completamente, con objeto de discernir las mejores alternativas ante las restricciones financieras y pol¨ªticas en las que nos movemos. Para evitar, precisamente, que estas cuestiones tan importantes se conviertan en mitos insondables, en anatemas paralizantes o en moneda de cambio de las peores pr¨¢cticas pol¨ªticas. Ambas cuestiones son de naturaleza pol¨ªtica y econ¨®mica a la vez y est¨¢n, en cierta medida, relacionadas.
La descentralizaci¨®n de un sistema profesional de pensiones de reparto puede hacerse incluso con diferentes f¨®rmulas de pensiones, aunque su variabilidad estar¨ªa muy limitada por el principio de proporcionalidad entre cotizaciones y prestaciones que ser¨ªa descabellado ignorar. Pero hay algo que la decencia pol¨ªtica deber¨ªa dejar resuelto: la compensaci¨®n interterritorial de los desequilibrios que se manifestar¨ªan al desdoblar el sistema centralizado.
Calculando incluso el valor presente de los compromisos contra¨ªdos frente a pensionistas y cotizantes existentes antes de la descentralizaci¨®n y buscando una f¨®rmula de garant¨ªa para las compensaciones necesarias. Esto puede ser muy complicado, lo que, unido al tama?o de los desequilibrios previsibles en las diferentes comunidades, aconsejar¨ªa no precipitarse. La tentaci¨®n entre algunos l¨ªderes auton¨®micos y nacionalistas puede ser fuerte, pero har¨ªan bien en ser moderados y racionales en esta materia.
La privatizaci¨®n de, por ejemplo, la mitad del sistema de reparto resolver¨ªa en buena medida el problema de la descentralizaci¨®n. Podr¨ªa hacerse permitiendo que los cotizantes actuales de menos de una cierta edad y todos los trabajadores que se incorporen en el futuro al mercado de trabajo trasladaran una parte sustantiva de sus cotizaciones a planes y fondos de pensiones obligatorios. De nuevo, las cosas son complicadas, ya que inmediatamente el sistema p¨²blico registrar¨ªa fuertes d¨¦ficit, aunque a largo plazo la situaci¨®n podr¨ªa llegar a ser la contraria. Sin embargo, ¨¦ste es el momento de hacer algo parecido, calculando bien las consecuencias de ello. El Gobierno nos dice que gracias al empleo creado en los ¨²ltimos a?os se ha resuelto el problema financiero de la Seguridad Social. ?ste es otro mito frente al que hay que decir que toda peseta en la que aumenta la cotizaci¨®n hoy supone un derecho de pensi¨®n en el futuro. La actual bonanza de afiliaciones apenas atrasa unos pocos a?os la agudizaci¨®n de los problemas futuros. Cuando los analistas hablamos del d¨¦ficit del sistema de pensiones no nos referimos al rabioso presente de los pol¨ªticos. Un cotizante actual de 40 a?os se jubilar¨¢ en el 2024 y recibir¨¢, en forma de pensi¨®n, un rendimiento real del 1,5% sobre cada peseta cotizada, la mitad de lo que da hoy un bono a 30 a?os.
Jos¨¦ Antonio Herce San Miguel es director de FEDEA.
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