Cumplea?os feliz
Iba a decir que la fiesta tiene dos caras, pero creo que no: la fiesta est¨¢ llena de caras, de caraduras. No puedo calificar al ganadero sin pasar por el juzgado de guardia, pero no puedo dejar de preguntarme por qu¨¦ no ha pasado ¨¦l, que ha cobrado a precio de corrida de toros una aut¨¦ntica gusanera podrida, y ello en connivencia con la autoridad.No obstante, tengo que apartar la indignaci¨®n para decir que Jos¨¦ Tom¨¢s celebr¨® ayer sus 24 a?os. La banda toc¨® dos veces el Cumplea?os feliz, la primera, al recibir de manos de la alcaldesa el capote de paseo que lo acredita como triunfador de la feria pasada y la segunda, al pasear el anillo con una oreja de su primer oponente.
El verdadero regalo, que supo aprovechar, le vino cuando le cambiaron el toro; empez¨® gan¨¢ndole terreno en cada gaonera del quite del baturro -chufla, chufla, que como no te apartes t¨²...-. El toro, que hab¨ªa salido suelto de dos picotazos, sinti¨® de pronto que se part¨ªa, se oy¨® el crujir; el causante hab¨ªa sido Jos¨¦ Tom¨¢s, que lo puso en suerte con un capotazo que lo cur¨® de toda mansedumbre. A partir de ah¨ª, embisti¨®.
Cuvillo / Cordob¨¦s, Rivera, Tom¨¢s
Seis toros de N¨²?ez del Cubillo, los tres primeros contrarios al decoro. El 3? fue sustituido por uno de Santiago Domecq que cumpli¨®. Los tres ¨²ltimos, mejor presentados, ayunos de casta y fuerza.Manuel D¨ªaz El Cordob¨¦s: silencio; saludos. Rivera Ord¨®?ez: silencio; saludos. Jos¨¦ Tom¨¢s: oreja y dos vueltas; aplausos. Plaza de La Malagueta, 20 de agosto. 6? de feria. M¨¢s de tres cuartos de entrada.
Empez¨® por bajo de verdad, sigui¨® con dos series de redondo que nada ten¨ªan que ver con los derechazos al uso y al abuso: llevaba el toro toreado, hacia atr¨¢s, largo, rematando a bajo. Jos¨¦ Tom¨¢s no ser¨¢ marciano, pero su toreo es de otra galaxia, o quiz¨¢ de la galaxia eterna del toreo que se hab¨ªa apartado de nosotros. Vinieron luego los naturales: al toro le costaba tomar la muleta por el pit¨®n izquierdo, pero los toques no iban al pit¨®n contrario, sino hacia atr¨¢s, dados con la panza de la muleta, ligando un milagro torero tras otro, templando, a comp¨¢s, sin un gesto de m¨¢s. En una ocasi¨®n, el toro se le vino encima inopinadamente: Jos¨¦ Tom¨¢s se defendi¨® con un solo toque m¨¢gico hacia atr¨¢s, que empap¨® la tarascada. No hubo manoletinas y, a la hora de la verdad, recet¨® una estocada a ley. Felicidades, torero.
Los dem¨¢s toros no existieron: los dos primeros se desinflaban como mu?ecos de pl¨¢stico. Los tres ¨²ltimos ca¨ªan patas arriba, mientras el p¨²blico insultaba a todo quisqui. En otros tiempos queman la plaza.
El Cordob¨¦s no hizo nada en su primero. En su segundo, despu¨¦s de lo de Jos¨¦ Tom¨¢s, quiso torear por lo cl¨¢sico: Mozart fue interpretado por la charanga del pueblo.
Rivera se puso digno para torear a una insignificancia y en su segundo, logr¨® que la muleta estuviera todo el tiempo por los aires, en un puro enganch¨®n. Se encar¨® con alguien del p¨²blico, en vez de buscar al ganadero.
Nada pudo hacer Jos¨¦ Tom¨¢s en el sexto: era de N¨²?ez del Cubillo.
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