Un mirador en movimiento
Desde el techo de los autobuses amarillos, 16 informadores tur¨ªsticos indican los lugares m¨¢s famosos de Madrid
Madrid se puede conocer desde el techo de un autob¨²s amarillo.Desde hace un mes, estos autocares descapotables de dos pisos pasean a turistas extranjeros y espa?oles que desaf¨ªan el calor del verano para conocer la ciudad desde un punto de vista f¨ªsicamente m¨¢s elevado. Arriba, bajo un sol de justicia, una chicas vestidas de amarillo reparten gorras del mismo color, a la vez que ense?an a los visitantes las singularidades arquitect¨®nicas de la capital.Virginia Velasco es una de estas chicas. Esta joven es una de los 16 informadores tur¨ªsticos de la agencia Solopentours. Esta compa?¨ªa ha puesto en marcha la iniciativa de transporte descapotable, ya veterana en otras capitales, como Par¨ªs o Londres, tras dos a?os de preparaci¨®n.
El trabajo de Virginia consiste en mostrar los monumentos m¨¢s destacados de la capital a los excursionistas. El recorrido, que dura una hora, empieza en la plaza de Espa?a y pasa por los puntos neur¨¢lgicos de la ciudad, como la Puerta del Sol, el paseo del Prado y la Gran V¨ªa. La informadora se limita a enunciar el nombre de cada lugar, pero no a?ade explicaciones de fondo. "Para eso est¨¢n los gu¨ªas tur¨ªsticos, que tienen otras competencias y otra preparaci¨®n", declara esta chica de 24 a?os.
Virginia informa tambi¨¦n, en castellano y en ingl¨¦s, sobre la ubicaci¨®n de las paradas del autob¨²s, dado que los turistas pueden bajar y subir sin limitaci¨®n una vez comprado el billete, que cuesta 1.600 pesetas (800 para los ni?os) y tiene vigencia desde las nueve de la ma?ana hasta las siete de la tarde del mismo d¨ªa. "Los viajeros suelen hacer el recorrido de principio a fin", explica Virginia. "Luego siguen utilizando el autob¨²s durante toda la jornada para ir a visitar los museos o las zonas que les han gustado m¨¢s", a?ade.
Los pasajeros aprovechan la oferta todo lo posible, insiste la informadora. "El otro d¨ªa, un ciudadano chino se mont¨® cuatro veces seguidas", cuenta Virginia. "Le gust¨® todo: incluso la bandera roja y gualda, a la que tir¨® unas cuantas fotos mientras gritaba "?viva Espa?a!", a?ade.
El 90% de los clientes del autob¨²s amarillo es extranjero. "La mayor¨ªa son italianos o suramericanos, que siempre tratan de ligar conmigo", dice la muchacha. Los madrile?os no abundan. "La semana pasada se mont¨® un grupo de castizas, con sus claveles, mantillas y abanicos", relata Virginia. Otros intentan subir y pagar con el abono transportes. La informadora les desenga?a: esto no es la EMT.
Las situaciones divertidas no faltan en su trabajo. "Me han preguntado de todo", se?ala la informadora. "Por ejemplo, si la estaci¨®n de Atocha es un campo de f¨²tbol o si la fuente de la plaza de Cibeles se llama la Cigala".
El autob¨²s amarillo llega ahora al Museo del Prado, la parada estrella. La mayor¨ªa de los viajeros desciende, pero otro nutrido grupo toma su relevo en los asientos. Llegan sedientos y desfallecidos. Compran botellas de agua a Virginia, a 20 duros la unidad. "Adem¨¢s de descansar, desde aqu¨ª veo lo espl¨¦ndidas que son las fachadas de Madrid", resume una acalorada turista mexicana.
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