Polero mayor
Jorge Barreiro, antes ch¨®fer en La Habana, se ha graduado en psicolog¨ªa y helados en la 'playa de Madrid'
En los ¨²ltimos meses, Jorge Hip¨®lito Barreiro (Cuba, 1962) ha tenido que cambiar tres veces de zapatos. Y no precisamente porque sea un consumado atleta, sino porque las maratonianas jornadas detr¨¢s de una barra en las piscinas del antiguo Parque Sindical -ahora Parque Deportivo Puerta de Hierro- han acabado con las suelas de su calzado. A cambio, ha conseguido convertirse en todo un experto polero que lo mismo habla de un Magnum que de un Maxib¨®n o de un bomb¨®n crocante o de un cucurucho de chocolate con fresa. Todo para satisfacer los caprichos de sus clientes, que un d¨ªa le piden un helado de lim¨®n y dos minutos despu¨¦s deciden que lo que en realidad quieren es un polo de fresa. "En d¨ªas de calor se venden much¨ªsimos helados, sobre todo si es domingo. Las cajas traen cada una 24 unidades y se venden m¨¢s de tres cajas", cuenta.Jorge lleg¨® a Espa?a hace s¨®lo un a?o. Vino por reagrupaci¨®n familiar, pues su esposa es hija de espa?oles. En su pa¨ªs era conductor de taxis, y nunca hab¨ªa trabajado en una cafeter¨ªa. Hasta ahora.
Este hombre no solamente es experto en helados. Ahora tambi¨¦n lo es en comidas y en cuanto producto se vende en la cafeter¨ªa de adultos del parque deportivo. Pero su aprendizaje no ha sido nada f¨¢cil. "Me he liado mucho con las frases", dice con su sonoro acento. Y lo explica con una an¨¦cdota: "Lo que aqu¨ª se llama entrecot a la plancha, en Cuba es un bistec con papas fritas. Adem¨¢s, all¨ª no existen ni el tinto de verano ni el calimocho. Yo no ten¨ªa ni idea de lo que era eso".
Jorge confiesa que los primeros d¨ªas de su trabajo fueron "tormentosos". "Me costaba mucho esfuerzo y me parec¨ªa que todo lo estaba haciendo mal", confiesa. Ahora ya se siente parte del equipo que trabaja en el sector de hosteler¨ªa del parque.
En un d¨ªa favorable pueden entrar a las piscinas m¨¢s de mil personas. En jornadas as¨ª, Jorge ha llegado a creer que ni ¨¦l ni sus compa?eros aguantar¨ªan la faena. "Es que hay momentos en que ni siquiera tengo tiempo de tomar agua. No descansas ni un minuto. Tampoco tienes tiempo para reposar la comida", anota.
Aun as¨ª, Jorge disfruta a tope de su trabajo, porque, dice, cada d¨ªa conoce gente nueva con comportamientos distintos. Gente que es capaz de pedir un Aquarius y cinco minutos despu¨¦s decir que prefiere una Coca-Cola Light. "Otra cosa que ocurre es que los clientes a veces compran por encima de sus posibilidades. Cuando han pedido todo, entonces se dan cuenta de que no tienen suficiente dinero", se?ala. "Y por eso a veces hay que hacer tambi¨¦n de psic¨®logo para soportar el car¨¢cter de muchas personas", agrega con picard¨ªa.
Mientras Jorge habla, su jefe, Fernando, se acerca para recordarle que tiene pocos minutos de descanso. Es lunes festivo. Hay muchos clientes. Dentro de poco debe volver a la barra. "As¨ª de duro es esto. Hay d¨ªas en que yo llego a mi casa y tengo que meter los pies en una palangana", cuenta, y se r¨ªe. Y enseguida a?ade: "Afortunadamente, los cubanos nos adaptamos muy bien al sistema y le ponemos alegr¨ªa a todo. Lo ¨²nico malo de aqu¨ª es que siempre acabas los d¨ªas sin ganas de juerga", comenta entre risas. Y sin ganas de fumar, porque las normas le impiden hacerlo mientras trabaja. Y sin vacaciones. "Me hubiera gustado ir a Galicia o a Mallorca, pero, bueno, qu¨¦ le vamos a hacer, despu¨¦s tendr¨¦ tiempo de dar una vuelta por alg¨²n sitio", dice.
Cuando habla, aunque intenta disimularlo, se le nota el agotamiento de muchos d¨ªas de intenso trabajo. ?se, sin embargo, no es su ¨²nico problema. El no poder disfrutar de la piscina es otro. Jorge confiesa que m¨¢s de una vez ha dejado volar la imaginaci¨®n para darse una r¨¢pida zambullida en el agua. "Cuando hace tanto calor y veo a la gente tan contenta metida en la piscina, me dan ganas de lanzarme", asegura. Adem¨¢s, la ubicaci¨®n de la barra, muy cercana a la piscina, hace que los rayos del sol que se reflejan en el agua le encandilen. "A veces es dif¨ªcil de soportar", apunta.
La jornada de Jorge comienza a las 11.30 y culmina a las 20.30. Y mientras unos disfrutan de los d¨ªas de verano y de solaz, ¨¦l se atrinchera tras la barra tratando de aprender a sortear los caprichos de sus clientes: que si el agua del tiempo, que si un zumo de pi?a con uvas, que si un whisky con Coca-Cola Light... Y aunque s¨®lo lleva tres meses, ya se atreve a emitir su propio concepto del p¨²blico espa?ol: "Las personas que vienen aqu¨ª son muy exigentes. Sobre todo las mayores. Yo noto que son bastante sensibles al trato, pero, sobre todo, noto que cuando la piscina est¨¢ ya cerrando, vienen todos en desbandada y es cuando a todo el mundo se le ocurre comprar. Eso me l¨ªa mucho", concluye.
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