Un hombre llamado caballo
- El periodista de la peca. Mart¨ªnez llega al aeropuerto de Jerez, con chorrocientas horas de retraso respecto del horario previsto en el BOE. Llega con la cara que se le pon¨ªa a Washington Irving cuando el calor le fund¨ªa la junta de la culata y, en general, ya estaba hasta las narices del singular gracejo del Viejo Sur. En el aeropuerto le espera su maleta, dando saltos de alegr¨ªa. Son tantos saltos que despierta las sospechas de dos n¨²meros del Benem¨¦rito Cuerpo de Represi¨®n del Tr¨¢fico Ilegal de Frijoles Saltarines, que cogen a Mart¨ªnez y le aplican un tercer grado. En el camino hasta Sanl¨²car from Barrameda, Mart¨ªnez ojea la prensa gaditana del d¨ªa, y comprueba que: a) las medusas han picado a m¨¢s de 900 gaditanos en las playas de C¨¢diz y Chiclana -Mart¨ªnez, solidario con los caballeros del lugar, espera que en esas costas el agua no llegue a la cintura-; y b) en Ceuta, Gil y/o el GIL se hacen cargo del poder vigente -otra meditaci¨®n: en Hong Kong se opt¨® por la f¨®rmula un pa¨ªs, dos econom¨ªas, mientras que en Ceuta, el Hong Kong de Gil, posiblemente se ha optado por la f¨®rmula un pa¨ªs, dos contabilidades B-. Bueno. Mart¨ªnez llega a Sanl¨²car de Barrameda.- Ubi est? El objetivo de Mart¨ªnez es visitar las carreras de caballos, una competici¨®n estival que ya va por su 154? edici¨®n. En Sanl¨²car pregunto a diversos ?sanlucare?os? por las carreras. Las carreras se realizan en la playa. Hasta ah¨ª estamos todos de acuerdo. Lo malo es ubicar la playa. Varios informantes contradicen sus puntos de vista. Un matrimonio interrogado difiere tanto en su punto de vista sobre la playa que, al final, el se?or le da, glups, una bofetada a la se?ora. Finalmente llego a la playa. Como el lector habr¨¢ supuesto, se encontraba en la direcci¨®n que propon¨ªa, snif, la mujer abofeteada, lo cual es una met¨¢fora universal de la mujer abofeteada. ?Es casualidad que tantos ?sanlucare?os? ignoren la direcci¨®n en coche hasta la playa? ?Es posible que, en 154 a?os, muchos ?sanlucare?os? no hayan tenido acceso a la playa? Ni idea. A principios del siglo XIX, el ¨¢rea de C¨¢diz fue una de las dos zonas peninsulares que se enriquecieron con la exportaci¨®n a Am¨¦rica de productos agr¨ªcolas manufacturados -morapio, vamos-. Pero fue la ¨²nica que no reinvirti¨® los beneficios en industrializaci¨®n. Quiz¨¢s los beneficios se invirtieron en evitar que alguien descubriera la playa.
- Debajo de los caballos est¨¢ la playa. Las carreras. Dos tipos de espectadores. Los de la playa y los del cercado con chiringuitos y gradas que hay en la l¨ªnea de meta. La gente de la playa va vestida con el uniforme universal de se?or y se?ora en la playa, tendencia tortilla en tuperware. En el cercado hay se?ores con el uniforme del centro-derecha en el Sur -pantalones color divertido, mocas¨ªn sin calcetines, camisa con las mangas tres vueltas arremangadas; por lo visto, si te das cuatro vueltas est¨¢s descalificado-, y se?oras con el uniforme de la secci¨®n femenina del movement -joyos de la incre¨ªble mujer de 20 pies, pelo a mechas de la incre¨ªble mujer que se cay¨® en la marmita de tinte de peque?a-. La entrada al cercado vale 700 pesetas. Es barato. Pero nadie de los de la playa entra al cercado. Fuera del cercado hay muchos ni?os vestidos de tortilla de patatas. Antes de cada carrera, un coche de la Guardia Civil les va sacando de la pista de carreras. En el cercado tambi¨¦n hay muchos ni?os con el polo con la bandera etc. Dec¨ªa Ortega que uno se parece m¨¢s a su ¨¦poca que a su padre. Supongo que es una regla que no se cumple en los pa¨ªses en donde no todo el mundo sabe el secreto de la localizaci¨®n de la playa.
- La carrera. Bueno. Una carrera. Los caballos corren. Delante de ellos va un coche de la Guardia Civil. El coche de la Guardia Civil gana por varios cuerpos de ventaja. Las personas del cercado y las de fuera del cercado van a cobrar sus apuestas dentro del cercado y fuera del cercado, respectivamente. Luego, los del cercado hacen una fiesta curiosa. Diversas casetas ofrecen cenorrio a los visitantes. Las casetas no pertenecen a empresas, como sucede en un pa¨ªs industrializado, sino a familias particulares. Ma?ana estoy por aqu¨ª o me voy al Gran Norte, que no lo s¨¦.
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