"Si llego a tener mi cambio..."
Reyes Est¨¦vez no se da por satisfecho con el bronce
?Qu¨¦ hace el emperador del medio fondo despu¨¦s de regalar al mundo la carrera m¨¢s extraordinaria de la historia? ?C¨®mo son los primeros cinco minutos en la intimidad del hombre que ha roto todas las barreras en una noche sevillana agobiante de calor (31?), humedad (50%) y sin aire? No mucho, la verdad. M¨¢s que nada porque no tiene fuerzas ni para levantar las zapatillas. Pero disfruta. Si la felicidad existe, se llama El Guerruj a las 21.21.Hicham el Guerruj aparece como una sombra verde y roja. Atraviesa el laberinto de la zona mixta. A¨²n investido con la bandera de Marruecos. Sus ojos descomunales, a¨²n m¨¢s grandes. Inyectados en sangre. Sus p¨®mulos s¨®lo huesos puntiagudos. Palidez. Le ayudan miembros de la delegaci¨®n. Le tumban en la bancada gris de madera al otro lado de la barrera. Un sol¨ªcito masajista le acerca una botella de agua de la nevera, se la pone en los labios como si ayudara a un beb¨¦ en sus primeros tragos, le da palmaditas en la cara para que las mejillas recobren el color perdido. Otro del equipo le levanta las piernas, que la sangre le vuelva al cuerpo. ?Se va a marear o va a levitar, en ¨¦xtasis? Ni una cosa, ni otra. El Guerruj estira las piernas, se tumba c¨®modo y se lleva las manos a la cara. Llora. De felicidad. Sollozos sonoros. De fondo se oyen m¨¢s. No es el eco.
Andr¨¦s D¨ªaz ha terminado quinto. Llega a la zona donde, en un cesto, est¨¢ su ropa; y se sienta. Como siempre, la mirada perdida. Como siempre, una toalla le cubre. Luego, desaparece sin abrir la boca. Los tabiques son de madera. Nada se puede esconder. Sollozos. Llega un encargado de prensa de la federaci¨®n: "Disculpad que Andr¨¦s no hable. Ha llegado y se ha puesto a llorar. De frustraci¨®n. Yo le he dicho que no pasa nada, que ha quedado quinto en la carrera m¨¢s dura de la historia, pero no me ha hecho ni caso".
Mientras tanto, El Guerruj contin¨²a en el para¨ªso. Delicadamente le quitan las zapatillas verde fosforito y rojo, le bajan los pantalones tambi¨¦n. Le desvisten sus masajistas. Le visten. Como a un mu?eco. Como a un ser inanimado. Pasa el tiempo. Reyes Est¨¦vez, el infeliz, el airado, tercero, se cruza con ¨¦l. Ni le mira. M¨¢s minutos. Inmovilidad. El Guerruj se levanta y se va. Por fin, un asomo de sonrisa. "Pens¨¦ en mis padres en ese momento", explic¨® luego. "Ya les hab¨ªa telefoneado la v¨ªspera. Su apoyo ha sido decisivo. Y mi madre m¨¢s. Ella me prepara muy bien con su dieta especial, sobre todo con el cusc¨²s, lo devoro. Est¨¢ buen¨ªsimo". Luego, a vivir de los recuerdos hasta la pr¨®xima gran carrera, hasta los Juegos de Sydney. Ya en el 2000. ?Los recuerdos? Los besos al p¨²blico en los ¨²ltimos 100 metros, el mismo ceremonial que le sirvi¨® al argelino Nurred¨ªn Morceli para cerrar en 1991 la era de Sa¨ªd Auita. ?Morceli? ?D¨®nde est¨¢? Su ¨¦poca, casi 10 a?os, la d¨¦cada de los noventa, se acab¨® silenciosa. El envejecido argelino logr¨®, tras tit¨¢nico esfuerzo, clasificarse para la final. No pudo terminarla. Ferm¨ªn Cacho, s¨ª. El soriano ha sobrevivido a Morceli, el hombre que le ha marcado toda la carrera.
El soriano termin¨® cuarto. Cacho llega, busca una c¨¢mara y se pone a hablar. Por lo bajinis, un fisioterapeuta le pone una bolsa de hielo junto a la rodilla izquierda. "Antes de la ¨²ltima vuelta pens¨¦ que ten¨ªa la medalla a mi alcance", dice el soriano, dolorido y cansado, "pero me resent¨ª del golpe en la rodilla, del golpe que yo mismo me di fortuitamente a los 150 metros de la carrera. Me lo di con el tobillo en la zona de la tibia, por atr¨¢s". No hubo as en la manga. S¨®lo una mirada de impotencia a falta de 400 metros, cuando el cambio de ritmo imponente de Reyes Est¨¦vez. "He ido lo mejor que he podido, pero con el dolor he visto que no pod¨ªa ir m¨¢s all¨¢ cuando me pas¨® Reyes", se excusa Cacho. Un momento hist¨®rico. Pero ha sido una hermosa despedida la del soriano. Ha corrido la final m¨¢s r¨¢pida de su historia. Y ha terminado cuarto. 3.31,34. Qu¨¦ tiempo. "Ya sab¨ªa yo que iban a ser los marroqu¨ªes y no los kenianos quienes iban a lanzar la carrera. Quer¨ªa una carrera s¨®lo para ¨¦l, El Guerruj. Pero claro, tambi¨¦n ha demostrado que sigue muy por encima de los dem¨¢s".
Qu¨¦ enfado el de Reyes Est¨¦vez. "Qu¨¦ final m¨¢s at¨ªpica", dice. "Ha sido el primer campeonato que se ha corrido a este ritmo, qu¨¦ bestia y qu¨¦ desgracia".
No, no se siente feliz Est¨¦vez, tercero en el Mundial de Atenas hace un par de a?os, campe¨®n de Europa el pasado verano en Budapest. "Ha sido descarado. Ya me esperaba que los marroqu¨ªes iban a jugar con liebres, pero no esperaba que lo hicieran as¨ª. Le han quitado toda la belleza a la final, le han quitado todo el lado t¨¢ctico, que es lo que hace ¨²nico al 1.500. Lo han convertido en un mitin, en una carrera m¨¢s. Ese tiempo me ha fastidiado. A un ritmo de 3.36, que es el normal en un campeonato, otro gallo habr¨ªa cantado. Pero as¨ª El Guerruj es muy fuerte".
Gracias al marroqu¨ª El Kauch, la liebre de su compatriota, Est¨¦vez acab¨® en 3.30,57, la mejor marca de su vida. Tampoco le satisfizo. "Claro que si hago 3.30 en un campeonato puedo bajar de ese tiempo, pero para eso est¨¢n los m¨ªtines, para eso hay tiempo. Aqu¨ª yo no quer¨ªa una marca, aqu¨ª s¨®lo quer¨ªa el oro. El bronce ya lo logr¨¦ en Atenas". "S¨ª, me puse segundo, pero mir¨¦ para atr¨¢s y vi lo bien que ven¨ªa Ngeny. Siempre me gana. Y claro, me acord¨¦ de la final europea de Budapest, de aquel oro. Y me dije a falta de 150 metros: "si llego a tener aqu¨ª el cambio de Budapest...".
El cambio de ritmo s¨®lo pertenec¨ªa a un hombre, a El Guerruj, el que casi ex¨¢nime se retira de la vista de todos, hablando por tel¨¦fono m¨®vil. "No he tenido ninguna dificultad. Estaba seguro de ganar la carrera. Lo estaba antes y lo estuve durante la carrera. Ha sido tan sencillo como eso", declar¨® despu¨¦s, en la conferencia oficial. Pero quiz¨¢s lo siga siendo por poco tiempo. "?ste ha sido el ¨²ltimo a?o de El Guerruj", dijo desafiante el segundo, el keniano Ngeny. "El a?o que viene ser¨¢ m¨ªo".
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