Venecia apuesta por el cine renovador
La sorpresa de la jornada fue "Una relaci¨®n pornogr¨¢fica" con el actor espa?ol Sergi L¨®pez
La m¨¢s agradable sorpresa de la jornada de ayer, que sobre el papel suele ser la m¨¢s cotizada, nos la dieron la veterana actriz francesa Nathalie Baye, el joven director belga Fr¨¦d¨¦ric Fonteyne y el actor espa?ol Sergi L¨®pez, que bordan una deliciosa, pese a su suave desv¨ªo final hacia un despunte de pesimismo, comedia sentimental titulada Una relaci¨®n pornogr¨¢fica, que nada tiene de escabrosa ni, aunque parte de un esquema similar al de El ¨²ltimo tango en Par¨ªs, no emplea ning¨²n tipo de anzuelo er¨®tico, y menos pornogr¨¢fico, destinado al personal ¨¢vido o reprimido. Por el contrario, es una obra libre y llena de transparencia, una muy delicada historia de amor y de humor, cuyo lado porno es nada m¨¢s que el marco metaf¨®rico e ir¨®nico de una ins¨®lita, y original¨ªsima, pel¨ªcula de corte l¨ªrico, un sencillo -y de su sencillez proviene la multiplicaci¨®n de su eficacia identificadora- relato de un asunto de siempre entre un hombre y una mujer, compuesto y contemplado desde una angulaci¨®n formal in¨¦dita, pese a la aludida deuda situacional que, sin ocultarlo, tiene con el c¨¦lebre filme de Marlon Brando.
La admirable actriz francesa Nathalie Baye arroja, como siempre, fuera de la pantalla su gran solvencia, su talento y su elegancia; y el actor espa?ol Sergi L¨®pez le regala, y de paso nos regala, un t¨² a t¨² de admirable sutileza y sagacidad, hasta el punto de que hay momentos en que sin pretenderlo oscurece a su contendiente, gracias a un empleo de gran exactitud de su mirada entre ani?ada y burlona.
En un registro visual y estil¨ªstico completamente diferente continu¨® la programaci¨®n con Holy Smoke, la muy esperada -y me temo que decepcionante- pel¨ªcula dirigida por la australiana Jane Campion y protagonizada por la joven brit¨¢nica Kate Winslet y el veterano estadounidense Harvey Keitel, dos rostros superdotados en su oficio, capaces de fundir con la electricidad de su instinto esc¨¦nico los focos que los iluminan.
Keitel sigue con rectitud casi franciscana su itinerario de francotirador del cine dentro del movimiento de los cineastas independientes de su pa¨ªs, sin rozar los tent¨¢culos de Hollywood, hasta el punto de que se observa en ¨¦l un distanciamiento de su antes inseparable amigo y director Martin Scorsese, antes de que este notable cineasta vendiera su m¨¢s que probado oficio a los tenderos de los estudios californianos y Keitel iniciara, por su cuenta y riesgo, un desv¨ªo profesional hacia la producci¨®n de sus propias pel¨ªculas.
Por lo que respecta a Kate Winslet, ni su oscar por Sentido y sensibilidad ni el encumbramiento del estrellato que le supuso hace un par de a?os protagonizar la monumental Titanic, han modificado un ¨¢pice sus ganas de recorrer con libertad sus propias calles. Y se cuenta que se ha negado a someterse a la dictadura de la hollymemez en lo relativo a la exuberancia de curvas y kilos de una carnalidad tan rotunda y tan bien asumida como la suya. Winslet parece tanto m¨¢s hermosa cuanto m¨¢s se desentiende del glamour anor¨¦xico en la corte de la reina Julia Roberts.
El lado malo de Holy Smoke hay que buscarlo en su principal responsable, la australiana Jane Campion, que parece haberse vaciado prematuramente en Un ¨¢ngel en mi mesa y El piano, su segunda y tercera pel¨ªculas; y, tanto en el impotente Retrato de una dama con que hizo trizas a su bella compatriota Nicole Kidman, como en ¨¦sta, mitad chistosa y mitad pat¨¦tica, Holy Smoke, se mueve entre ambiciones y logros muy inferiores a los del arranque de su carrera.
En esta ¨²ltima pel¨ªcula llega incluso a componer escenas sobre el papel de mucho riesgo, como es la imagen de la meada de Kate desnuda en el desierto, con recursos en parte tramposos y en parte de aficionada. La pel¨ªcula se limita a tener algunos golpes de gracia incrustados en un querer y no poder demasiado grueso y evidente para una profesional que debiera estar ya muy curtida, que se las da de autoexigente y sin embargo nos ofende con un rosario de resoluciones chapuceras propias de los viejos directores marrulleros y de los pegaplanos con un oficio desarrollado sobre la mentira de la sofisticaci¨®n en cuanto encubridora de elementalidad.
Nada marrullero ni elemental, aunque por desgracia est¨¢ aqu¨ª fuera de concurso y merec¨ªa competir, es el intenso y trepidante, casi vertiginoso, thriller -por otro lado muy at¨ªpico- Eye of the beholder, donde el tambi¨¦n australiano Stephan Elliot, estupendo director de Priscilla, reina del desierto, conduce ¨¢gil y magistralmente a la hermosa canadiense, cada pel¨ªcula mejor actriz, Ashley Judd; y al escoc¨¦s Ewan McGregor, que est¨¢ elaborando una carrera imparable desde que emergi¨® de las negras aguas de Trainspotting. Este brillant¨ªsimo actor tiene ya abiertas las puertas del estrellato de Hollywood, sin que se decida a franquearlas, desde el ba?o de multitudes de La amenaza fantasma, donde da carne viva a la juventud del inefable personaje que Alec Guinness cre¨® en La guerra de las galaxias.
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