Gorgorito
El autor muestra su oposici¨®n a las llamadas "bofetadas a tiempo" y mantiene que hay que educar desde el respeto.
Este verano, como tantos, miraba las caras inocentes de ni?as y ni?os que ante un gui?ol gritaban a su defensor infantil, para que hiciera justicia, para que diera con su estaca a los malos, encarnados en la bruja, en el lobo. Y ve¨ªa mi ni?ez reflejada en sus rostros. Son esa ilusi¨®n, solidaridad, imaginaci¨®n, fantas¨ªa, capacidad para el juego, para hacernos sentir los colores de sus dibujos, los que hay que preservar. Porque, ciertamente, es imposible aquilatar el valor de un ni?o.
Y el ni?o, natural y sorprendentemente, aprende a comunicarse, a utilizar el lenguaje, se humaniza. Por eso es vital la educaci¨®n que recibe.
Ser madre o padre o tutor exige responsabilidad, dedicaci¨®n, reflexi¨®n, pero, sobre todo, disfrute con el o los peque?os, comprensi¨®n de las conductas humanas, que se sostienen en errores, aceptaci¨®n de las limitaciones y ganas de hacerlo bien, simplemente lo mejor posible, pero sin angustias ni reproches.
?Se imaginan a un padre perfecto? Ser¨ªa horrible.
Lo que hace falta es amor y criterio.
La psicolog¨ªa del desarrollo que tanto ha aportado a la comprensi¨®n del ni?o como sujeto en s¨ª mismo, individual, con sus caracter¨ªsticas propias, no confundible con un proyecto de adulto; tambi¨¦n nos ha mostrado que tenemos una propensi¨®n hasta biol¨®gica para facilitar el correcto crecimiento de nuestros peque?os, algo que se hace m¨¢s complejo cuando de adolescentes tratamos, pues est¨¢n m¨¢s influidos por factores ex¨®genos de modas y consumo.
Es de ley aplaudir a los padres, a los que lo son ahora, a los que ya lo fueron, por su ingente y elegida labor.
A veces hablamos tanto de las dificultades de ser buenos padres que hay quien se acobarda y desiste. No exageremos, se?alamos los posibles errores, nos detenemos en riesgos, pero quiz¨¢ se nos olvida subrayar que la inmensa mayor¨ªa cumple su funci¨®n de forma muy exitosa y reconocida (con el tiempo), por los propios hijos.
Los padres j¨®venes se forman continuadamente para serlo: leen, asisten a conferencias, se interesan por la evoluci¨®n escolar, por la mejor alimentaci¨®n, la seguridad en el hogar, los aspectos deportivos, relacionales..., sanitarios, de sus hijos.
Y se duelen, cuando interpretan que son supervisados o criticados por instancias que obviamente nunca podr¨¢n sentir la alegr¨ªa, el dolor, el amor con el que se vive a todos los hijos (m¨¢s all¨¢ del "sangre de mi sangre").
Por eso, pido perd¨®n a quienes bien se comportan, seguro de que apoyan la intervenci¨®n con quien no lo hace as¨ª.
Pero este art¨ªculo no nace para abordar el maltrato, sino para aplaudir a quien lo merece (la inmensa mayor¨ªa) y para pedir una mejora de nuestro propio comportamiento y transmisi¨®n de cultura.
Perm¨ªtanme alg¨²n ejemplo, como el del tabaquismo pasivo que sufren algunos ni?os, o el de compartir el afecto de unos padres que se lo expresan a altas horas de la noche en un bar.
Pero recordando la sonora estaca de Gorgorito y superada la etapa de los golpes con un cintur¨®n, plante¨¦monos algunos hechos puntuales, que asevero no han de confundirse con el maltrato silencioso que padecen algunos ni?os, pero que son humillantes para quienes lo reciben y, sobre todo, para quienes las propinan: me refiero a las tan tra¨ªdas y llevadas "bofetadas a tiempo".
Los padres podemos y debemos educar a nuestros hijos desde los primeros a?os, meses, d¨ªas de su vida (y aun antes) y ganar su respeto. El ni?o quiere, necesita, a sus padres y se corrige cuando ve que sus acciones les disgustan.
Claro que hay que poner l¨ªmites y decir "no" y sancionar, lo que es parte de la educaci¨®n; pero, como escribimos en el libro Ni?os y no tan ni?os: "Una bofetada, ?por qu¨¦?".
De verdad, la bofetada no es pedag¨®gica para quien la recibe, ni terap¨¦utica para quien la propina. Su riesgo est¨¢ en que es muy f¨¢cil, es autoritaria.
Hay hijos que llegan a los 18a?os y son unos tiranos insufribles: en muchos casos han sido sobreprotegidos; en otros han recibido incontables bofetadas. Hay j¨®venes que se autodominan, que ejercen su libertad, que respetan y se autorrespetan y jam¨¢s se les ha puesto la mano encima.
La formaci¨®n de un ser humano es compleja, no se puede condicionar a espor¨¢dicos "refuerzos negativos".
En los cursos de verano de El Escorial hemos dado a conocer nuestra intenci¨®n de que el art¨ªculo 154 del C¨®digo Civil, que expone: "Los padres podr¨¢n corregir razonable y moderadamente a los hijos", incluya "no de forma f¨ªsica".
Y es que donde la ley guarda silencio, el castigo corporal tiende a ser aceptado en la pr¨¢ctica.
En junio de 1997, la Red Europea de Defensores del Menor (compuesta por 10 representantes) aprobamos el manifiesto Educar, no pegar; lanz¨¢bamos una se?al clara de que golpear a los ni?os no es m¨¢s aceptable que golpear a un adulto. Record¨¢bamos que mientras pr¨¢cticamente en todos los pa¨ªses europeos se ha prohibido la bofetada en los colegios, es admitida en los hogares.
En octubre de 1999 nos reuniremos en Madrid los 15 defensores del Menor que ya hay en Europa, seguiremos propugnando programas de educaci¨®n en positivo.
Fernando Pessoa nos escribi¨®: "?Qui¨¦n otro ser¨ªa yo si me hubiesen dado cari?o del que viene desde el vientre hasta los besos en la cara peque?a?".
Javier Urra es defensor del menor en la Comunidad de Madrid.
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