Socialconformismo
La aseveraci¨®n de que en la Europa de los quince son mayor¨ªa los socialdem¨®cratas -lo que da una oportunidad de actuaci¨®n in¨¦dita hasta ahora- se ha convertido en un t¨®pico sin contraste. Pasados ya muchos meses de esa realidad, empieza a ser oportuno preguntarse en qu¨¦ ha cambiado la pol¨ªtica econ¨®mica desde que los principales pa¨ªses europeos son gobernados por gente como Jospin, Blair, Schr?der o D?Alema, y si se han notado diferencias sustanciales respecto al pasado anterior. La verdad es que las distinciones no son muchas. En la mayor parte de los casos ha habido una ausencia de transformaciones profundas, sea por falta de voluntad o de condiciones objetivas. La m¨¢xima de que la pol¨ªtica es la econom¨ªa sigue siendo la que rige la acci¨®n de las formaciones que administran el poder.
Si hay un campo es el que se nota la lentitud de los cambios es el de la construcci¨®n de la Europa social. Cuando ha habido avances sustantivos en la reducci¨®n del desempleo (caso de Francia: estamos hablando de Gobiernos socialdem¨®cratas, por lo que no se menciona el ejemplo espa?ol) se ha tratado de v¨ªas nacionales, no de pol¨ªticas comunes. Todos los Gobiernos est¨¢n ret¨®ricamente de acuerdo en el que el primer problema de la UE es el de un paro abundante (m¨¢s de 16 millones de personas), y se disponen a reducirlo... siempre que no implique ning¨²n esfuerzo a?adido para las arcas comunitarias. Se admite te¨®ricamente (como en la cumbre de Amsterdam de junio de 1997) que la lucha contra el paro es la prioridad, o se habla de un pacto europeo sobre el empleo (como en la de Colonia de dos a?os m¨¢s tarde), pero no habr¨¢ una reflexi¨®n extraordinaria hasta Lisboa, en marzo del a?o 2000, cuando Portugal ejerza como pa¨ªs presidente de la UE.
Y no s¨®lamente eso, sino que los socialdem¨®cratas se han mostrado divididos respecto al camino a seguir: Jospin, con unas f¨®rmulas, y Blair y Schr?der con otras, como se explicit¨® cuando ¨¦stos ¨²ltimos firmaron el manifiesto de la tercera v¨ªa, contestado inmediatamente por los socialistas franceses (adem¨¢s de las abundantes discrepancias que existen en el seno del SPD, incluida la dimisi¨®n de Lafontaine). El programa con el que se presentaron conjuntamente los socialistas a las elecciones al Parlamento Europeo no ha quedado en otra cosa que en papel mojado. Se habla de la guerra de las dos rosas.
Las circunstancias por las que atraviesan los tres grandes pa¨ªses europeos son dis¨ªmiles. En Gran Breta?a, un estudio publicado por el profesor Tony Travers, de la London School of Economics, demuestra que el gasto p¨²blico de los laboristas est¨¢ en porcentajes hist¨®ricos m¨ªnimos; si contin¨²a la pol¨ªtica presupuestaria de Blair, este gasto ser¨¢ el m¨¢s bajo, en t¨¦rminos relativos, en los ¨²ltimos 40 a?os, inferior incluso al porcentaje que se manej¨® en los tiempos de Margaret Thatcher. Travers indica que el gasto p¨²blico ser¨¢, con el Gobierno de Blair, inferior el 40% del PIB (con Thatcher fue del 43%).
Schr?der est¨¢ inmerso en un plan de austeridad para ahorrar m¨¢s de 2,5 billones de pesetas en el a?o 2000, que supone una rebaja del impuesto de sociedades y una reforma de las pensiones que, hasta ahora, no ha sido comprendido ni por su propio partido ni por el conjunto de la sociedad, si se analizan en este sentido los resultados de las ¨²ltimas elecciones. En cambio, los democristianos en la oposici¨®n han anunciado que no bloquear¨¢n en el Parlamento tal programa de austeridad.
De Jospin y su modernizaci¨®n hacia una econom¨ªa menos intervencionista ya se hablaba en la columna de la semana pasada. Esta semana se ha puesto a la venta en Francia un libro titulado La gauche imaginaire et le nouveau capitalisme, en el que dos periodistas econ¨®micos de Le Monde y Liberation describen las renuncias de los socialistas (el cierre de la planta de Renault en Vilvorde; la disminuci¨®n de la fiscalidad de los cuadros, a trav¨¦s de las stock-options; los fondos de pensiones; el impuesto a los movimientos de capital conocido como Tobin tax; las desviaciones de las 35 horas, etc¨¦tera).
Es por ello por lo que muchos analistas, a pesar de reconocer la revitalizaci¨®n de la coyuntura europea, hablan de socialconformismo.
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