Los superh¨¦roes tambi¨¦n emigran
A Antonio y a Miguel les delata la hebilla del cintur¨®n: un superh¨¦roe nunca la escoger¨ªa tan grande. Aunque Estepona (M¨¢laga) les recibiera como si lo fueran a su regreso de Canad¨¢, todos saben en su pueblo natal que no lo son. Los hermanos Guerrero tienen pinta de le?adores bondadosos y una historia que ha logrado conmover a las arcas m¨¢s impasibles: las municipales. El Ayuntamiento y C¨¢ritas, tras escuchar lo que ten¨ªan que decir, decidieron que 250.000 pesetas no eran muchas si con ellas se pod¨ªa financiar su vuelta a casa y, de paso, poner fin a su mala suerte. Antonio, de 55 a?os, trabajaba en 1974 de conductor para Ultramar Expres, una agencia de viajes, cuando conoci¨® a la que fue su mujer. "Era pura canadiense como yo soy puro esteponero", relata mientras se bebe un caf¨¦. Tras dos semanas comunic¨¢ndose con "el librito ¨¦se y las se?as", ella le mand¨® un billete para que conociera su pa¨ªs. "Me gust¨® Ontario, las cosas como son. Fueron 90 d¨ªas para casarme y me qued¨¦ fijo all¨ª". Su hermano Miguel que, aunque parece m¨¢s joven es cuatro a?os mayor que ¨¦l, se qued¨® con sus padres. Al fin y al cabo, la boda iba con ¨¦l. Durante 19 a?os trabaj¨® en el mantenimiento de una empresa y todo march¨® bien. "Pero con el fallecimiento de mi esposa, el 9 de junio de 1993 entre las cuatro y las cuatro y media de la tarde, las cosas me empezaron a salir malamente", dice, como si el cambio de racha se dejase fechar. Estuvo dos a?os sin trabajo. "El gobierno del Canad¨¢ s¨®lo me ayudaba con la cuesti¨®n del apartamento". Hace dos a?os muri¨® su madre y el que decidi¨® emigrar entonces fue Miguel. "Me encontraba solo y si hay que pasarlo mal, mejor es pasarlo juntos", dice mientras en el relatos se les cuela a ambos un "oh yeah". "Est¨¢bamos a punto de vernos en la calle. Pero gracias al Ayuntamiento hemos podido salir de all¨ª", asegura Antonio, que mantiene que ninguno de los dos se ha visto en la tesitura de tener que pedir. "S¨¦ que fue peor de lo que cuentan. Pero no quieren que se les tenga como mendigos", relata Antonio Barrientos, concejal de Salud, que la semana pasada se traslad¨® a M¨¢laga en coche oficial para recibir a los dos hermanos en la estaci¨®n de tren. "Lo hemos hecho como un gesto de solidaridad. Sab¨ªamos que no son dos maleantes. Mi familia les conoc¨ªa", comenta el edil. Y no son los ¨²nicos. La gente pasa. Mira. Vuelve a mirar y pregunta: "Pero, Antonio, ?c¨®mo te va?". Antonio y Miguel llegaron de Canad¨¢, como si de superh¨¦roes se tratase. Pero los superh¨¦roes no vuelan en avi¨®n. Tampoco se encuentran con los problemas que ellos se encontraron: hasta media hora antes de partir rumbo a Espa?a, v¨ªa Par¨ªs, segu¨ªan esperando en el aeropuerto que les llegase la transferencia del Ayuntamiento para la segunda parte del viaje: Par¨ªs-Madrid. En Madrid tampoco ten¨ªan dinero para pagarse el billete de tren a M¨¢laga, as¨ª que les toc¨® pasar tres d¨ªas a la intemperie hasta que Barrientos les localiz¨® por el meg¨¢fono de Chamart¨ªn. Solucion¨® el asunto monetario con una entidad bancaria local. En Estepona se alojan en una pensi¨®n que paga el Ayuntamiento. Y comen en una residencia geri¨¢trica, a pesar de que todav¨ªa no tienen edad. "Aqu¨ª tenemos montones de amigos. Aqu¨ª tiene usted un ejemplar", dice Antonio y se?ala a un se?or que se ha parado a tomar un caf¨¦ con ellos. Le deja hablar a ¨¦l: "No puedo entender qu¨¦ es lo que les pas¨®. Para m¨ª que estaban muy bien". Y a?ade: "Cuando les vi me hinch¨¦ a llorar con ellos". El futuro est¨¢ abierto: "?Aqu¨ª?". Silencio y meditaci¨®n. "Lo que yo quisiera es un trabajito para vivir desahogadamente".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.