Delicia de los perezosos
No se puede dejar pasar el verano sin hablar de aquello que a Brillant Savarin le gustaba llamar "la delicia de los perezosos", el maravilloso helado; una palabra m¨¢gica, fr¨ªa caricia del paladar. Remont¨¢ndose a la prehistoria de los sorbetes o helados, se sabe que ya los chinos usaban el hielo para conservar los alimentos desde mil a?os antes de nuestra era, y adem¨¢s elaboraban una especie de sorbetes, muy ancestrales. Para ello, dejaban escurrir en las paredes exteriores de unos recipientes que conten¨ªan alm¨ªbar una mezcla de nieve y sal. La cultura mediterr¨¢nea atribuye el primer sorbete al emperador Ner¨®n, quien hac¨ªa servir a sus invitados una mezcla de frutas majadas en nieve, que tra¨ªa de los Apeninos o los Alpes, con miel. Es a partir del siglo XVIIII cuando se perfeccionan los sistemas de congelaci¨®n y las m¨¢quinas de helados, cuando surge el concepto del helado-nieve frente al llamado helado-hielo. Un miembro del s¨¦quito de Catalina de M¨¦dicis, el siciliano Francesco Procopio, abri¨® el primer caf¨¦ de Par¨ªs, Le Procope, en el a?o 1686. Al parecer, las ofertas del establecimiento rondaban el centenar entre helados y sorbetes. Desde entonces, este placer untuoso tiene muchos millones de abonados. Se podr¨ªa haber escogido cualquier prodigio helado de los que se hacen hoy en d¨ªa, pero las dudas se han resuelto dentro de las golosinas que ofrece una misma casa, Akelarre: su archifamoso gin tonic helado y el no menos impactante cienhojas de melocot¨®n asado con un electrizante helado de su escabeche, resultan imborrables en la memoria.
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