La hora de Argelia
EL PRESIDENTE argelino ha conseguido, mediante el refer¨¦ndum de la semana pasada, la legitimidad que le hab¨ªan negado las urnas en abril, cuando concurri¨® como candidato ¨²nico a unas elecciones un¨¢nimemente criticadas. Lo de menos es el s¨ª masivo de sus conciudadanos a su propuesta de concordia nacional, a una pregunta tan piadosa como la de si se est¨¢ a favor de la pacificaci¨®n de un pa¨ªs consumido por m¨¢s de siete a?os de guerra civil y cien mil muertos. Era predecible. Lo importante, y lo que debe conferir al corredor de fondo Buteflika cierta autonom¨ªa en sus relaciones con los militares argelinos, los verdaderos due?os del poder, es la afluencia de votantes, la dimensi¨®n enorme de la esperanza popular.Los argelinos quieren dormir en paz, viajar en paz y morir en paz. Son pocos los que a estas alturas esperan demasiado del proceso pol¨ªtico. Pero, a lo largo de su campa?a para ganar credibilidad, Abdelaziz Buteflika ha dicho cosas que muchos deseaban o¨ªr desde hace a?os. El populista presidente, rompiendo el silencio habitual de los opacos mandatarios argelinos, ha criticado a la polic¨ªa, la corrupci¨®n del Estado, la justicia, los negocios sucios. Ha destituido a 22 de los 47 gobernadores provinciales y ha asegurado que el pa¨ªs norteafricano -joven y rico en recursos naturales, pero puesto de rodillas por la violencia, el desempleo y la venalidad- no puede despegar si no se combaten sus lacras. Precisamente por eso muchos argelinos votaron en 1991 a los partidos isl¨¢micos, a los que percib¨ªan como capaces de cambiar las cosas.
Obtenido el cheque que necesitaba, Buteflika afronta ahora la parte dura de su trabajo. Tras un barniz de democracia civil, el poder en Argelia sigue en manos de los generales. Pasar de las palabras a los hechos supondr¨¢ el enfrentamiento del nuevo presidente con algunos de quienes le designaron para dirigir el pa¨ªs. Pacificar Argelia y cicatrizar sus profundas heridas depende de que los militares -con los que Buteflika lleva meses discutiendo la composici¨®n del que ha de ser su primer Gobierno- abran el juego pol¨ªtico y est¨¦n dispuestos a permitir la democratizaci¨®n del pa¨ªs, de que acepten realmente un camino de reconciliaci¨®n y el final de su estrategia de aniquilaci¨®n a ultranza del islamismo radical.
Buteflika ha liberado hasta ahora a unos 2.500 presos pol¨ªticos y ha promulgado una amnist¨ªa para los islamistas rebeldes que no hayan cometido delitos de sangre o violaciones y se entreguen antes de enero. Pero casi todo est¨¢ por hacer. El abrumador resultado del refer¨¦ndum le obliga a precisar con urgencia las medidas que acabar¨¢n con la sangr¨ªa de su pa¨ªs y su desplome econ¨®mico. Una paz duradera en Argelia y el comienzo de su despegue son impensables sin una r¨¢pida transici¨®n hacia una aut¨¦ntica democracia.
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