Calvario de Schr?der
EL CALVARIO pol¨ªtico de Gerhard Schr?der no acaba de pasar. En el estado oriental de Sajonia, donde el empresario democristiano Kurt Biedenkopf ha vuelto a arrasar, el partido socialdem¨®crata (SPD) no s¨®lo ha perdido terreno, sino cedido el segundo puesto al neocomunista PDS. Es el tercer varapalo regional consecutivo que recibe Schr?der y que tiene su expresi¨®n m¨¢s humillante en la antigua Alemania del Este. La debilidad actual del Gobierno de coalici¨®n entre socialdem¨®cratas y verdes no debe preocupar s¨®lo a sus titulares, sino al conjunto de Europa, que necesita que se recupere y sanee la mayor econom¨ªa de la Uni¨®n.La pr¨®xima cita es en Berl¨ªn el 10 de octubre. Y, posteriormente, a principios del 2000, en Schleswig Hosltein y, sobre todo, en Renania-Westfalia, el Estado m¨¢s poblado de Alemania. Ser¨¢ en esa cita electoral en la que Schr?der se juegue gran parte de su futuro, sobre todo su credibilidad dentro del SPD, por mucho que le resten tres a?os para gobernar. Aunque ostente la presidencia del partido despu¨¦s de la salida de Lafontaine, el canciller no controla el SPD. A diferencia de Blair, que lleg¨® al poder tras un cambio en profundidad del laborismo, cuyas riendas hab¨ªa tomado con decisi¨®n, Schr?der fue elegido candidato socialdem¨®crata a la canciller¨ªa tan s¨®lo unos meses antes de su victoria y sin haber conseguido eliminar las serias resistencias internas a su programa de Nuevo Centro. Ahora, el canciller puede contar con que el viento cambie y la anunciada recuperaci¨®n contribuya a reducir los cuatro millones de parados. Pero, incluso as¨ª, tendr¨¢ que desplegar mucha pedagog¨ªa para convencer a su partido y al electorado de que no hay alternativa seria a la pol¨ªtica de restricci¨®n y reformas que propugna para sacar a Alemania de su anquilosamiento, y que contempla unos recortes presupuestarios de 2,6 billones de pesetas y la bajada de algunos impuestos.
El canciller reconoce ahora la necesidad de explicar mejor su programa de reformas. En este empe?o cuenta con una baza a su favor: la de que, efectivamente, gran parte de las malas cuentas se debe a que Kohl, en sus 18a?os al frente del Gobierno federal, fue posponiendo las reformas y aumentando el endeudamiento del Estado para hacer frente -principal, pero no ¨²nicamente- a la reunificaci¨®n. Hoy, esta oposici¨®n, aunque saque r¨¦ditos electorales de la impopularidad de Schr?der, carece de propuesta alternativa. En todo caso, el canciller necesitar¨¢ a los democristianos para que tambi¨¦n la c¨¢mara territorial apruebe sus reformas. Lo que implica, de hecho, esa Gran Coalici¨®n que, en el fondo, siempre atrajo a Schr?der.
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