Algo se mueve JORDI S?NCHEZ
Por primera vez despu¨¦s de 20 a?os de autogobierno y de cinco elecciones al Parlament, y a pesar de que la campa?a electoral propiamente dicha a¨²n no ha empezado (comienza el 1 de octubre), podemos intuir que algunos de los h¨¢bitos en la estrategia de los principales partidos est¨¢n siendo modificados en referencia a lo que ha sucedido en las anteriores elecciones, especialmente a partir de 1984. Insistentemente, en todas las elecciones al Parlament, la izquierda mayoritaria en nuestro pa¨ªs ha ca¨ªdo en el error de confundir el necesario contraste de proyecto pol¨ªtico propio con el de la mayor¨ªa gobernante con un discurso b¨¢sicamente centrado en el ataque a Jordi Pujol. S¨¦ que hay personas que no comparten la afirmaci¨®n de que el antipujolismo practicado por la izquierda durante estos ¨²ltimos 20 a?os ha contribuido, parad¨®jicamente, a alimentar cierta imagen de Jordi Pujol que a tenor de los resultados no parece haberle da?ado, sino m¨¢s bien lo contrario. La frustraci¨®n que en muchos militantes de la izquierda catalana gener¨® la "sorprendente" victoria de la coalici¨®n nacionalista en las elecciones de marzo de 1980, concretada en esa imagen que algunos recuerdan de las botellas de cava sin abrir y guardadas en el refrigerador, fue el pre¨¢mbulo de lo que ha sucedido, pol¨ªticamente hablando, en este pa¨ªs hasta la actualidad. Hoy ya no interesa a nadie, excepci¨®n hecha de algunos profesores universitarios, si fue o no un error rechazar por parte del PSC la formaci¨®n de un gobierno de coalici¨®n con CiU. Lo que ya no despierta tanta indiferencia es analizar c¨®mo se han ido cometiendo errores de planteamiento y estrategia desde la izquierda. Sin duda, y a tenor de la evoluci¨®n de los resultados de las encuestas que hasta la fecha de hoy conocemos, pocos pueden dudar que una alianza entre las fuerzas nacionalistas y catalanistas de progreso (PSC, IC-V y ERC) hubiera sido una garant¨ªa para una nueva etapa pol¨ªtica en Catalu?a. El cambio, si esa alianza se hubiera construido, ser¨ªa hoy inevitable. Hay ejemplos peque?os pero inequ¨ªvocos de que la colaboraci¨®n y el pacto tienen un impacto positivo sobre el electorado mayor que el resultado de la suma del valor de cada uno de sus integrantes. Podemos hablar de la experiencia en Eivissa, donde una candidatura unitaria de progreso y catalanista venci¨® en uno de los feudos m¨¢s conservadores, o el recuerdo de Igualada, donde un trabajo constante y un acuerdo entre las fuerzas de progreso permiti¨® llegar al gobierno de la ciudad. Aunque es evidente que algunos, pienso en IC-V, apostaron por esta opci¨®n, hay que reconocer que en general, una vez m¨¢s, la izquierda practic¨® aquella m¨¢xima que proclama que el sentido com¨²n es el menos com¨²n de los sentidos. Dejando este hecho como una realidad que ya no ser¨¢ y sin caer en el fatalismo que alguien podr¨ªa atribuir a esa reflexi¨®n que acabo de hacer, quiero recuperar el hilo a trav¨¦s del cual iniciaba este escrito. La gran novedad que esta precampa?a est¨¢ aportando es el intercambio de roles entre los dos candidatos. La agresividad de Pujol en sus ataques a Maragall, por no decir la practicada por Duran Lleida, que supera en creces a la de Pujol, da la sensaci¨®n de que Pujol y los suyos se han ubicado estrat¨¦gicamente en la oposici¨®n. No es habitual que en una contienda electoral la fuerza que est¨¢ en el gobierno desarrolle un discurso tan destructivo contra el principal candidato oponente. La entrada en la escena electoral de Pujol se produjo en el mes de agosto y es innegable que ha sido espectacular. A Pujol, como le dijo el propio Maragall en la recepci¨®n que el Parlament ofrece durante la Diada Nacional de Catalunya, se le ve en forma. Parece no dar por perdido ni un solo votante y da la impresi¨®n de que est¨¢ dispuesto a batallar personalmente por cada voto de su candidatura. Con toda seguridad esta actividad habr¨¢ provocado alguna reacci¨®n positiva entre su electorado. No es dif¨ªcil tensar a un electorado en creciente relajaci¨®n desde 1995. Lo realmente complicado es incrementar la tensi¨®n de tal manera que permita a Pujol situarse en un escenario mejor que el que le ofrecieron los resultados de 1995. Pujol y sus asesores saben perfectamente que la reacci¨®n de su electorado que las encuestas han detectado, a pesar de ser positiva, no es suficiente para asegurar su continuidad en el Gobierno, y eso, despu¨¦s de 20 a?os, provoca nervios y dudas. En menos de quince d¨ªas Pujol ha hecho trizas la estrategia que durante a?o y medio ha dominado el rumbo de CiU y muy especialmente el rumbo del propio Pujol. Si una consigna estaba clara, ¨¦sta era la de ignorar a Maragall. Hab¨ªa entre las filas de CiU el convencimiento de que Maragall y la apuesta por el cambio se desmoronar¨ªan s¨®lo con el paso del tiempo. Ten¨ªan la seguridad de que ignorando al candidato Maragall no se le otorgaba reconocimiento alguno ante la opini¨®n p¨²blica y ello hac¨ªa desvanecer el peligro Maragall. Las encuestas demostraron el error de este camino ya que, lejos de desmoronarse, la expectativa a favor del cambio segu¨ªa creciendo. Borr¨®n y cuenta nueva, y lo que hoy mandan los estrategas de CiU es entrar a matar -como se dice popularmente- contra Maragall y las fuerzas que apoyan el cambio, es decir Iniciativa per Catalunya-Verds. El problema de Pujol es que necesita de este discurso para seguir poniendo en tensi¨®n a su electorado, pero a la vez con este discurso est¨¢ contribuyendo enormemente a consolidar el otro referente, y dif¨ªcilmente restar¨¢ votos a Maragall. Podr¨¢ movilizar a los suyos -cuesti¨®n no menor-, dif¨ªcilmente arrancar¨¢ votantes que ya se han decantado por el cambio y tiene el riesgo de despertar a los votantes socialistas en las elecciones a Cortes que no participan habitualmente en las elecciones al Parlament. Maragall, por su parte, puede encontrarse con que Pujol le haga una parte de su campa?a. Incluso no es impensable creer que Pujol y CiU le van a pedir a Maragall un debate cara a cara. Ese d¨ªa, si llega, ser¨¢ la prueba definitiva de que en este pa¨ªs algo va a cambiar.
Jordi S¨¤nchez es profesor Ciencia Pol¨ªtica de la UAB.
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