Germán Sierra lleva la picaresca burguesa a su segunda obra
Los protagonistas de la segunda novela de Germán Sierra (A Coru?a, 1960) han cumplido los 40, han empezado a perder la cintura, se les cae el pelo, han acumulado bastantes recuerdos y les preocupa mucho el dinero. Ninguno tuvo en cuenta aquella frase cínica con la que, en una película, un hombre maduro trataba de evitar que la chica se fugara con el protagonista: "La felicidad no da el dinero". Por eso eligió Germán Sierra esa máxima cinematográfica como título de su segunda novela, La felicidad no da el dinero, publicada por Debate y presentada ayer en Madrid por Lucía Etxebarría.La discutida escritora, que está en contra de las presentaciones de libros porque "se habla mucho" y la gente se aburre, definió la novela de Sierra como comercial, divertida y muy bien escrita. "Lo que más me gusta es que, como en las películas de Rohmer, al final todos son malos". Etxebarría no desaprovechó la ocasión para arremeter contra los críticos literarios. "Prefiero leer las cosas sin necesidad de que nadie me las explique", dijo antes de ponerse a leer varios parráfos de la novela de Sierra como "el dinero es un fetiche universal" o "cuando la sociedad ha abolido toda aventura, la única aventura posible es la abolición de la sociedad".
Analizar qué es el dinero para la gente de esa generación y la utilidad que se le da en la sociedad actual se encuentran tras la trama planteada por Sierra, que define su nueva novela como "una historia casi picaresca, de una serie de amigos de clase media que intentan buscarse la vida y acaban trapicheando en lo que pueden".
Un escritor casi desconocido que reside en Londres y el director de un programa cultural minoritario -"dos pícaros burgueses"- con la intención de conseguir dinero para continuar con sus respectivos proyectos protagonizan La felicidad no da el dinero. Buena parte de la acción transcurre en una peque?a comunidad autónoma que el autor desmintió que fuera Galicia. Para Sierra no se trata de personajes que acaban convertidos en corruptos. "Yo no les juzgo. Existe esa concepción, pero prefiero definirlos como pícaros burgueses".
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