El preg¨®n glos¨® los cambios de la ciudad a trav¨¦s de la vida de la periodista
VIENE DE LA P?GINA 1 Si esto fuera un reportaje, dijo Maruja, lo titular¨ªa: "Barcelona me hizo as¨ª". Se declar¨® una enamorada de la ciudad: "Quiero deciros que mi historia personal ser¨ªa muy diferente sin la influencia de esta ciudad porque ha sido como una gran madre. Por eso quiero rendirle homenaje recordando algunas cosas importantes". El retrato que hizo la pregonera de su ni?ez en Barcelona fue el de una ciudad "que ten¨ªa la cintura en la plaza de Catalu?a y sus dos piernas espl¨¦ndidas eran la avenida del Paral.el y La Rambla". Recordando que ella naci¨® y creci¨® en el coraz¨®n de Ciutat Vella dijo que, en aquella ¨¦poca, su aspiraci¨®n era huir del Raval: "El primer reto de mi vida fue salir de la pobreza y la ignorancia para conquistar la ciudad que hab¨ªa m¨¢s all¨¢". Hija de emigrantes de Murcia, Maruja Torres subray¨® ayer que nunca se sinti¨® rechazada y se autodefini¨® como una charnega orgullosa: "En aquel tiempo, el gran rechazo era el que la historia nos hac¨ªa a la mayor¨ªa, manteniendonos al margen, cerrados en un pa¨ªs triste y pesado, gris y reprimido. Los charnegos no estabamos solos en la cuneta". Explic¨® que su universidad fue el cine. El cine de los a?os 50 "con directores barceloneses como Rovira-Beleta, Julio Coll o Juan Bosch que sacaron sus c¨¢maras a la calle para convertir La Rambla en el escenario de una persecuci¨®n polic¨ªaca". Luego record¨® los tiempos de las discusiones sobre la vida "o si exist¨ªa Dios o no" que, seg¨²n cont¨®, tuvieron como escenario la Barcelona de Santa Maria del Mar o la plaza Reial. La ciudad de la fiesta Identific¨® la ciudad del cine como la que formaban todas las salas de estreno, actualmente casi desaparecidas, que ofrec¨ªan " a bajo precio sesiones dominicales matinales". Tambi¨¦n habl¨® de la ciudad de los libros, la de todos los domingos en la plaza de Sant Antoni "donde encontraba los libros que no se pod¨ªan leer ni comprar, por la censura, pero tambi¨¦n por la miseria". Pero Maruja tambi¨¦n se refiri¨® a la Barcelona de la fiesta, la de los paseos y besos "robados a pie de funicular del Tibidabo o en Montju?c". "La ciudad de la fiesta ofrec¨ªa tambi¨¦n unos guateques incre¨ªbles en el jard¨ªn de la pensi¨®n de una amiga, en la calle Nou de Sant Francesc, donde ven¨ªan a bailar marineros griegos y j¨®venes turistas franceses que yo tomoba por Alain Delon. Pero m¨¢s vale que eso no lo explique", ironiz¨®. Luego lleg¨® la transici¨®n, "el tiempo de pasarmelo bien con la magn¨ªfica mezcla de libertades p¨²blicas e individuales. (...) En aquellos d¨ªas no era dif¨ªcil ligar en La Rambla con los black panters que llegaba de los Estados Unidos para exiliarse tempotalmente en nuestro paisaje lleno de euforia y creatividad, donde las noches eran largas, muy largas (...). Pero m¨¢s vale que no hable", zanj¨® entre las risas de la sala. La pregonera habl¨® de su marcha de Barcelona, al principio de los ochenta: "me tuve que ir a Madrid a buscar trabajo y durante unos a?os record¨¦ Barcelona con un doloroso resentimiento de una amante rechazada". De ese periodo, Maruja Torres afirm¨® que le fue bien: "conocer por experiencia propia que la emigraci¨®n es una aventura humana que nos hace m¨¢s sensibles y nos enrique por dentro". M¨¢s de una d¨¦cada desp¨²es, en el verano del a?o pasado, la periodista vino a Barcelona para pasar unos d¨ªas y se acab¨® estableciendo. ?sta vez en la Diagonal de los burgueses: "Yo me ten¨ªa que comprar un piso. Una parte de m¨ª me dec¨ªa que ser¨ªa m¨¢s pr¨¢ctico continuar viviendo en Madrid, pero otra parte, m¨¢s profunda y sentimental, me dec¨ªa que igual hab¨ªa llegado el momento de volver a casa. Me dije, tienes que disfrutar."La ciudad del reencuentro era ya muy distinta de la que dej¨®: "Ahora ya no se piden entremeses, sino pica-pica".
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