El Ni?o cambia la imagen del golf
Sergio Garc¨ªa rompe moldes y se asienta definitivamente en el estrellato
, S¨®lo dos golfistas en todo el mundo, en los ¨²ltimos a?os, han logrado llamar la atenci¨®n de los no aficionados al deporte. S¨®lo Tiger Woods, un negro joven en un deporte de blancos, y Sergio Garc¨ªa, un ni?o en un deporte de mayores, han trascendido y han saltado de las revistas y las emisiones especializadas a peri¨®dicos, revistas, televisiones y dem¨¢s medios de informaci¨®n general. A ambos, las poderosas maquinarias de comunicaci¨®n los han convertido en fen¨®menos de masas, pero con una diferencia. Tiger Woods, el norteamericano que juega como nadie, es un fen¨®meno, se puede decir, a su pesar. S¨®lo el color de su piel y su juventud le hicieron especial de entrada. Luego su tremenda calidad, y sus victorias (dos grandes, 12 torneos del circuito en tres a?os) le han afianzado y aumentado su cotizaci¨®n. Pero Sergio Garc¨ªa, el Ni?o, no es negro ni ha ganado ning¨²n grande. S¨ª, es joven (19 a?os), pero otros tantos tambi¨¦n lo han sido. S¨ª, es bueno, muy bueno. Pero todo el que llega a su nivel tiene que serlo. S¨ª, pero nadie como ¨¦l ha sabido romper moldes. Por eso ha sido la estrella de la Ryder. Y al igual que su salto en la PGA cuando dio un bolazo desde las ra¨ªces de un roble centenario eclips¨® la victoria final de Tiger Woods, la 33? Ryder Cup, la que termin¨® ayer, pasar¨¢ a la historia, m¨¢s all¨¢ que por su resultado, por los saltos, cabriolas, alegr¨ªas, y tambi¨¦n por sus registros, los de Sergio Garc¨ªa pese a su derrota ayer, el Ni?o que le ha cambiado la cara al deporte m¨¢s circunspecto.Hace apenas cinco meses, a Sergio Garc¨ªa le conoc¨ªan apenas su familia, los periodistas especializados espa?oles, los socios del club de golf de Castell¨®n donde ha pasado toda su vida (su padre, V¨ªctor, es all¨ª profesor y su madre, Consuelo, lleva la tienda) y algunos periodistas ingleses que estaban preparando el terreno en el extranjero. En abril, fue el mejor amateur en el Masters de Augusta donde Jos¨¦ Mar¨ªa Olaz¨¢bal gan¨® su segunda chaqueta verde. Su cara empez¨® a hacerse ya popular. Por lo menos en Espa?a. Algo tambi¨¦n fuera. Pero lo mejor estaba por llegar. Con el verano, el terremoto.
En julio, Sergio Garc¨ªa, ya conocido como el Ni?o desde hac¨ªa tiempo, desde que de j¨²nior jugara un torneo en Estados Unidos, en la ¨¦poca en que el Ni?o (fen¨®meno meteorol¨®gico causaba sensaci¨®n) transformaba todo a su paso, conquist¨® definitivamente las islas brit¨¢nicas. Ya no era simplemente su frescura, el potencial que pod¨ªa adivinarse detr¨¢s de su extraordinaria potencia con el drive, de la longitud de sus golpes de salida, de la ductilidad de sus hierros, de su tacto e imaginaci¨®n alrededor de los greens. Era eso y m¨¢s. Tampoco era simplemente su descaro y su actitud temeraria a la hora de empezar un torneo, siempre diciendo que sal¨ªa a ganar, ?y qu¨¦? Era m¨¢s. Era que empezaba a ganar (qued¨® primero en el Open de Irlanda, segundo en el de Escocia). Era que la victoria no le cambiaba. Era que su histrionismo, su vitalidad, no eran fingidos, eran genuinos.
La coronaci¨®n global, o sea, la conquista definitiva de Estados Unidos, lleg¨® poco despu¨¦s, en agosto, cuando media Espa?a tostaba su panza al sol de las playas. Se celebr¨® la ceremonia en un sitio tan extra?o como la ciudad de Medinah, en Illinois. La prensa se dio cuenta de que los aficionados que abarrotaban el campo durante la disputa del Campeonato de la PGA (el ¨²ltimo grande de la temporada) no vibraban precisamente por la victoria del h¨¦roe nacional, por el triunfo casi seguro de Tiger Woods. M¨¢s bien todo lo contrario. Por quien suspiraban, a quien aplaud¨ªan y vitoreaban era a un espa?ol que les hab¨ªa robado el coraz¨®n con su m¨ªmica y sus juegos de gorra. Era el Ni?o. Y cuando el ¨²ltimo d¨ªa parec¨ªa que la victoria del Tigre no era, despu¨¦s de todo, tan segura. Y parec¨ªa que el Ni?o pod¨ªa ganar. Entonces lleg¨® el golpe del 16?. Pero lo que pasar¨¢ a la historia no es el golpe en s¨ª, sino la genial intuici¨®n del chaval¨ªn de Castell¨®n que cerr¨® los ojos, se agach¨®, dio el golpe y como un poseso se ech¨® a correr tras la pelota, saltando y cruzando las piernas en el aire. Y la mano en la cara, y la mano en el coraz¨®n, y la gorra en el aire. Ah¨ª est¨¢ la diferencia.
La misma semana de la Ryder Cup, las revistas Newsweek y Time dedicaron sendos reportajes a Sergio Garc¨ªa. Sports Illustrated, el gigante del g¨¦nero, varias p¨¢ginas. Todos hablan del Ni?o como fen¨®meno, no como deportista. Todos hablan del joven espa?ol que ha roto moldes, que ha ayudado a popularizar m¨¢s a¨²n un deporte que ya viv¨ªa el boom del Tigre. Despu¨¦s de la Ryder, qu¨¦ importa el resultado final, la leyenda aumentar¨¢.
Mientras tanto, otro s¨ªntoma de que m¨¢s all¨¢ del golf y del deporte, Garc¨ªa interesa. El Boston Herald, un peri¨®dico popular, dedicaba ayer un buen titular a la noticia, filtrada por la camarera de una trattoria del centro, de que Sergio Garc¨ªa hab¨ªa estado la noche del viernes cenando con una bella jovencita con acento estadounidense. "Se pasaron la cena haciendo manitas", asegura el rotativo. Y mientras, sus padres, durmiendo tranquilamente en el hotel. Hay que ver. "?Pero no dec¨ªa Sergio que las mujeres no le interesaban porque le quitaban tiempo para jugar al golf?", ironiza finalmente el diario.
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