En el centenario de Roca Sastre SEBASTI? AUGER
Fuera primavera o crudo invierno, con las hojas frondosas de los tilos o deshojados los ¨¢rboles, de madrugada, cuando paseabas por el paseo de Gr¨¤cia y contemplabas la majestuosidad de La Pedrera, brotaba una luz encendida de un habit¨¢culo. Ramon Roca Sastre, el jurista, trabajaba con la laboriosidad de un genio. Pisando la calzada, los letrados Josep M. Pi-Su?er, Casals Colldecarrera y Pint¨® Ruiz susurraban admirados: "El Roca ja est¨¤ parint lleis de successions i posa ordre al pa¨ªs de dem¨¤".Roca Sastre, clave para interpretar la historia de Catalu?a, crucial como sus contempor¨¢neos Antoni Gaud¨ª, el maestro Pau Casals y Joan Mir¨®, como precisa Josep Pla en su Homenots, contempla ahora, desde el m¨¢s all¨¢, el centenario de su nacimiento. Parir leyes es hacer cauces para la vida. Roca Sastre fue un jurista hacia adentro, reflexivo, genial, precursor y estudioso historicista de leyes; registrador, juez de primera instancia y miembro del Tribunal Superior de Catalu?a, notario, acad¨¦mico, superando los avatares de la pol¨ªtica como todos los que sufrieron los hechos de una lucha fratricida cruel que dej¨® a Catalu?a, en una sombra crepuscular. Francesc de Condomines, primer decano del Colegio de Abogados, que yo conoc¨ª, recordaba como en la vivienda de Roca se refugiaron tantos y tantos perseguidos por un bando de la guerra civil; bien en Santa Coloma de Farners o en un piso en la calle de C¨°rsega de Barcelona, se escond¨ªan Josep Grau, secretario del Ayuntamiento de Guissona; una monja -Dolors Badia-, y Josep M. Vidal, un primo de T¨¤rrega. Roca Sastre, humano y cristiano, evitar¨ªa que el desastre fat¨ªdico hiciera v¨ªctimas a sus personas entra?ables. Pero no era un pol¨ªtico, sino un jurista humano. Pero m¨¢s tarde, en 1939, cuando el nuevo r¨¦gimen se estableci¨®, su sentido estricto de la justicia le proporcion¨® un breve encarcelamiento. La muerte de un vecino de Guissona, de izquierda, suscit¨® la controversia sobre si el enterramiento deb¨ªa ser laico o religioso. Una sabia decisi¨®n del juez, Roca Sastre, provoc¨® su detenci¨®n y entrada en prisi¨®n.
No creemos que este hecho le impulsara a opositar a notario, porque lo que ¨¦l realmente quer¨ªa era tiempo para estudiar, impulsar y fomentar el orden jur¨ªdico catal¨¢n. El tribunal, presidido por Josep M. de Porcioles -otro jurista de alcurnia-, qued¨® maravillado por la exposici¨®n de Roca Sastre.
Hablando del derecho hipotecario, quienes le juzgaban, sorprendidos y at¨®nitos, dejaron al opositor, sin sujeci¨®n a plazo ni a t¨¦rmino, que continuara su l¨²cida exposici¨®n. Sucedi¨® como notario a un colega ilustre, Sim¨® Clav¨¦. Miembro titular de la Academia de Legislaci¨®n y Jurisprudencia, lo fue sin necesidad de residir en Madrid, hecho excepcional en aquella ¨¦poca.
Me imagino a Roca Sastre, con su seriedad caracter¨ªstica y sus ojos brillantes, en las tertulias adonde acud¨ªan la mayor¨ªa de los citados juristas: gran pl¨¦yade del derecho catal¨¢n, probablemente, como conjunto, sin sucesi¨®n. Hablando de censos enfit¨¦uticos o de derechos legitimarios, at¨®nitos, le escuchaban sus hijos: Josep, pintor; Llu¨ªs, notario; Ramon -a quien yo escuch¨¦ interpretar las sonatas de Bach sin conocer el solfeo-, y Elvireta, la ni?a y sagaz periodista. Queda imborrable para todos su amor por Catalu?a, su impronta en la compilaci¨®n de Derecho Civil Catal¨¢n. El vigente C¨®digo de Sucesiones es verdaderamente la obra de Roca Sastre; ah¨ª esta su ordenada cabeza, su fina pluma y su penetraci¨®n en las fuentes del derecho. No hab¨ªa que olvidar el impulso pol¨ªtico que se desarroll¨® dentro del r¨¦gimen aut¨¢rquico para que se aprobara la compilaci¨®n. Viv¨ª dicha problem¨¢tica desde una atalaya pr¨®xima. Porcioles mov¨ªa los hilos de un gobierno en parte tecnocr¨¢tico, para que aprobaran el texto. En una reuni¨®n, Camilo Alonso Vega, temible ministro de Gobernaci¨®n, mente cerrada para las
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