Integridad
Conoc¨ªa al tipo de vista, poca cosa, cruzarnos en un par de ocasiones en los mismos bares, compartir alguna charla sin pretensiones sobre cine o f¨²tbol, cervezas. El otro d¨ªa alguien me dijo que estaba en una placita de Sevilla, fum¨¢ndose un porro con otra persona; que lleg¨® una jaur¨ªa de calvos con tirantes y botas hasta la tibia que empezaron a llamarle drogadicto, basura, hijoputa, todo eso; que el tipo tuvo la desgraciada idea de enfrentarse a los calvos y que ellos la emprendieron a mazazos con su cabeza y sus costillares, hasta derrumbarlo contra un banco de azulejo, sobre vasos de pl¨¢stico rotos y botellas vac¨ªas. Me han dicho, tambi¨¦n, que el tipo perder¨¢ seguramente un ojo. La otra ma?ana, todav¨ªa con la resaca del episodio y la paciencia muy deteriorada, abr¨ª el peri¨®dico y le¨ª que la asociaci¨®n Colega, a la que tambi¨¦n me ha vinculado alg¨²n amigo, hab¨ªa tenido que volver a soportar encontrarse con toda su sede de M¨¢laga arrasada y puesta patas arriba , por no hablar de las numerosas pintadas que, surcando las paredes adyacentes, incitaban desde hace meses al homicidio, y el sustantivo nunca ha venido m¨¢s a punto. Si a todo este rosario de bofetadas en mi enclenque conciencia sumamos la victoria de Hayder en Austria y la posibilidad residual, enunciada el martes o el mi¨¦rcoles por este peri¨®dico, de que Augusto Pinochet pudiera largarse derechito a casa sin que la Fiscal¨ªa de la Corona tuviera posibilidad de recurrir, podr¨¢ colegirse en qu¨¦ estado de ¨¢nimo me hallaba la noche del jueves, y por qu¨¦ he querido escribir esto que escribo.Me parto la voz y la cabeza cinco veces en semana tratando de convencer a adolescentes que hablan de futbolistas y videojuegos de que la xenofobia, concepto que les es desconocido, constituye una de las aberraciones m¨¢s tristes y est¨²pidas de las muchas que ha practicado el ser humano. No hay noci¨®n m¨¢s estrecha, tediosa y est¨¦ril que la de la pureza: de qu¨¦ sirve esa especie de castidad qu¨ªmica, qu¨¦ es lo que preservamos cuando se vetan la promiscuidad, la adulteraci¨®n, la aleaci¨®n y la mezcla. Qu¨¦ pueden ofrecer ideas, razas o lenguajes que no han salido de s¨ª mismos, que tienen miedo a asomarse a la puerta de la calle por descubrir que el mundo es mucho mayor de lo que ellos calculaban y les queda el enorme trabajo de reedificar sus conceptos, de redibujar los mapas de sus fronteras. Yo aborrezco lo puro: no me gusta la t¨®nica sola, el oro de muchos kilates, odio las v¨ªrgenes y los tontos. Por fortuna, los andaluces estamos m¨¢s capacitados que ning¨²n otro pueblo para medir el alcance y los resultados de la poluci¨®n cultural; somos una civilizaci¨®n resultado de copiar, robar, someterse, combinar: una coctelera de razas, idiomas, literaturas y paisajes que podemos comprender mejor que nadie la aridez e inanidad de lo exclusivo.
Conceptos como los de naci¨®n, pa¨ªs, identidad son jaulas cerradas que nos impiden salir al campo que es el mundo, empaparnos de aromas extra?os y contradictorios, desnudarnos de esta t¨²nica molesta del ser lo que somos, del rostro perpetuo que estamos condenado a contemplar en los espejos. Qu¨¦ mayor alivio y placer que perder la integridad: sentir esa cosquilla en el alma de no saber qui¨¦nes somos, de incluir en la misma inc¨®gnita pasado y futuro y perder el tim¨®n del barco que conduce a la revelaci¨®n o la cat¨¢strofe.
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