6.000 millones
KOLDO UNCETA
Nos lo ven¨ªan anunciando desde hace tiempo y al fin lleg¨®. El 12 de octubre de 1999 pasar¨¢ a la peque?a historia de la demograf¨ªa como el d¨ªa en que el planeta Tierra super¨® los 6.000 millones de habitantes. El d¨ªa en que el secretario general de las Naciones Unidas, en representaci¨®n de toda la humanidad, dio la bienvenida al mundo a un simb¨®lico beb¨¦ 6.000 millones, tray¨¦ndonos a la memoria aquellos recibimientos horteras que las autoridades franquistas hac¨ªan al turista 10 millones mientras descend¨ªa por las escalerillas del avi¨®n en Palma de Mallorca.
Lo m¨¢s probable es que en, este 12 de octubre, los habitantes de la Tierra hayamos sumado alg¨²n mill¨®n m¨¢s o alguno menos que esos 6.000 difundidos como cifra oficial. En gran parte del mundo los censos tienen una escasa fiabilidad, y ni las muertes ni los nacimientos tienen el registro m¨¢s o menos inmediato al que estamos acostumbrados entre nosotros.
Seguramente no seremos 6.000 millones, pero no importa. Lo verdaderamente importante es que hace tan s¨®lo 25 a?os, en 1975, la poblaci¨®n mundial rondaba los 4.000 millones, y que en este lapso de tiempo se ha incrementado en un 50 %. Las previsiones indican, por otra parte, que para el 2015 ya seremos m¨¢s de 7.000 millones.
?Qu¨¦ vida le espera al simb¨®lico beb¨¦ 6.000 millones? Pues depende, porque si bien las grandes declaraciones ponen de relieve que todos los seres humanos somos iguales, independientemente de nuestra raza, religi¨®n, o lugar de nacimiento, lo cierto es que la realidad es bastante diferente para unos y otros. As¨ª por ejemplo, si situamos el simb¨®lico beb¨¦ en Jap¨®n, o en Canad¨¢, resulta que habr¨¢ nacido contando con una esperanza de vida de aproximadamente 80 a?os. Pero si, por el contrario, el ni?o o la ni?a 6.000 millones suponemos que ha nacido en Sierra Leona, en Malawi, o en Uganda, habr¨¢ venido al mundo con una esperanza de vida de tan s¨®lo 39 a?os. En cualquiera de estos ¨²ltimos pa¨ªses tendr¨¢ adem¨¢s un 20% de probabilidades de no llegar al primer a?o de vida, porcentaje que se reduce al 4% en Noruega, Australia, Alemania, Francia o Espa?a, por citar algunos casos.
El problema es que, de esos flamantes 6.000 millones, m¨¢s de 4.500 viven en esa parte del mundo que eufem¨ªsticamente llamamos pa¨ªses en desarrollo, para no tener que llamarles pa¨ªses pobres, o mejor a¨²n, sociedades pobres, pues muchos de ellos cuentan en realidad con abundantes recursos de todo tipo. Se trata de personas que, habiendo nacido el mismo d¨ªa y a la misma hora que muchos semejantes suyos en otras partes del mundo, contar¨¢n sin embargo muy distintas oportunidades.
Unos tendr¨¢n asegurada una correcta nutrici¨®n, una buena escolaridad, una atenci¨®n m¨¦dica de calidad, y en el futuro dispondr¨¢n de una cierta capacidad de elecci¨®n sobre el destino de su vida. Otros en cambio deber¨¢n trabajar desde los 5 a?os, a duras penas lograr¨¢n juntar las letras para leer torpemente y, si llegan a la edad adulta, debar¨¦n conformarse con cualquier opci¨®n que les permita malvivir.
Hemos proclamado solemnemente que somos 6.000 millones, como si se una misma familia se tratara, como si todos fueramos a disfrutar de un mismo hogar. Pero, en realidad, de todos los posibles simb¨®licos beb¨¦s 6.000 millones, s¨®lo algunos tendr¨¢n pasaporte de la Uni¨®n Europea, o de los EE.UU, y podr¨¢n viajar libremente por todo el mundo. Otros muchos tendr¨¢n que conformarse con el paisaje que les ha visto nacer, si no quieren arriesgarse a morir en el intento por llegar a otras tierras, prohibidas para ellos.
El 12 de octubre ha nacido el beb¨¦ 6.000 millones. ?Bienvenido al mundo?
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