Los colores suaves ser¨¢n la t¨®nica dominante en el verano del 2000
Oficio y elegancia marcan los desfiles de los dise?adores alternativos
El gallego Antonio Pernas cerr¨® ayer en Madrid los desfiles de los dise?adores conocidos ya como alternativos con una lecci¨®n de oficio y elegancia. Sobre un reparto ejemplar, ?ngel Schlesser mostr¨® el d¨ªa anterior una colecci¨®n de impecable hechura y sobrio lujo interior. Jes¨²s del Pozo, por su parte, cre¨® en el Acuario del Zool¨®gico una idea de mujer-escultura orientalista capaz de lucir sobre su piel la poes¨ªa de los colores marinos.
Discreto por elecci¨®n, lineal e ideol¨®gicamente correcto, Schlesser mima los gustos de su clientela sin negarse a s¨ª mismo la puesta al d¨ªa de su estilo. El gimnasio del instituto Ramiro de Maeztu result¨® ser un espacio ideal para su desfile, aun respondiendo la ropa de este dise?ador al car¨¢cter elitista y ciertamente burgu¨¦s. En sus dise?os se nota siempre una discreci¨®n que deja puertas adentro la elegancia con un sentido casi milan¨¦s del glamour.La colecci¨®n de Schlesser comenz¨® con una gama de amarillos y tostados que enlazan de manera sutil entre s¨ª, un punto de trama diminuta, ligero y ajustado al cuerpo, con cuellos uve o tortuga. Para esas ni?as y se?oras bien que son su clientela-base, el modista de Claudio Coello hizo hombros libres sobre diagonales rangl¨¢n; tras lo amarillo, la serie blanca, con rebecas de toda la vida sobre faldas rectas a la rodilla y sutiles bordados de ruedo en greca estrecha. Hubo tambi¨¦n pantaloncitos cortos para Lolitas ilustradas y camiseros parisienses al estilo de los a?os setenta, con aberturas laterales tan discretas como ¨²tiles.
Para ?ngel Schlesser, el punto semitransparente da el toque de sensualidad junto a transparencias ocasionales en una organza de topos negro-blanco-negro utilizado con soltura y eficiencia. Lo mismo se comprob¨® con las gabardinas claras enceradas y la serie verde, del oliva al hoja, que desemboc¨® en la serie de plastificados violeta, el estampado missoniano y el uso de la cinta de piquillo-zigzag de toda la vida usado en las mangas y los escotes.
Cerr¨® la pasarela el color negro con brillos y diferentes texturas en trajes elegantes y muy urbanos, para noches din¨¢micas y mujeres de lo mismo.
Cerca de los tiburones
Por la tarde, Jes¨²s del Pozo sent¨® a su p¨²blico en una larga y serpenteante hilera a lo largo de los sinuosos pasillos del Acuario del Zool¨®gico de Madrid. A muchos pareci¨® una locura ir hasta tan lejos y tan cerca de los tiburones para ver sus vestidos, pero cuando empezaron a desfilar las modelos se entendi¨® enseguida que val¨ªa la pena, y mucho, aquella peregrinaci¨®n, y queda plenamente justificado el entorno escogido.
La colecci¨®n de Del Pozo era un canto sirenaico donde la alta tesitura la aportaban la seda pintada (a veces con reservas a la cera), las organzas tratadas con sutiles aprestos, el punto artesano, grueso en grandes calados, y un sentido unitario que hac¨ªa viajar la ropa hasta un Jap¨®n encantado, siempre marino en esencia. Con un maquillaje y peluquer¨ªa exquisitos, las modelos nadaban en el Mar de la Tranquilidad de las diagonales escurridas sobre el cuerpo, hasta que, a veces, la geograf¨ªa del estilo se desplazaba hasta los mares del Sur y hab¨ªa una cierta teatralidad en la propuesta, apuntes de una voz s¨®lida y particular, desde la paleta (azul marino, arena, oro suave, estampado de olas sobre un yute fin¨ªsimo) hasta detalles como los tirantes de corales falsos y el fant¨¢stico traje de escamas invertidas.
La l¨ªnea es la propia de este dise?ador madrile?o: un juego interno del volumen que coquetea con ese magro espacio entre la piel y el vestido, y el resultado, un recital con mucho de sue?o donde solamente rechinaban el calzado poco imaginativo e inc¨®modo (algunas modelos acabaron por llevar las sandalias en la mano) y unas conchas de mejillones pintadas de plateado sobre el pecho de otras maniqu¨ªes que resultaban una improvisaci¨®n vulgar dentro de tanto logro estilizado.
El vestido final que luci¨® Ver¨®nica Blume para cerrar el desfile deber¨ªa ir directamente a un museo o colecci¨®n donde se garantice su conservaci¨®n. En fin, una joya donde el modista no coloc¨® un solo mejill¨®n.
Babelia
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