David Lynch realiza su pel¨ªcula m¨¢s personal con un gui¨®n ajeno
'The straight story' fue aclamada ayer en la sesi¨®n inaugural de la Seminci de Valladolid
El viejo trotamundos Alvin, personaje ver¨ªdico cuya ¨²ltima aventura cuenta The straight story, sigue viajando. El director estadounidense David Lynch deja en las cunetas sus pretensiones de autor y, cargado de humildad y descargado de ret¨®rica, hace su mejor pel¨ªcula. Anoche inaugur¨® esta edici¨®n de la Seminci, que, como de costumbre, propone una oferta de pel¨ªculas en la que un desfile del mejor cine del a?o est¨¢ jalonado por filmes espa?oles hechos por gente in¨¦dita.
The straight story cuenta un suceso ver¨ªdico ocurrido en 1994. Lo contamos, conmovidos, en estas p¨¢ginas hace cinco meses, desde Cannes. El recuento era m¨¢s o menos ¨¦ste que ahora rememoro. A un granjero de 73 a?os llamado Alvin Straight, al que por viejo e inv¨¢lido no le dejan tener carn¨¦ de conducir, le llega un d¨ªa la noticia de que su hermano mayor, Lyle, de 76 a?os, sufre una grave enfermedad y se est¨¢ muriendo. Alvin no ve a Lyle, con el que est¨¢ enemistado, desde que eran j¨®venes, pero su hermano quiere despedirse de ¨¦l. Como no le permiten conducir un coche y lo que le mueve es algo tan ¨ªntimo que no quiere hacerlo por delegaci¨®n o por correo, decide viajar desde su casa de Laurens, en Iowa, a Mount Zion, en Wisconsin, montado en su peque?o tractor cortador de c¨¦sped, que alcanza 10 kil¨®metros por hora. El problema es que entre ambos pueblecitos se extiende, a ambos lados del r¨ªo Misisip¨ª, una inmensa llanura que abarca cerca de mil kil¨®metros. Pero la llamada de la fraternidad es inesquivable para ¨¦l, y el viejo emprende una odisea ¨ªntima de proporciones heroicas, un gesto de incalculable energ¨ªa fraternal. La pel¨ªcula es el viaje, el gesto, sostenido por la tenacidad de un viejo animal humano que mantiene viva su lealtad a las leyes, remotas y sagradas, de la especie.?Qu¨¦ tiene que ver una historia como ¨¦sta, humilde y abierta, al mismo tiempo crepuscular y auroral, con las tortuosas iron¨ªas y las retorcidas negruras con que desde hace m¨¢s de dos d¨¦cadas nos golpea, a veces en mal sitio, David Lynch? Apenas nada y, sin embargo, mucho. Sin la extraordinaria sabidur¨ªa t¨¦cnica y el refinado oficio de este notable, pero fr¨ªo y autodestructivo, hombre de cine, no hubiera sido posible trazar con precisi¨®n un viaje tan rectil¨ªneo y, no obstante, tan lleno de emocionantes curvas, de frenazos precisos y de aceleraciones tan conmovedoras que casi parecen pausadas. Se ve la mano maestra de Lynch en cada encrucijada de este itinerario de la rectitud y del honor y el amor de un anciano por sus ra¨ªces. Todo es energ¨ªa amistosa contenida en una pantalla que parece electrizada por la serenidad. Una casi perturbadora sensaci¨®n de verdad, ahora que la mentira reina en el cine, brota del relato de esta peque?a, pero enorme, haza?a de la que es principal protagonista la humildad.
Es, en efecto, la humildad la fuente secreta del raro, triste y asombroso encanto que emana de The straight story. Vuelvo a mi recuento de emociones de la primera vez que la vi. Dije all¨ª -y ahora lo reafirmo, con mis excusas por el refrito- que distingue a Lynch un infalible olfato de filmador profesional, pero esta vez por suerte se ha olvidado de meter demasiado la pata en la escritura de la pel¨ªcula y ha puesto su virtuosismo para dar musicalidad visual y para hacer c¨¢lculos de mec¨¢nica de rodaje al servicio de un gui¨®n completamente ajeno, escrito por su montadora habitual, Mary Sweeney, que obviamente ha pulido con sus manos la pel¨ªcula mont¨¢ndola ella misma. Y por fin, este superdotado filmador se ha dejado el pellejo en la construcci¨®n de un relato que no s¨®lo no nos miente, sino que nos arroja verdad a raudales a trav¨¦s de los poros abiertos de una aut¨¦ntica lecci¨®n de poes¨ªa cinematogr¨¢fica.
En este poema hay el recuento de una historia ver¨ªdica y tambi¨¦n el recuento de los lugares exactos por donde hizo su viaje el anciano viajero. El documento, de esta forma, se va apoderando poco a poco de la ficci¨®n, y del precipitado de ambos es precisamente de donde surge el choque po¨¦tico. La pel¨ªcula tuvo un rodaje mucho m¨¢s corto que el viaje de Alvin sobre su peque?a segadora de hierba, no lleg¨® a vivir el anciano para ver c¨®mo ante la c¨¢mara de David Lynch se le recordaba en todas las paradas que hizo de su inmenso camino. Alvin Straight muri¨® poco tiempo despu¨¦s que el hermano al que fue a despedir, pero su sombra est¨¢ recorriendo el mundo.
Cineastas espa?oles
Y ayer, en esta semana cinematogr¨¢fica de Valladolid, la sombra del viejo viajero entr¨® en esta parte de nuestro mundo, en la que dejar¨¢ huellas. La Seminci es una inmejorable plataforma de lanzamiento del cine hacia todos los rincones de Espa?a. Al menos, de cierto cine, no de cualquier cine. El que importa, el que se sale de las rutinas del puro comercio y propone a los espectadores espa?oles el rescate de la parte de este arte que nunca perece.
La sesi¨®n inaugural llen¨® ayer el primer d¨ªa de la Seminci, pero hoy comenzar¨¢ a correr el celuloide m¨¢s cercano, m¨¢s nuestro. Una de las virtudes fundamentales de este peque?o gran festival es su olfato para dar a conocer en su propia tierra a los cineastas espa?oles. Desde aqu¨ª han saltado a las grandes audiencias muchos excelentes profesionales de la direcci¨®n y la interpretaci¨®n de pel¨ªculas. Aqu¨ª tambi¨¦n, hay que decirlo, otros se han estrellado. Pero en un caso y en otro, la Seminci es indispensable ya para la andadura cotidiana del cine espa?ol. Esta noche se dar¨¢ a conocer un nuevo aspirante a la gran audiencia o al trastazo. Su nombre es Jos¨¦ Antonio Quir¨®s, y la pel¨ªcula que presenta se titula P¨ªdele cuentas al rey. Es la primera guinda espa?ola de este racimo del mejor cine del mundo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.