Empate eterno
El c¨¢ntaro se ha roto. El cuento de la lechera que ETA y los nacionalistas vascos hab¨ªan dise?ado no se ha cumplido. La Declaraci¨®n de Lizarra se les cae de las manos antes de abrir la primera puerta. Estaban convencidos de que, ante la perspectiva del fin de la violencia, los vascos no reparar¨ªan en el precio a pagar. Lizarra iba acompa?ado de un gesto -la tregua- que deb¨ªa ablandar las conciencias de los ciudadanos m¨¢s reticentes a los designios nacionalistas. Con tal de que no hubiera m¨¢s muertos, la gente har¨ªa abstracci¨®n de sus temores y se dejar¨ªa llevar. No ha sido as¨ª. Dos elecciones ha habido despu¨¦s del anuncio de la tregua y en las dos elecciones se ha repetido el empate eterno entre nacionalistas y no nacionalistas (o espa?olistas, o constitucionalistas, o autonomistas, como se les llama seg¨²n el prejuicio ideol¨®gico de partida del que habla).Lizarra deb¨ªa forzar el desempate, deb¨ªa arrastrar al llevar incorporada la promesa del fin de la violencia. Pero la gente desconf¨ªa de un d¨ªa despu¨¦s intervenido por quienes han recurrido sistem¨¢ticamente a las armas. Empieza a cundir la idea de que por procedimientos democr¨¢ticos el empate seguir¨¢. Porque la realidad social de Euskadi no concuerda con el cuento que explican los nacionalistas. Sin embargo, el nacionalismo moderado, en vez de administrar con prudencia pol¨ªtica los delicados equilibrios vascos, se empe?a en el ¨®rdago.
Es pintoresca y ser¨ªa sorprendente, si no fuera habitual, la imagen de un partido tan acomodado en la sociedad vasca como el PNV haciendo discursos antisistema con la boca mientras con la mano da su voto al presupuesto preparado por el Gobierno de la derecha espa?olista. Si alguien representa el sistema en el Pa¨ªs Vasco, en todas sus dimensiones: la clerical, la institucional, la econ¨®mica, la cultural, la pol¨ªtica, es el PNV. Es el PNV el que ha gobernado desde que existe el Estatuto de Gernika, es el PNV quien mayormente se ha visto favorecido por el actual marco legal. Y, sin embargo, aprovecha el aniversario para tirar contra el instrumento legal sobre el que ha construido su hegemon¨ªa en el Pa¨ªs Vasco. El PNV es as¨ª: lo dogm¨¢tico y lo pragm¨¢tico, el ruido y la componenda se combinan en sus juegos preferidos.
El Estatuto ya no sirve, dicen. E inmediatamente sale el poder f¨¢ctico a corroborarlo. Durante mucho tiempo se ha argumentado que la violencia en el Pa¨ªs Vasco era consecuencia del conflicto. Estamos llegando al argumentario opuesto: amenazar con la violencia para mantener vivo el conflicto. El PNV, en vez de plantar cara, sigue pidiendo comprensi¨®n.
Toda estrategia aceptable para la consolidaci¨®n del fin de la violencia en Euskadi pasa por un punto: la disoluci¨®n de ETA. Con este trasfondo se vendi¨® el Pacto de Lizarra: el new look de HB a trav¨¦s de las siglas EH y del radicalismo de rostro humano de Arnaldo Otegi suger¨ªan que, tarde o temprano, ETA nombrar¨ªa heredera a EH, cristalizando as¨ª el paso de la lucha armada a la lucha pol¨ªtica. Por lo menos, ¨¦ste era el se?uelo impl¨ªcito. De momento, ocurre todo lo contrario. El comunicado-carta al Gobierno de ETA lo confirma. No s¨®lo quiere seguir presente, sino que quiere tener la iniciativa. Visto que el envite de Lizarra no tiene salida por la v¨ªa democr¨¢tica, ETA aprieta de nuevo. Y pone a tres presos, tres h¨¦roes del crimen pol¨ªtico, como sus representantes. Una escenificaci¨®n destinada al consumo interno y un distanciamiento de las conversaciones que permite a la direcci¨®n etarra guardarse siempre la ¨²ltima palabra.
El PNV sigue dejando la iniciativa al hijo pr¨®digo que asegura querer regresar. ETA utiliza lo que mejor domina: su instinto de perpetuaci¨®n. Al Gobierno se le acusa de falta de iniciativa. Pero ?qu¨¦ otra iniciativa puede tomar? Aceptar el ¨®rdago pol¨ªtico ser¨ªa romper el desempate eterno a favor de los nacionalistas, es decir, en contra de la mitad de la ciudadan¨ªa, entre ella los votantes del PP. De alg¨²n modo, los nacionalistas tendr¨¢n que acabar aceptando la realidad del empate. Generar falsas expectativas no sirve para nada. La ciudadan¨ªa ha sentido alivio por la tregua. Alivio no quiere decir falsas ilusiones. Son los pol¨ªticos nacionalistas los ilusos que tienen miedo a reconocer la realidad. ?Pesimismo? No. Tengo la impresi¨®n de que no hay otro final de la violencia que el paso de los d¨ªas sin asesinatos. Y ya llevamos m¨¢s de un a?o.
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