Muro de la verg¨¹enza entre marroqu¨ªes y saharauis en El Aai¨²n
Las recientes protestas callejeras acaban con el mito de la cohabitaci¨®n armoniosa propagado por Rabat
La joven saharaui habla en voz baja mientras sirve el t¨¦. Sus vecinos son marroqu¨ªes y los tabiques de la vivienda son demasiados delgados. Tiene miedo de los o¨ªdos indiscretos. Cuando el tel¨¦fono suena todo el mundo se calla. Su pasado como militante en favor de la independencia del S¨¢hara Occidental le acarre¨® varios a?os de c¨¢rcel. Pero la joven prefiere no volver a hablar de ello.Uno de sus amigos, sin embargo, es m¨¢s expl¨ªcito. Secuestrado a comienzos de los a?os ochenta por las fuerzas de seguridad tras haber intentado organizar una manifestaci¨®n, Sadik estuvo detenido durante diez a?os, cuatro de los cuales permaneci¨® con los ojos vendados y las manos esposadas a la espalda en un antiguo cuartel espa?ol de El Aia¨²n. Los alimentos incomestibles, las noches heladas del S¨¢hara, los malos tratos, la ausencia de contacto con el exterior... Sadik podr¨ªa charlar durante horas sobre su cautiverio.
Pero los saharauis de El Aai¨²n prefieren hablar ahora de los "sucesos" que han conmocionado en las ¨²ltimas semanas a la ciudad. Todo comenz¨® la noche del 22 al 23 del pasado septiembre, cuando la polic¨ªa disolvi¨® una concentraci¨®n de estudiantes y licenciados en paro en el centro de la capital del S¨¢hara Occidental. Se hab¨ªan instalado en plena calle diez d¨ªas antes, junto con inv¨¢lidos y trabajadores jubilados de las minas de fosfatos que se hab¨ªan unido a su protesta. Sumaban unas 300 personas, aunque cada colectivo ten¨ªa sus propias reivindicaciones, desde la p¨¦rdida de poder adquisitivo de las pensiones hasta la discriminaci¨®n social.
Unos cien manifestantes resultaron heridos a consecuencia de la carga policial; incluso unos treinta inv¨¢lidos fueron expulsados con brutalidad a las afueras de la ciudad.
Cuatro d¨ªas despu¨¦s, los estudiantes volvieron a manifestarse contra la intervenci¨®n policial. La marcha hab¨ªa sido autorizada pero, cuando estaba a punto de concluir, varios centenares de marroqu¨ªes se lanzaron contra ellos armados de piedras y palos. "Nos golpearon mientras gritaban: "?El S¨¢hara es marroqu¨ª!". Despu¨¦s nos persiguieron hasta nuestros barrios", relata un joven licenciado en paro.
"Los del Norte [los marroqu¨ªes] estaban apoyados por la polic¨ªa. Quemaron coches, destrozaron nuestros tenderetes", a?ade un viejo jeque con barba de chivo antes de mostrar, como otros muchos saharauis, fotograf¨ªas de los golpes recibidos en su cuerpo.
Las manifestaciones del mes de septiembre no sorprendieron a los saharauis. Durante el pasado verano, tras la muerte del rey HassanII, los saharauis respetaron el duelo oficial leyendo vers¨ªculos del Cor¨¢n en sus casas, como marca su tradici¨®n. Mientras tanto, los marroqu¨ªes de El Aai¨²n desfilaban por las calles al grito de "?Muerte a los enemigos de la monarqu¨ªa!".
Esta incomprensi¨®n mutua representaba ya un mal augurio. pero tras las ¨²ltimas manifestaciones volvi¨® la calma y el Ej¨¦rcito sustituy¨® a la polic¨ªa en el mantenimiento del orden p¨²blico. Los soldados patrullan ahora con porras por los barrios de chabolas de El Aai¨²n donde se hacinan las tribus saharauis.
Varios ministros marroqu¨ªes viajaron despu¨¦s a la capital del S¨¢hara Occidental para escuchar las quejas de la poblaci¨®n. Y antes de regresar a Rabat prometieron cambios.
A continuaci¨®n, la justicia se puso en marcha con todo su peso: 27 marroqu¨ªes fueron condenados a penas que oscilaban entre los 10 y los 15 a?os de c¨¢rcel como responsables de los disturbios, en los que no se registr¨® ninguna muerte.
Pero entre los condenados no figuran polic¨ªas. "No se han presentado denuncias que les impliquen [a los agentes]", asegura el presidente del Tribunal de Apelaciones, el jeque Malainin Larabes.
Los incidentes de las ¨²ltimas semanas en El Aai¨²n han servido al menos para desatar las lenguas de los saharauis y para desmentir la versi¨®n propagada en los ¨²ltimos a?os por las autoridades marroqu¨ªes de un S¨¢hara Occidental en el que ambas comunidades -la poblaci¨®n originaria y los colonos llegados del Norte- conviv¨ªan armoniosamente.
"La represi¨®n ha aclarado la situaci¨®n. Antes, ambas comunidades se ignoraban. Ahora, por lo menos conocemos la verdadera actitud de los marroqu¨ªes. Aqu¨ª s¨®lo les apoyan algunas familias ricas de jefes tribales saharauis que controlan el puerto", acusa un joven de El Aai¨²n.
"Somos una poblaci¨®n colonial, ciudadanos de segunda categor¨ªa. S¨®lo tenemos derechos a decir dos cosas: "?Viva el rey!" y "El S¨¢hara Occidental es marroqu¨ª". ?Que los marroqu¨ªes se vuelvan a su casa!", proclama una joven saharaui.
Incluso los saharauis moderados y promarroqu¨ªes denuncian la suerte que corre su pueblo. "Los saharauis tienen miedo. No tienen trabajo. Los empleos est¨¢n reservados para los del Norte", afirma un viejo jeque.
El desencanto se ha extendido entre la comunidad saharaui. Las esperanzas de cambio suscitadas en Marruecos por el nuevo rey, MohamedVI, parecen haberse perdido en alg¨²n lugar a medio camino entre Rabat y El Aai¨²n. "Puede que el rey sea buena persona, pero el verdadero problema es que aqu¨ª hay demasiadas personas venidas del Norte", advierte otro saharaui.
La Administraci¨®n favorece la inmigraci¨®n a "las provincias del Sur". Los funcionarios reciben incentivos econ¨®micos. En el S¨¢hara, donde los productos de primera necesidad est¨¢n subvencionados, es m¨¢s facil encontrar una vivienda. Seg¨²n estimaciones oficiosas, siete de cada diez habitantes de El Aai¨²n son ahora de origen marroqu¨ª. En el puerto pesquero, en el comercio, en las minas de fosfatos o en la Administraci¨®n, los marroqu¨ªes tienen prioridad a la hora de conseguir un empleo.
La actual desconfianza de los saharauis es un mal presagio para las autoridades de Rabat. El refer¨¦ndum convocado por Naciones Unidas, en principio para julio del a?o que viene, debe decidir el futuro del S¨¢hara: independencia o integraci¨®n en Marruecos.
Hasta ahora, el Ministerio del Interior marroqu¨ª, que controlaba directamente los asuntos del S¨¢hara, ha venido asegurando que todos los saharauis que viven en el territorio iban a votar sin vacilaci¨®n por la integraci¨®n.
Pero desde hace un mes muchos marroqu¨ªes han descubierto que la realidad es bien distinta. La celebraci¨®n del refer¨¦ndum parece cada vez m¨¢s improbable.
Bajo estas condiciones, "el S¨¢hara Occidental va a transformarse en un nuevo Timor", advierte un saharaui.
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