El Atl¨¦tico arrasa en Chamart¨ªn
El Atl¨¦tico puso al Madrid frente a un mot¨ªn de consecuencias incalculables. Su merecid¨ªsima victoria puso al madridismo frente a la realidad que no tolera: su equipo ha entrado en barrena, destrozado por todos los costados, cada vez m¨¢s cerca de los puestos de descenso. En Chamart¨ªn, la gente se levant¨® en armas y carg¨® de lo lindo.Circula una teor¨ªa por ah¨ª que explica la eficacia a trav¨¦s de la t¨¢ctica, de lo que ahora se denomina equipo corto. Vamos, el Atl¨¦tico, que ayer junt¨® a todos sus jugadores a 40 metros de Molina en una estrech¨ªsima franja que result¨® insuperable para el Madrid, equipo largo donde los haya. Equipo desconcertado, ca¨®tico, sin respuesta a pr¨®blemas b¨¢sicos en el f¨²tbol. Por lo visto, Toshack considera que su equipo merece el tratamiento de las cuadrillas de estrellas que se re¨²nen para jugar los partidos de UNICEF. Lleva a los jugadores al hotel, dice la alineaci¨®n y al campo. Con una lacra a?adida: al hombre le cuesta un mundo encontrar una alineaci¨®n.
REAL MADRID 1
ATL?TICO 3Real Madrid: Bizarri; Michel, Iv¨¢n Campo, Julio C¨¦sar, Roberto Carlos; Seedorf, Redondo (Karembeu, m. 61), Helguera (Etoo, m. 69), Guti (Casillas, m. 50); Ra¨²l y Morientes. Atl¨¦tico de Madrid: Molina; Gaspar, Gamarra, Chamot; Aguilera (Valer¨®n, m. 63), Baraja, Bejbl, Capdevila; Solari, Jos¨¦ Mari (Correa, m. 78); Hasselbaink (Paunovic, m. 89). Goles: 1-0. M. 8. Falta que saca Roberto Carlos y Morientes cabecea adelant¨¢ndose a Chamot. Molina toca el bal¨®n, pero no puede impedir que entre en la porter¨ªa. 1-1. M. 13. Aguilera quita el bal¨®n a Guti y pasa a Hasselbaink, que recorta a Iv¨¢n Campo y bate por entre las piernas a Bizarri. 1-2. M. 30. Aguilera quita el bal¨®n a Redondo y cede a Hasselbaink, que desv¨ªa hacia Jos¨¦ Mari para que ¨¦ste dispare cruzado. 1-3. M. 38. Hasselbaink recibe al bal¨®n fuera del ¨¢rea grande, en la esquina izquierda, y conecta un gran disparo cruzado, que entra junto al poste izquierdo de Bizarri. ?rbitro: L¨®pez Nieto. Amonest¨® a Baraja, Jos¨¦ Mari, y Roberto Carlos, y expuls¨® a Bizarri, por una entrada a Capdevila al borde del ¨¢rea, pero el portero no toc¨® al jugador del Atl¨¦tico, que salt¨® por encima. Lleno en el Santiago Bernab¨¦u, 82.000 espectadores en noche no muy fr¨ªa y sin lluvia. Terreno de juego en magn¨ªficas condiciones. No asisti¨® al partido el presidente del Atl¨¦tico, Jes¨²s Gil, convaleciente de una reciente subida de tensi¨®n. En los ¨²ltimos minutos, los aficionados se volvieron contra el palco con gritos y pa?uelos.
Mal preparado, sin dise?o ni rigor, destruido, el Madrid padeci¨® un calvario frente al Atl¨¦tico, que tiene menos pero lo aprovecha mejor. Hay partido, y ¨¦ste fue uno de ellos, donde se miden m¨¢s los entrenadores que los futbolistas. Es cierto que hubo jugadores important¨ªsimos en la victoria del Atl¨¦tico -Hasselbaink y Solari a la cabeza-, pero m¨¢s tracendental fue el directo de Ranieri a Toshack, incapaz de arbitrar soluciones para superar la aplastante presi¨®n del Atl¨¦tico, que s¨®lo flaque¨® en los primeros diez minutos. En ese periodo de dudas, Ra¨²l pareci¨® dispuesto a machacar al Atl¨¦tico, como es su costumbre. El gol de Morientes vino de una tenaz jugada de Ra¨²l, que se invent¨® dos regates en el medio campo, encontr¨® algo de espacio y lo aprovech¨® para meter un excelente pase a Roberto Carlos. Morientes tambi¨¦n estuvo en lo suyo: entr¨® a cabecer y marc¨®.
Ah¨ª se despidi¨® el Madrid, que volvi¨® a su ruina habitual. El Atl¨¦tico hizo virtud de dos decisiones de Ranieri: la defensa adelantada y el compacto centro del campo, de una densidad mareante para el Real Madrid, el menos denso de los equipos. Con sus enormes boquetes entre l¨ªneas, con una distancia sideral entre la defensa y la delantera, con una desconfianza visible en su entrenador, el Madrid desapareci¨® del mapa. El Atl¨¦tico comenz¨® a acosar con firmeza en el medio campo, conquistando la pelota sin ning¨²n problema. En algunos casos lo consigui¨® por puro m¨¦todo, en otros por errores de los centrocampistas del Madrid, aturdidos por la pujanza de sus rivales. Guti regal¨® un bal¨®n a Agulera y Hasselbaink logr¨® su primer gol. Redondo perdi¨® la pelota y Hasselbaink apareci¨® de nuevo para dejarle un remate franco a Jos¨¦ Mari. Fue el segundo gol y la confirmaci¨®n de Hasselbaink como protagonista de la noche. Por supuesto, intervino en el tercero. De principio a fin. Defendi¨® con el cuerpo el bal¨®n en la esquina, esper¨® la incorporaci¨®n de Solari y volvi¨® para cruzar un zurdazo precioso.
Los goles trasladaron al marcador la diferencia entre los dos equipos. El Atl¨¦tico jugaba de memoria, bien puesto, infranqueable, con un jugador tan decisivo como Hasselbaink. Solari, que lleg¨® de puntillas al equipo, con el desd¨¦n de Sacchi, aprovech¨® la media punta con gran categor¨ªa. No le result¨® dif¨ªcil. Ten¨ªa sitio para hacerlo a la espalda de Redondo y Helguera. Habilidoso y listo, Solari fue una pesadilla para el Madrid, que termin¨® hecho una pena.
Casi le convino la expulsi¨®n de Bizzarri en el comienzo del segundo tiempo. El Atl¨¦tico baj¨® el pist¨®n y perdon¨® la vida a su rival. No hizo sangre, a pesar de disfrutar de una oportunidad hist¨®rica. Para los colchoneros m¨¢s ac¨¦rrimos fue una decepci¨®n, porque nunca han visto a su viejo rival en una situaci¨®n m¨¢s lamentable. Los jugadores no lo entendieron as¨ª. Les sali¨® una vena amable, y de alguna forma result¨® m¨¢s humillante para la hinchada del Madrid, que no aguant¨® tanta condescendencia. Porque el segundo tiempo s¨®lo sirvi¨® como materia de irritaci¨®n para el madridismo, amotinado y harto de todo. La gente abri¨® la veda contra el presidente, el entrenador y los jugadores. Lo hizo con estruendo, sin reparar en gastos. La gente dijo basta. Todos no: en un rinc¨®n del Bernab¨¦u, los hinchas del Atl¨¦tico celebraban una victoria inolvidable.
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