Cicl¨®n Hasselbaink
Entre las l¨ªneas desdibujadas del Madrid, doblando a los centrales en cada incursi¨®n, estuvo el delantero centro Jimmy Hasselbaink. Un hombre que ayer, o no percibi¨® lo que ocurr¨ªa a su alrededor, o simplemente huy¨® de la euforia. Desde que salt¨® al terreno de juego, su semblante fue el de un sujeto agraviado. Marc¨® dos goles, se fue aplaudido por el p¨²blico madridista -los Ultras Sur incluidos- y cuando sali¨® de la ducha continu¨® frunciendo el ce?o. ?Se enter¨® de lo que hab¨ªa conseguido? ?Se lo explicaron sus compa?eros?. "No lo s¨¦", dijo Baraja, "pero si no se ha dado cuenta, ya lo har¨¢".Y apareci¨® Jimmy, ante una multitud de c¨¢maras. El gesto, tranquilo al principio, se torn¨® amenazador cuando le preguntaron por sus goles: "S¨ª, muy bien, pero Hasselbaink no jug¨® solo esta noche; el equipo hizo un gran trabajo, todo el Atl¨¦tico... estamos muy bien f¨ªsicamente y hemos trabajado mucho. De otra forma, no habr¨ªa marcado ning¨²n gol".
"?Aqu¨ª est¨¢!, ?el hombre, el hombre de la noche!", grit¨® un periodista antes de ponerle el micr¨®fono en la boca. Hasselbaink no reaccion¨®. "Aguilera me ha ayudado a hacer el primer gol, ha sido un pase magn¨ªfico, me ha dejado solo delante del portero...", el delantero segu¨ªa insistiendo en la importancia de sus compa?eros, en la noche que lo consagr¨® en el f¨²tbol espa?ol.
Quiz¨¢ abrumado por su enorme ¨¦xito en Espa?a, proveniente de una liga como la inglesa, marcada por diferencias hist¨®ricas que hacen que a sus jugadores les resulte dif¨ªcil adaptarse al f¨²tbol continental, Hasselbaink miraba a su alrededor con ganas de marcharse r¨¢pido. Probablemente, al subir al autob¨²s que lo sac¨® del Bernab¨¦u, no record¨® que hace cinco a?os su cl¨¢usula de rescisi¨®n era de cero pesetas. Que su puesto era el centro del campo. Que nadie le conoc¨ªa, y que con 22 a?os su carrera en el f¨²tbol lindaba el fracaso.
Despu¨¦s de once meses en el paro, ofreci¨¦ndose sin resultados a equipos de categor¨ªa regional en Holanda, se march¨® a Portugal, en 1993. All¨ª pas¨® un tiempo a prueba, y fue contratado por el Campomaiorense. Abandon¨® su puesto en el centro del campo, y se hizo delantero centro. Luego lo fichar¨ªa el Boavista por 30 millones de pesetas. Y en 1997, el Leeds, por 400 millones. Hoy pertenece al Atl¨¦tico, por 3.000 millones. Y en noches como la de ayer, justifica su cotizaci¨®n.
Hasselbaink salt¨® al c¨¦sped Bernab¨¦u con el ce?o fruncido, mirando de reojo a la porter¨ªa de Bizzarri. El partido comenz¨® y el delantero tard¨® poco en elevar su cifra de goles en la Liga de cinco a siete. El Bernab¨¦u se qued¨® en silencio antes de gritar contra su equipo. En su faceta de hombre fastidiado, el holand¨¦s vivi¨® 30 minutos de fiesta, en el primer tiempo. Dispar¨® tres veces a puerta y marc¨® dos goles. Uno entre las piernas de Bizzarri. El otro con un tremendo disparo desde 25 metros. "Ha sido la apoteosis", exclam¨® Baraja al terminar el partido, "el vestuario ha sido una fiesta total". A su espalda, el responsable de la alegr¨ªa del Atl¨¦tico, se empe?aba en pasar desapercibido. "?Qu¨¦ significan estos goles?, tres puntos. Igual que ganarle al Valladolid".
La hinchada no pensaba lo mismo. Castellana abajo, la muchachada rojiblanca entonaba su nuevo himno al son de la m¨²sica de El puente sobre el r¨ªo Kwai: "Jimmy Pichichi Hasselbaink, Jimmy Pichichi Hasselbaink...".
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